El origen de la palabra jubilación proviene del latín jubilare que tiene que ver con el júbilo, con la alegría exultante. A su vez, la expresión tiene su raíz en el hebreo que hace referencia a la fiesta de Yobel (o Jobel y de ahí el salto al latín) que ocurría cada 49 años, que se iniciaba con el sonido del cuerno de un macho cabrío al que había saludar a gritos para expresar la alegría. Por eso el jubilare es, literalmente, gritar de alegría.
Terrible paradoja. Nada hay más alejado que la sensación de alegría vinculado con la jubilación, al menos en la Argentina. Muchas veces porque desde la cuestión personal resulta abandonar una tarea que cotidianamente hacía feliz a su hacedor, como también, asoma como una condena para quienes pretenden conservar la dignidad de su vida cotidiana con los mendrugos que recibe como haberes. El grito ya no es de alegría sino de indignación.
Mientras los discursos políticos hablan de la protección de los adultos mayores, las medidas que se adoptan hablan de un fuerte desprecio. En los últimos gobiernos los ajustes macroeconómicos han pasado por los pasivos y son ellos los que sufren en carne propia, la decisión de ahorcar hasta la asfixia. Desde Domingo Cavallo hasta los últimos días, el tobogán ha deslizado a millones de personas hacia un pozo de pobreza extrema. Con una jubilación mínima de $ 18.129, hay unos 4.4 millones de viejos que cabalgan sobre la penuria.
Y como solución y "para ganarla a la inflación" se anunció un incremento (nada extraordinario, solo lo que debía hacerse) del 5 por ciento. En números ese porcentaje eleva la mínima a 19.035, o de otro modo, una suba que alcanza los 906 pesos. Más miseria sobre la miseria.
Para tener en cuenta lo que implica un 5 % es que entre 2018 y 2019 los jubilados perdieron un 14,5% de poder adquisitivo, con una suba acumulada de 94%, frente a una inflación de 127%. Este año, si se hubiese aplicado la fórmula anterior, el incremento hubiese sido de un 42 por ciento, muy superior al 35 actual. Esto solo con las estimaciones de los últimos años. Y si las jubilaciones mínimas se encuentran retrasadas, los que cobran apenas un poco más, fueron castigados porque la pérdida de poder adquisitivo fue mayor ya que no hubo bonos adicionales, como los que recibieron los que cobran el haber más bajo.
La titular de la Anses, Fernanda Raverta, dijo que la fórmula de actualización de haberes jubilatorios que impulsa el Gobierno nacional es "una fórmula virtuosa" y la vinculó con la que estuvo funcionando desde 2009 al 2017, pero se olvidó decir, notable olvido, que en el nuevo cálculo no está la inflación, en un país donde esa variable es crítica.
Pero la militante de La Cámpora no se quedó solamente con ese dato y agregó: "Tenemos la enorme alegría de transmitirle a los jubilados y jubiladas argentinas que vamos a enviar un fórmula al Congreso para ser debatida; es una fórmula virtuosa que le dio tranquilidad a jubilados y jubiladas, por eso queremos retomar esa tranquilidad, ese sentido de una Argentina que crece y crecen los haberes jubilatorios".
El supuesto virtuosismo no solo es objetado por la oposición sino que, desde dentro, genera voces críticas: "No tenés perdón de Dios", le habría dicho el exsecretario de Comercio Interior Guillermo Moreno al presidente Alberto Fernández por la política de actualización de haberes que llevó adelante el gobierno nacional. Detrás quedan las promesas de campaña, de "sacarles" a los bancos para dar un "aumento del 20% a los jubilados en mi primer día de gestión". Nada ocurrió.
Mientras tanto, los jubilados siguen padeciendo la vida cotidiana, avergonzándose frente al carnicero o al farmacéutico por pedir cortes económicos o solo un blister cuando necesita una caja. Una dura condena por haberse extendido la expectativa de vida y haberse derrumbado la calidad de vida.