"Este golpe a mí no me saca de la cancha, pero sí me deja sobre la línea del costado y no se cómo viene el día de mañana", se lamentó Oscar Tzoiriff, un pequeño productor ganadero del noroeste provincial. Entre la noche del miércoles y la madrugada del día siguiente, una organizada banda de cuatreros le arrebató casi una sexta parte de su hacienda. "Para mi economía es prácticamente demoledor, me tira dos años para atrás o más".
Mientras habla se nota que lleva adentro una mezcla de dolor, bronca e impotencia. Él hace ganadería en un punto ubicado en el límite que divide a los departamentos santafesinos de San Cristóbal y 9 de Julio, en jurisdicción de la localidad de Montefiore y cerca de la provincia de Santiago del Estero.
"El lunes de la semana anterior llegué temprano al campo que arriendo y me habían roto el candado, calculo que con un cortafierro y un martillo. Habían entrado con un camión y se largó a llover. Zafé por eso. Lo se porque encontré las huellas. Fui a hacer la denuncia en el destacamento de la Guardia Rural Los Pumas, puse un candado nuevo y acomodé la hacienda, porque la habían dejado toda desparramada por cualquier lado", recordó la víctima.
Millones. La hacienda robada está valuada en aproximadamente 3 millones de pesos. "Eso es lo que yo tendría que pagar si quisiera comprarla ahora", explicó el productor.
Los delincuentes volvieron la noche del miércoles, nuevamente destrozaron el candado y se tomaron su tiempo para llenar el camión. "Llegué a las 6.30 como todos los días para trabajar y otra vez me encontré con el portón abierto, los animales desparramados, el cargadero sucio porque lo habían usado. Cuando pude contar la hacienda me di cuenta de que faltaban 42 vaguillonas preñadas y un toro de pedigree", relató el productor.
Desesperado, persiguió las huellas del rodado por aproximadamente 25 kilómetros hasta llegar a un camino de ripio, donde el rastro se perdió. "En la caminera de Palo Negro, que divide a Santa Fe de Santiago del Estero, me dieron que no pasó nunca un camión por ahí. Entonces fui para el sur, hacia Ceres. También hablé con los Pumas para hacer la denuncia", puntualizó el ganadero.
Como dato anecdótico, mientras los cuatreros cargaban el camión en el campo de Tzoiriff, otra banda de malvivientes locales le faenaba un animal a un vecino. "El abigeato no es nuevo en esta zona, en especial estos casos en los que te carnean uno o dos animales para abastecer a las carnicerías cercanas. Es un flagelo. La legislación es de 1820 y ayuda a salir más rápido de la comisaría a los delincuentes que a los productores, que tienen que llevar un montón de papeles para hacer la denuncia", manifestó.
"Estamos peleando contra un gigante que nos está noqueando. Los ganaderos estamos cada vez más en retirada. Tenés que tener guardias rurales nocturnos para que no te roben, pero eso hace inviable el negocio. Estamos en un estado de indefensión total. Estamos quedando afuera del sistema. Así se está perdiendo la cultura del trabajo de un sector. Nosotros somos gringos gauchos, pero ya hoy no hay más gente que quiera y sepa trabajar en el campo. Un agricultor con un empleado hace mil hectáreas. Nosotros necesitamos un peón cada cien novillos. Se está perdiendo esa fuente de trabajo, que es vital para el país. Estamos hablando de la carne, que es nuestro alimento máximo. De esta forma, cada vez se concentran más los capitales. Sólo quedan las estancias grandes", se quejó.
"Que te roben uno o dos cabezas por año es como un 'costo productivo' para nosotros. Vemos como normal algo que no tendría que serlo por ningún motivo. Ya la gente ni hace la denuncia en esos casos. Yo creo que es un error, porque de esa forma nadie se entera de lo que está pasando. La justicia tiene una deuda… y la policía también, pero sobre ella no hay que cargar tanto las tintas, porque, por ejemplo, acá hay cinco muchachos de Los Pumas para un distrito que debe tener 200 mil hectáreas. Es inviable", explicó Oscar Tzoiriff.