Preocupa y llama la atención de muchos una constante en la gestión provincial. Se entiende el contexto excepcional de pandemia. Y que el Estado se deba adecuar con sus estructuras y personal a la emergencia. Pero que casi todos los espacios culturales de la ciudad y de otros distritos sean desnaturalizados en su función y rol habitual para convertirse en "otra cosa", parece casi una desaprensión hacia esos lugares.
En estos meses, La Redonda, por ejemplo, se convirtió en depósito de insumos para los hospitales; la fábrica cultural El Molino, en un call center y en otros días mercado de productos de la zona; y el Acuario de Rosario, en un centro de procesamiento de datos sobre enfermos de covid. Casualidad o no, todos espacios públicos y de uso cultural e investigación científica (en el caso del Acuario) que fueron fundados e ícono de las últimas gestiones socialistas.