Recuerdo aquélla tarde en Moscú, cuatro días antes de la final. Estaba sonriente, recién levantado de la siesta a las 7 de la tarde. "Muchachos, disculpen. Mis siestas son un poquito largas", decía estallando en carcajadas, feliz por su propia ocurrencia. Charló con esos cuatro periodistas del interior del país, ninguno de esos medios trascendentes a los que la mayoría no puede ni debe decirles que no, como si fuéramos los más importantes del mundo. Habló de Pumpido ("mandále saludos a mi amigo camino de tierra" y otra vez la carcajada), de Lito Bottaniz, con quien masculló su propia bronca y soportó el dolor de quedar afuera del Mundial de 1978 y con el que prolongó la amistad y se aventuró a decir que Francia iba a salir campeón del mundo.
Recuerdo también otro mediodía, esta vez en Sidney, el día de su vuelta a la selección. Entró a una amplia sala en la que Basile hablaba con los periodistas. El Coco estaba atravesando un momento de gran angustia, provocado por el 0-5 ante Colombia, el día de la inolvidable tapa negra de El Gráfico y con Diego en la tribuna sufriendo como los otros 60.000 argentinos que estaban en ese Monumental convertido en una olla silenciosa y devastada. "¿Quién quiere hablar conmigo?", gritó Diego desde la puerta misma de esa sala y entró. Fuimos con un periodista cordobés y a los pocos minutos quedé solo, mano a mano con él. Ese día dijo que la cinta de capitán la iba a discutir con Ruggeri, los dos solitos, adentro de una habitación. Bien al estilo Diego.
Dos recuerdos que saltan a la memoria en el día en que Diego, ese "barrilete cósmico" que Víctor Hugo se preguntó alguna vez de qué planeta vino, le demostró por primera vez al mundo que era de carne y hueso, mortal como cualquiera de nosotros. Su corazón desgastado, sufriente, no dio más. No aguantó más.
Tenés que leerCon Maradona, Argentina se prepara para un nuevo "masivo adiós" de dimensiones históricasHace más de 55 años, en pleno apogeo de Los Beatles, John Lennon dijo que eran más conocidos que Jesús. Una afrenta para aquéllos tiempos. ¿Qué decir de Maradona?... No hay palabras para definirlo, ni tampoco dudas… Hasta los más reacios y negados al fútbol quedaron, alguna vez, deslumbrados con esa fama que nació de esa pierna zurda que atesoró sueños en los campitos de Villa Fiorito.
Hoy la pelota llora al hombre que mejor la trató, al que se enamoró de ella desde el primer día que la vio y que hoy, desde algún lugar de la eternidad, seguirá bendiciendo a los que se animen a ensayar una gambeta. La muerte le quitó por primera vez la pelota, cuando Diego le tiró la última gambeta.
Tenés que leerFalleció el hombre; la leyenda será eterna