No se puede jugar así. No hay ninguna razón para justificar semejante descontrol defensivo. Unión no necesitaba "matar o morir" en un partido que debía ganar por goleada. Unión se aseguraba, empatando, el pase a la zona campeonato. Y jugó "a la bartola". Fue un suicidio futbolístico, una actitud demencial, incomprensible, alejada de cualquier razonamiento inteligente. El desequilibrio con el que se jugó no tiene ningún tipo de justificativo. Ni siquiera los tres goles que convirtió -algo que hubiese servido de consuelo en otra circunstancia porque Unión venía con una sequía también preocupante para convertir- deja algo positivo para el balance.
Dicen que la idea futbolística de Azconzábal es buena. Pero en todo el tiempo de trabajo que lleva y, sobre todo, en estos dos partidos en cuatro días que definían cosas, no la ha terminado de consumar. Apostó por Blasi para que juegue de central, al principio le dio la razón pero en este partido cometió todos los errores y dio todas las ventajas que antes no había dado. Por su costado vinieron todos los goles. Volvió a ser flojito lo de Leyes y en un momento del partido se vio a un equipo inmerso en la confusión y que sólamente recurría al amor propio. Por ejemplo, cuando sacó a Vera e hizo retroceder a Cabrera, que no entendió muy bien de qué tenía que jugar, si seguir de delantero, pararse en el medio o retroceder hasta ubicarse al costado de Blasi.
En eso falló Unión toda la tarde, en el retroceso. Se advirtió una diferencia de velocidad importante, sobre todo por el lado de Lucas Melano que se la hizo sentir en demasía a Corvalán. En el tiempo que jugó, Vera miró solamente el arco de enfrente sin pensar mucho en el retorno. Entonces, lo que debía convertirse en sorpresa, terminó siendo un déficit. Vera fue muy importante, por ejemplo, en la jugada del primer gol de Troyanski. Pero en ese flanco derecho defensivo se produjeron las jugadas más peligrosas de Atlético Tucumán, acrecentadas en el segundo tiempo desde el momento en que Azconzábal decidió que saliera para dar lugar al ingreso de Gastón González.
Los goles de Atlético Tucumán enloquecieron a Unión. Es cierto que marcó tres y que creó varias situaciones de peligro; que en eso mejoró la floja producción de los últimos partidos (sobre todo ante Bahía, un rival accesible y vulnerable al que Unión no le pudo marcar un solo gol en 180 minutos). Pero de nada le valió frente a semejante descontrol en el que estuvo inmerso durante los 90 minutos, incluyendo algunas decisiones incomprensibles del entrenador, de las que rápidamente tomó nota Zielinski para insistir sobre los sectores en los que el equipo "hizo agua".
No se entiende lo que quiso hacer Unión, a qué quiso jugar. Si tenía dos resultados a favor -empate y victoria-, no se comprende la desesperación y la falta de solidez para defender. Evidentemente, la idea de jugar con tres delanteros y de sumar marcadores de punta y hasta volantes al ataque es algo que, en teoría, puede ser elogiable. Pero resulta muy difícil de entender cuando se produce el desorden y el desequilibrio que lo lleva a cometer errores de todo tipo, en la contención en el mediocampo y en defensa, que lo llevan a sufrir cinco goles en su propia cancha, cuando lo que había que hacer era plantear un partido que se pueda aguantar medianamente bien del medio hacia atrás para asegurar medianamente la estabilidad defensiva. Es una ecuación tan simple como clara: si Unión se cuidaba atrás y el rival no le llegaba, manteniendo el cero en su arco, la clasificación estaba asegurada. Pero no pasó.
Azconzábal habló de los errores defensivos y también habló de un replanteo. Está claro que lo primero que debe pensar es si realmente puede llevar a cabo lo que quiere con lo que tiene. Por ejemplo, Leyes de "5" solo en el medio, con este bajo nivel y con las imprecisiones que tiene en el manejo de la pelota (sólo Galván asegura una salida clara pero con pelotazos desde el fondo), no es suficiente. Y Unión termina, muchas veces, perdiendo en ese sector. Algo le aportó Comas cuando entró, porque se paró en una posición central, pero eso llevó a que Cabrera bajara y ya no tuviera la posibilidad del mano a mano, como en el primer tiempo.
Unión tuvo dos chances de despegar y se quedó "carreteando" en la pista sin levantar vuelo. Se encontró con un rival brasileño que le dio ventajas, acá y allá, que Unión no supo aprovechar y lo llevó a la eliminación de la Copa Sudamericana. Fue el primer alerta de la escasa jerarquía para aprovechar la situación. El segundo alerta se dio ayer en el 15 de Abril. Un solo resultado -la victoria en cancha de Arsenal- le había dado a Unión la posibilidad, servida en bandeja, de clasificar para la zona campeonato y jugar "por algo". Atlético Tucumán le puso suplentes, pero al margen de eso -porque no se puede desmerecer a un equipo que demostró ser el mejor de la primera fase al ganar todos los partidos-, tenía la victoria y también el empate que lo favorecía. Otra chance clara, servida, para aprovechar y levantar vuelo. Y ahí quedó, carreteando y dejando la sensación de fracaso, de cosa desaprovechada y desperdiciada sin muchos atenuantes ni fundamentos, sólo excusas y lamentos.
Es un momento clave para Azconzábal. El gran replanteo debe ser el suyo; también el de los dirigentes. Así es como se pierden no sólo las posibilidades de dar un salto de jerarquía, sino también se pierde la confianza. Hoy el Vasco es un técnico que ha quedado en deuda. Y diría que es una deuda muy alta, costosa y que tendrá que saldar con rapidez.