Por Raúl S. Vinokurov
Históricamente los gobernantes sienten la necesidad de transmitir buenas noticias, de cualquier tipo y según la coyuntura, lo que no solo aliviaría alguna angustia o necesidad de la población sino además conseguir ganar consenso y buena imagen en los votantes como cuestión principal.
Hace meses estamos atravesando una situación complicada, preocupante y de incierto final en cuanto al tiempo, pero previsible en cuanto a futuras realidades. Muchas veces los dirigentes políticos advierten las inquietudes populares y elaboran o improvisan discursos o mensajes con contenido alentador, anunciando medidas, proyectos, decisiones destinadas a aliviar tales inquietudes y prometiendo soluciones a corto plazo. Y muchas veces también no saben que lo más prudente es el silencio.
Este año ha sido riquísimo en cantidad este tipo de discursos. Desde la presunción anunciada públicamente por el Ministro de Salud Nacional de que a nuestro país no llegaría el coronavirus le sucedieron gran cantidad de "buenas noticias" que a los pocos días eran desmentidas, o no se concretaban, o eran verdades a medias o se contradecían con otras vertidas pocos días después. Todo esto sin el menor pudor, arrepentimiento o pedido de disculpas una vez conocida la realidad que desmentía la buena noticia.
Hoy asistimos con muchísima preocupación a la nueva realidad de que estamos muy lejos aún de poder confiar en la tan esperada vacuna que nos libere de contagiarnos. Es sumamente probable que al presidente le den datos falsos o poco probables y que Alberto Fernández luego le agregue mucho de su propia cosecha y afán-necesidad de trasmitir esperanzas y buenos resultados productos de su gestión. Lamentablemente para todos, pueblo y gobierno, no consigue tranquilizar a nadie.
Anuncia fechas que no se cumplen, anuncian millones de vacunas que no sabemos si llegarán, le dieron un gran contenido ideológico y político a la única, tal vez, que podríamos obtener. La mitad de la población tiene dudas y muchos ya dijeron que no se aplicarán la vacuna de origen ruso. Por supuesto no existe a nivel masivo ningún tipo de conocimiento o información científica que justifique tales dudas y decisiones, pero este fue el resultado de la comunicación de nuestro presidente y/o sus funcionarios con el pueblo. Corresponde decir que tampoco tenemos información científica probada de la excelencia de los resultados que anuncian. Argentina, (argentinos) participó activamente en las fases de desarrollo de la vacuna de Pfizer y esa contribución aseguraba miles de dosis antes de fin de año. Pero ahora nos dicen que no hay acuerdo y por supuesto la culpa es del otro. Si agregamos reconocidos problemas logísticos o "problemas con los aviones" el panorama a corto plazo es desalentador. A pesar de los discursos, anuncios y promesas.
¿Alguien obliga al Presidente a anunciar cosas no definidas? ¿Alguien le explicó que su imagen positiva bajó más del 30% en los últimos 2 o 3 meses? ¿Alguien le explicó que la angustia popular crece, que el descreimiento crece, que los riesgos crecen? O será, como algunos opinan, que es un problema del Presidente su vocación discursiva y el no chequear la información o datos que le brindan sus colaboradores, léase Ministros, que le hacen cometer tamaños errores políticos y consecuencias difíciles hoy de mensurar a corto plazo.
Mientras tanto la pandemia persiste, ya nos hablan de rebrote o segunda ola, nos llaman a cuidarnos y ser solidarios y nos acordamos de Maradona, concentraciones alrededor del Congreso Nacional y varias situaciones más. Lamentablemente todo esto va camino a convertirse en el cuento del pastorcito, que cuando dijo la verdad ya era tarde, no le creyeron. Y así perdemos todos. El mundo ya comenzó a vacunar, a asegurar millones de dosis mientras nosotros acumulamos solo dudas en la vacuna que comenzamos a aplicarnos.
Necesitamos certezas, soluciones, necesitamos creer y superar esta crisis de salud pública con el menor daño posible de aquí en más. Cuestión que es mucho más compleja que cambiar algún Ministro.
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