Por Bárbara Korol
Un aura melancólica se enreda a mi ondeada cabellera. El silencio corteja mi andar peregrino y suave mientras la pena humedece mis pálidas mejillas con sus lágrimas de amor. De repente lo veo y mi soledad se asusta.
Por Bárbara Korol
Casi amanece. La tristeza no me deja dormir y decido salir a caminar. Me abrigo con la ruana gris porque las mañanas de finales del invierno son muy frías aunque hermosas. Abandono mi hogar con su templanza amena para dejar mi huella por la agreste tierra. Mis pasos comienzan a transitar un sendero tan solitario y taciturno como yo. Los mansos contornos de unos árboles se dibujan al costado y en el firmamento se despliega una leve y ocre luminosidad. Un aura melancólica se enreda a mi ondeada cabellera. El silencio corteja mi andar peregrino y suave mientras la pena humedece mis pálidas mejillas con sus lágrimas de amor. De repente lo veo y mi soledad se asusta. Una figura masculina se acerca lenta y confiada y se detiene frente a mí. Sus ojos me cautivan. Son mar, cielo y fuego, destellos de sensaciones profundas de un azul inagotable. Cierto misterio nos envuelve y captura ese instante. Su mano tibia roza apenas mis helados y pequeños dedos. Un temblor recorre mi cuerpo con frenesí inesperado. Su mirada me atormenta y me endulza. Esa llama que esconde me quema y me enamora. El tiempo se congela y una cálida intimidad nos abraza con efímera ternura. No sé si este hombre es un ángel o un demonio. Su voz se acopla a la magia del encuentro con honda sutileza. Hay que renacer… murmura quedamente y mi corazón se tiñe de añil esperanza. Sonrío, y el sol despierta definitivo y audaz en el horizonte esquivo. Él se aleja despacio y desaparece como un sueño ante el embrujo matutino. Algo arde adentro mío con claridad inolvidable. Y sigo mi rumbo sereno seducida por una diáfana nostalgia.
Un aura melancólica se enreda a mi ondeada cabellera. El silencio corteja mi andar peregrino y suave mientras la pena humedece mis pálidas mejillas con sus lágrimas de amor. De repente lo veo y mi soledad se asusta.