Otra vez el debate sobre el aborto se hace presente. Y en esta oportunidad, más que nunca ese debate no es otra cosa que un nuevo intento de imponer una mirada ideológica sobre la vida y sobre las mujeres.
Otra vez el debate sobre el aborto se hace presente. Y en esta oportunidad, más que nunca ese debate no es otra cosa que un nuevo intento de imponer una mirada ideológica sobre la vida y sobre las mujeres.
Otra vez ese debate se disfraza de salud pública, pero a esta altura todos sabemos que no se trata de eso.
La salud pública viene siendo una asignatura pendiente de este gobierno. Con un manejo de la pandemia que nos situa entre los peores países del mundo en cantidad de fallecimientos por Covid-19 y una destrucción de la estructura económica y social que ha llevado a la pobreza a casi la mitad de la población según el último informe de la UCA, en el cual ya se alerta sobre la enorme cantidad de pobreza infantil (60%), el bienestar de los argentinos está lejos de las prioridades actuales.
Nunca un gobierno gastó tanto en subsidios y ayuda social, y nunca tuvo peores resultados que ahora.
La gente la pasa mal, la emigración está a la orden del día, la economía se redujo casi un 13%, nadie viene a invertir en Argentina ni se crean condiciones para ello pero el debate este navidad será el aborto, como derecho y como obligación del Estado de financiarlo... ¡Increíble!
Es sabida ya mí postura a favor de la vida y no hace falta decirlo, votaré en contra de legalizar el aborto, de nuevo.
Votaré en contra porque creo que lo que se gesta en el vientre materno es un ser humano y como tal tiene derecho a lo más básico: vivir. Votaré en contra porque creo fervientemente que no es un signo de inferioridad para la mujer ser la única capaz de llevar vida en su vientre y por ende cargar con la enorme responsabilidad que ello conlleva. Votaré en contra porque el país vive sus horas más oscuras y siento que es criminal que con tanta pobreza, con tanta desesperanza, se busque distraernos, e imponer una ideología que vuelve a la vida humana relativa, a la maravillosa capacidad femenina de dar vida solo un "fenómeno" opcional, que se ejerce o se desecha simplemente matando a ese humano por nacer. Así, sin más y con una cruel complicidad del Estado.
No nos mientan sobre la necesidad de abortar de los más pobres. Porque está claro que el único interés que hay en los pobres es en que cada vez haya más. La mayor dignidad que tiene aquel que no tiene nada, son sus hijos. El aborto está muy abajo de su lista de prioridades.
Tristes tiempos son estos que vivimos. Lo último que debemos hacer en ellos, es callarnos y siempre luchar por un futuro mejor. Por eso estoy irrenunciablemente a favor de la vida.
Lucila Lehmann.