Por Ignacio Pellizzón
Los niveles de homicidio en la ciudad no merman desde hace diez años. Pese a la pandemia del coronavirus, las víctimas se acercaron a la alarmante cantidad de 2015, que culminaron en dos movilizaciones masivas al grito de seguridad y justicia.
Por Ignacio Pellizzón
Cinco chicos de entre 10 y 14 años fueron heridos de bala al quedar en medio de un tiroteo entre bandas en el barrio rosarino Nuevo Alberdi cuando una persona comenzó a disparar a mansalva con una escopeta. Según informaron fuentes policiales, sufrieron serias heridas por perdigonadas al quedar en la línea de fuego, en medio de una presunta disputa entre bandas.
Este lamentable hecho sucedió en noviembre del 2015, pero podría haber transcurrido en estos últimos días. Si bien ese año hubo 226 homicidios, no está muy lejos de los 206 contabilizados -al momento en que se escribe esta nota- en lo que va del 2020. La seguidilla de balaceras en distintas zonas de Rosario se naturalizó al punto de que este tipo de noticias ya no sorprenden, aunque siguen generando escozor.
En el último lustro se produjeron más de mil homicidios en la ciudad, según las estadísticas del Ministerio Público de la Acusación (MPA). En 2015 hubo 226, en 2016 (178), en 2017 (163), en 2018 (199), en 2019 (165) y en lo que va del 2020 se contabilizan 206 muertes, hasta el momento.
La guerra narco provoca hechos mafiosos a diario. En algunos casos, con mensajes intimidatorios y, en otros, con consecuencias que la propia sociedad no tolera. La horrorosa muerte de un bebé que recibió un tiro en la cabeza al quedar en medio de una balacera en barrio Godoy y que falleció en el Hospital de Niños Víctor J. Vilela, es un punto de inflexión que podría convocar a una masiva movilización al estilo "Rosario Sangra" como las que se produjeron en 2016.
Desde que el crimen organizado en la ciudad entró en la escena pública nacional, todos los años, todos los gobiernos envían fuerzas federales para tratar de controlar la situación. De hecho, a fines de septiembre se enviaron efectivos de la Policía Federal provenientes del Ministerio de Seguridad de la Nación y que forman parte del programa de Intervención Estratégica Situacional (IES), con la intención de armar un operativo de "saturación" junto con las fuerzas provinciales, pero los muertos se siguen contabilizando a diario.
El estallido de la batalla narco entre bandas y la disputa por el dinero de la droga y los territorios, elevó el número de homicidios duplicando las cifras registradas hasta el 2010, que se contaron un total de 97 muertes. Solamente tres años después, en 2013, la cifra escaló a una suma alarmante: 261 víctimas.
Detrás de cada muerte hay un entramado político y judicial. Desde que se tiró de la punta del ovillo, los nombres poderosos que comenzaron a salir en los medios de comunicación y que, en algunos casos, llegaron al banquillo de los acusados como el fiscal Ponce Asahad, que aún sigue detenido por estar vinculado al Juego clandestino, como el ex fiscal regional Patricio Serjal, también con prisión preventiva, son algunos de los ejemplos del Poder.
Mientras se determina si el senador por San Lorenzo Armando Traferri, quien lideraba el PJ en la legislatura provincial -hoy disuelto en varios bloques-, tiene implicancia no en los hechos que el fiscal Ponce Asahad le achacó con relación al juego clandestino y el vínculo con la banda Los Monos, los muertos en Rosario siguen aflorando ininterrumpidamente. La ciudad se sigue desangrando todos los días un poquito más al mismo tiempo que no merman los fallecimientos por Covid-19.
Pareciera que las batallas entre bandas no distinguen zonas ni horarios, pero en base a un mapa de la violencia elaborado por el diario La Capital hay algunos barrios que son el epicentro de la violencia donde se concentra diariamente el núcleo de los homicidios.
Por ejemplo, en la zona Norte de la ciudad, las áreas de mayor conflictividad medida en hechos violentos se producen en sectores de Nuevo Alberdi, Cristalería, La Cerámica, Parque Casas, barrio Fontanarrosa (Ex Zona Cero), indica el informe. También señala que en la zona noroeste se detectan lugares calientes en Empalme Graneros, 7 de Septiembre, Supercemento, Fonavi Mendoza y Donado, entre otros.
Por su parte, en la zona Sudeste, donde más se concentró el delito en la última década, se destacan los barrios como Tablada, Las Flores, 17 de Agosto y La Granada es del predominio de Los Monos con una alta concentración histórica. A su vez, hay un alto índice de hechos violentos en Parque del Mercado-Complejo Municipal-Tablada, es decir desde Saladillo hasta avenida Grandoli y Uriburu.
Otros barrios que se encuentran en el ojo de la tormenta son Ludueña, Barrio Godoy -donde le dispararon al bebé de ocho meses-, Triángulo, Bella Vista, Villa Banana e, inclusive, la ciudad lindera a Rosario, Villa Gobernador Gálvez, que pasó de tener un promedio de diez homicidios anuales hacia 2010 a triplicarlos en 2013/2015, apunta el mapa del diario.
Para el presidente de la comisión de Control, Convivencia y Seguridad Ciudadana del Concejo de Rosario, el concejal de Cambiemos, Roy López Molina, "el proceso de deterioro humano y social, vinculado a la violencia y a la narcocriminalidad, generó cambios en las conductas en nuestro desenvolvimiento, en el espacio público sino también disparó mecanismos de defensa. La naturalización o la invisibilización de algunos delitos, sobre todo aquellos que se producen en la periferia, es la estrategia a la que acuden muchos de manera inconsciente para poder vivir en una ciudad que en no más de 15 años comenzó a conocer realidades inimaginables como bandas organizadas copando territorios o sicariato".
"Esto, más allá de las políticas de seguridad que se establezcan, es una de las alertas que debemos encender, porque la naturalización inconsciente de contar todos los días muertos es un componente que, aun como mecanismo de defensa, conspira con la necesidad del reclamo y la movilización y el pedido de mayor seguridad, mayor justicia en Rosario", detalló.
Por otro lado, "también hay otro fenómeno que puede ir vinculado a este último y tiene que ver con el paladar negro de la narcocriminalidad y que se relaciona con los procesos de lavado de dinero. Es parte de lo que pareciera que se está destapando con la red de juego clandestino y que se está investigando", aseguró López Molina.
"Si bien el delito violento puede generar rechazo, preocupación, angustia, está acompañado por un nivel de tolerancia -por el desconocimiento- del producido de la cadena de venta de drogas o de juego clandestino, en este caso, que tiene que ver con ganar plata y luego insertarla en el circuito legal y que no parezca 'tan malo'".