Una de las tantas incógnitas que se presenta sobre el coronavirus es si quienes ya han sufrido la enfermedad necesitan la vacuna o es probable que no vuelvan a infectarse.
Es la pregunta que los recuperados se hacen, mientras los especialistas se cuestionan si la vacunación logrará erradicar la enfermedad
Una de las tantas incógnitas que se presenta sobre el coronavirus es si quienes ya han sufrido la enfermedad necesitan la vacuna o es probable que no vuelvan a infectarse.
Según explicó al New York Times la inmunóloga de la Universidad de Toronto Jennifer Gommerman, “es difícil predecir quién sobrevivirá ileso a una infección” . Dadas todas las incógnitas -como la capacidad hospitalaria de una región o la fuerza de la respuesta inmune de una persona- elegir la enfermedad en lugar de la vacuna es “una decisión muy mala”, dijo. “La principal ventaja de una vacuna es que es predecible y segura”, advirtió. Y continuó: “Ha sido diseñada de forma óptima para generar una respuesta inmune efectiva”.
Las personas que son obesas o que tienen enfermedades como la diabetes son particularmente susceptibles a los casos graves de COVID-19. En promedio, el virus parece ser menos riesgoso para los jóvenes, y a las mujeres les suele ir mejor que a los hombres. Pero más allá de estas amplias generalizaciones, los médicos no saben por qué algunas personas se enferman gravemente y mueren mientras que otras no presentan síntomas. Por ejemplo, las personas que albergan ciertas mutaciones en los genes inmunes son más susceptibles a la enfermedad, según han demostrado varios estudios. “Así que hay un factor de riesgo que no tiene nada que ver con la edad”, dijo Gommerman. La diversidad en la respuesta inmunitaria de la infección natural podría deberse a las diferencias en la cantidad de virus a la que la persona estuvo expuesta. Con una vacuna, todo el mundo recibe la misma dosis. “Sabemos la dosis que se está administrando, y sabemos que esa dosis es efectiva para provocar una respuesta inmunitaria”, añadió Gommerman. “Así que eso se convierte en una variable que se quita de la mesa cuando se recibe la vacuna”.
Por su parte, Marion Pepper, inmunóloga de la Universidad de Washington en Seattle recordó que "no hay nada perjudicial en obtener un estímulo para una respuesta inmune que ya se ha tenido antes”. En tal sentido, argumentó que “podrías obtener una respuesta inmune aún mejor al aumentar la inmunidad de la primera infección con la vacuna”. De hecho, en una reunión el miércoles, Moncef Slaoui, asesor principal del operativo de vacunación de Estados Unidos indicó que" hasta el diez por ciento" de los participantes en los ensayos clínicos para las vacunas habían sido infectados con el virus sin saberlo y que sus respuestas inmunológicas a la vacuna están siendo analizadas.
Soy joven, saludable y no soy población de riesgo. ¿Por qué no arriesgarme a enfermarme en vez de recibir una vacuna aprobada de manera apresurada? Los expertos consultados por el periódico estadounidense fueron unánimes en su respuesta: el COVID-19 es de lejos la opción más peligrosa. “Está claro que una es menos problemática para la recuperación del cuerpo que la otra: hay más riesgo con la infección natural”, advirtió Pepper.
Y mientras el Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización -que hace recomendaciones a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los EEUU sobre la distribución de las vacunas- dijo en una reunión el miércoles que las personas que no habían sido infectadas deben tener prioridad sobre las que contrajeron el virus en los últimos 90 días, la representante de la Academia Estadounidense de Pediatría, Ivonne Maldonado, opinó que "en algún momento tendremos que averiguar si 90 días es el número correcto”, aunque por ahora, “las personas que tienen evidencia de infección recientemente probablemente no deberían estar en la primera línea de la vacunación porque hay muy pocas vacunas disponibles”. “Es cierto que la mayoría de la gente no va a ser hospitalizada, la mayoría de la gente no va a entrar en la unidad de cuidados intensivos o va a morir. Pero nadie es inmune a la enfermedad grave”, manifestó Maldonado.
Finalmente, Bill Hanage, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, destacó que hay un “rango dinámico masivo” en la respuesta del organismo, con una diferencia de 200 veces en los niveles de anticuerpos: en las personas que están levemente enfermas, la protección inmunológica capaz de prevenir una segunda infección puede disminuir en unos pocos meses y consideró que "esas personas podrían beneficiarse más de la vacuna que otras”. Además, dijo que las vacunas han sido probadas en decenas de miles de personas sin efectos secundarios graves, al menos hasta ahora. “Una vez que se comienza a vacunar a millones de personas, se pueden encontrar eventos muy, muy raros. Pero tenemos que saber que son muy, muy raros y mucho más raros que los eventos adversos asociados con la infección natural”, finalizó Hanage.