Por Sandra Soltermann
El cartel no es un cartel cualquiera, es amoroso, está lleno de rulos y caracoles de tiza blanca, como algodones sobre campo verde.
Por Sandra Soltermann
Aromáticas Plantines Cúrcuma
Haga ver su oblea
P/muslo Pechuga
Pescado fresco para freír
Acá por la ruta, hay carteles de todo tipo. Los hay pretensiosos y seductores, de esos que quieren atraerte con sus cositas virtuosas. Entre los engreídos, están los de las caras de los tipos que aparecen solo para los tiempos de elecciones y saturan los postes de la luz y la paciencia. De ésos, mejor ni hablar. Y están los otros, los que tienen luces y chirimbolos, pero ésos tampoco me son interesantes.
A mí me gustan los caseritos, los que están hechos con lo que hay, de chapas o maderas como pizarrones, escritos con tizas y flechitas de para aquí o para allá. De ésos, se multiplicaron en este tiempo de encierro a medias, como se multiplicaron las promociones en el teléfono y los vendedores de todo tipo a toda hora. Ahora, muchos venden de todo un poco, lo que se puede. Tiempo de rebusques.
Algunos de los carteles son ocasionales y suenan sabrosos. ¡Ni te cuento las ganitas que te dan cuando las letras blancas chillan tentadoramente LOCRO EMPANADAS PASTELITOS!
Entre los temporales están también los de PALTAS 5x100, SANDÍA MELONES, o los de LEÑA QUEBRACHO CARBÓN. De ésos, me encanta cuando llega la época de los de FRUTILLAS DE LUJO o FRUTILLAS SÚPER. Aunque, confieso que me atrae siempre el de TRENZAS DULCES que está todo el año.
Unos, solo son para expertos, MORENA ANGUILA COLUDA, TRIPERO CASCARUDOS. De ésos, nunca sé si las morenas son las coludas o las anguilas lo son, o las coludas son coludas solas sin nada más.
El otro día vi uno que decía MALVINA CHULE y me desorientó un poco, era la primera vez que leía chule acompañando a malvina, por suerte al ladito no más, agregaba COSTELETA MARUCHA, y ahí sí más o menos. También están los que son una mezcla rara de todo en uno, MILAS DE POLLO ROPA MUJER Y NIÑOS, PAN Y MÁS. Y en estos tiempos dolorosos irrumpieron los de ACEPTAMOS TARJETA ALIMENTARIA junto con los de HAY BARBIJOS.
Hay uno que me encanta, aunque es un cartel apropiador. ¿Será que con ponerle un cartel a las cosas ya nos pertenecen? No, seguro que no. Algo más debe haber. La cosa es que alguien se adueñó del semáforo que está ni bien bajás el puente distribuidor y encarás por la ruta, el primero, ése, un semáforo como cualquier otro, qué se yo, nada diferente, le colgaron un cartel que dice así: SEMÁFORO DEL PAN. ZAPALLO CHICHA COMÚN. Del pan. Así.
El cartel no es un cartel cualquiera, es amoroso, está lleno de rulos y caracoles de tiza blanca, como algodones sobre campo verde. ¿Será que al nombrar algo lo hacemos existir? Debe ser que sí, porque desde ese cartel para mí el semáforo ya no es el mismo, ahora es ése semáforo. Amé el cartel desde que lo vi, aunque parezca un poco exagerado lo mío, sentí una fuerte atracción por él. Al fin de cuentas, ¡el amor es tan raro! Lo vi y pensé que no hay mejor destino para un semáforo que el de entibiarse con el del pan recién horneado.
Ella, la del cartel de tiernos rulitos caracoleados, se pasea con su canasta de paja con frío o calor, tempranito por la mañana y por la tarde, ida y vuelta por la vereda del medio que divide las dos manos de la ruta. Ida y vuelta como si el mundo se recluyera en ese medio de los que van y los que vienen. En lo que demora la espera en rojo, la he visto caminar decidida a tentar a los que pasan con los aromas de los panes que se asoman apenas de la canasta de paja. A mí me parece tan extraño lo del pan de zapallo, nunca probé. Uno de estos días le compro uno porque el que vende de chicha es rico, pero yo sé que ninguno es tan rico como el pan con chicharrón recién fritado.
Estoy convencida de que el semáforo no pudo tener mejor usurpadora que ella y sus panes okupas, porque cuando estás ahí esperando, el olor tibio se te mete en el cuerpo y sin pedir permiso te invade el estómago y va derechito a la memoria y ahí no más, en un ¡patatuf!, es como si los panes fueran los que hace mi mamá y la pelea fuera con mi papá por ver quién se come lo más crocante. Cosas de familia que le dicen. Parece que los olores, como los nombres, hacen existir las cosas y parece que ella, la de la canasta caminadora, sabe de eso. Sabe que el amor está hecho de pan.
Alguien se adueñó del semáforo que está ni bien bajás el puente distribuidor y encarás por la ruta, el primero, ése, un semáforo como cualquier otro, qué se yo, nada diferente.
Para mí el semáforo ya no es el mismo, ahora es ése semáforo... Lo vi y pensé que no hay mejor destino para un semáforo que el de entibiarse con el del pan recién horneado.