¿Es posible vivir del arte? Esa fue la pregunta que sirvió de punto de partida para la participación de Virginia Abrigo en la plataforma digital Capital Cultural, que puso en marcha el invierno pasado la Municipalidad de Santa Fe a través de la Secretaría de Educación y Cultura. Convocada por este medio, la artista visual que hoy focaliza su labor en la ilustración y la edición independiente, señaló que la respuesta requiere una mirada amplia, donde pesó mucho haber realizado actividades muy diversas, sorteando los momentos de crisis. "Puedo decir que en estos últimos tiempos, cuando me pude ordenar y abarcar menos cosas, como la línea editorial y los talleres estoy empezando a vivir del arte. Es el resultado de un largo camino que empezó a los 18 años", afirmó.
Dentro del amplio universo de soportes, dimensiones y posibilidades que ofrecen las artes visuales, Virginia elige la ilustración de libros y los fanzines, es decir publicaciones de corta tirada y muy personales. "El universo editorial es mi casa, es ese encuentro íntimo con lo que quiero contar y compartir en determinados lugares y con determinadas personas", aseguró. Y precisó todavía más su territorio: "no es lo mismo dibujar para publicar en un libro, ya sea para una autoedición o para otra editorial, que ese dibujo esté en una sala de exposición, un museo o incluso en un espacio independiente. El contacto con esa imagen es otro y es mucho más accesible, porque se reproduce y tiene más llegada al público, es más popular", puntualizó.
La labor artística de Virginia se desarrolla en dos planos diferentes: se autoedita pero también colabora con otros artistas, en formatos colectivos. "El primer libro ilustrado con una editorial más institucional lo hice con la universidad. Todavía no salió de imprenta pero ya está hecho. Fue a partir de textos de otra persona pero de una manera muy libre no me condicionaron en nada. También me salieron otros trabajos de ilustración para escritores de Santa Fe, de manera independiente. Pero siempre trabajo con total libertad a la hora de decidir desde la imagen. Pueden ser imágenes solamente ilustrativas de un relato o imágenes que hacen una interpretación de ese mismo relato", explicó.
Además de sus ilustraciones, el trabajo de Abrigo se proyecta en distintos talleres, que este año entraron en pausa debido a la pandemia pero que representan un ámbito de acción y experimentación. "Los que pude desarrollar el año pasado fueron de la mano de la universidad y otros junto a Geo Rodríguez. Ella trabaja en origami y yo desde el collage. Este año no lo hicimos porque no nos copa la virtualidad, pero si hasta antes de la pandemia", explicó la artista. Y adelantó que para el año próximo tiene previsto iniciar un proyecto que consistiría en club de ilustradores para personas con formación y sin formación. Para eso, tomará como base un trabajo realizado con niños en El Alero, espacio que funciona en el norte de la ciudad de Santa Fe.
La decisión de poner entre paréntesis la realización de los talleres este año, respondió a la imposibilidad de trasladar ciertas metodologías de trabajo a la virtualidad. "Trabajo mucho a partir de lo que cada uno trae como experiencia de vida. Siento que mis talleres se arman a partir de charlas que se van generando a partir más allá de las consignas y los juegos, en una cosa que se da con cada uno de los participantes. Es una propuesta personalizada", explicó.
El Club de Niños Ilustradores fue una de las experiencias desarrolladas por Virginia que resultaron más enriquecedoras, según su propio testimonio. "Si bien no fue la primera experiencia que tuve en cuanto a dar talleres, fue la que más me atravesó. Porque fue la primera vez que pude desarrollar un registro personal, vinculado a lo que amo hacer, y poderlo compartir esos con chicos y chicas de distintas realidades sociales", contó. "Fue una instancia de mucho aprendizaje. Venía de ciertas estructuras que los niños y niñas se encargaron de romper. La propuesta de hacer libros ilustrados les parecía algo inalcanzable y terminó siendo algo cotidiano, al alcance de la mano. Una herramienta más de la cual pudieron apropiarse para contar y jugar durante el tiempo que duró el taller, que fueron tres años", añadió Abrigo.
El club tuvo tanta repercusión, que luego se sumó otro similar, ya para adolescentes y adultos, en el mismo espacio. "Esa experiencia después se replicó en otros espacios como en la librería de la UNL. Ahí fusionamos los públicos, algo que luego se llevó a la Feria del Libro. Así que tuve la posibilidad de desarrollar el taller con distintas variantes, distintos públicos y en diferentes espacios", aseguró.
Puso fuerte énfasis en la necesidad de que el artista, además de formarse en cuestiones específicas, incorpore herramientas que le permitan avanzar hacia la autogestión. Para Virginia, son instrumentos que deben incorporarse a la capacitación desde la misma etapa de incorporación de conocimientos en las diferentes instituciones.