Con una alta demanda, impulsada por el confinamiento del 2020, tanto la demanda como los riesgos aumentaron de manera exponencial. Se trata de una embarcación accesible pero que manejada sin conocimiento puede ser muy riesgosa en el río.
Crédito: El Litoral
Ignacio Pellizzón | region@ellitoral.com
Desde hace más de diez años Rosario viene creciendo ininterrumpidamente en la actividad kayakista. Esto generó que, no sólo se transforme la ciudad en “la capital” del país, sino que se mantenga como una fuente inagotable de turistas que llegan para realizar distintas travesías o aprender a navegar.
El mercado se expandió de modo tal que desde hace más de tres años se vienen inaugurando guarderías exclusivas para kayaks. Cada vez son más las personas que se vuelcan a disfrutar del río navegando con sus propias embarcaciones.
Sin embargo, pese a ser embarcaciones más accesibles y transportables que una lancha estándar, la falta de experiencia y conocimiento sobre usos y costumbres en el río Paraná, sumado a la imprudencia de muchos conductores y conductoras, producen constantemente accidentes totalmente evitables.
La irrupción de la pandemia y el confinamiento estricto, que se extendió a lo largo de nueve meses de manera consecutiva, impulsó fuertemente la demanda de kayaks y generó que se dispare al mismo ritmo que las personas se movilizaron en masa a la zona norte de la ciudad para disfrutar de la playa y el río.
Según aproximaciones, en La Florida de Rosario, por ejemplo, hace más de dos años que hay un total de 600 espacios de guarda para kayaks ocupados, inclusive, hay una lista de espera que supera las 50 personas, con lo cual demuestra que es una actividad que llegó para quedarse y seguir creciendo.
Con la singularidad de haber estado muchos meses encerrados, las rosarinas y rosarinos este verano están “a full” utilizando los kayaks, contó a El Litoral, Diego Algraín de la Escuela de Kayak Alma de Río en Rosario. “La verdad que la gente después del aislamiento, cuando se habilitó la navegación, se dio cuenta que quería disfrutar de la naturaleza, por eso hay un boom de personas los fines de semana”.
Con una alta demanda, el costo de los kayaks usados –los más requeridos- alcanzaron un precio similar a lo que cuesta una embarcación nueva. Por el auge de salir al río y cruzar a las islas con amigas “hay mucha demora de entrega”, señaló Algraín. Actualmente, un kayak oscila entre los 40 mil y 90 mil pesos, aproximadamente. Las guarderías, por su parte, tienen un costo mensual que comienzan en los 650 pesos y se estiran, en algunos casos, a más de mil pesos.
Según indica el titular de la Escuela de Kayak Alma de Río, “es importante iniciarse en una escuela para aprender”, advirtió y agregó: “Hay muchas y muy buenas en Rosario. Es la forma más segura y conveniente de comenzar a usar un kayak, porque ahí es donde uno también empieza a probar los distintos botes y ven cuál es el que mejor les queda para salir al río, que tiene su cierto riesgo”.
En base a averiguaciones que realizó este medio, una clase de iniciación cuesta unos 800 pesos o unas cuatro clases rondan los 1.600 pesos. En el caso de las personas que ya poseen un kayak propio, el costo de una salida oscila en los 300 pesos u 800 pesos el mes, aproximadamente.
Los kayakistas rosarinos denuncian estar cansados de la imprudencia de quienes conducen las lanchas que trasladan a pasajeros desde el corredor La Florida hasta las islas. También se detecta los fines de semana mucha imprudencia de kayakistas que ni siquiera portan una luz cuando retornan al atardecer. El combo es peligroso.
Para Algraín, además de personas inexpertas que se lanzan a navegar sin conocimiento ni respeto por el río Paraná, “hay, también, cierta irresponsabilidad de quienes alquilan un kayak a alguien que no tiene conocimiento sobre cómo usarlo, que no conoce muy bien el río, que no sabe que es peligroso y que hay que respetarlo”.
Si bien los fines de semana hay mucho tránsito en el rio, muchas lanchas y barcos, “estamos notando más control de Prefectura, por suerte”, agregó. Sin embargo, la preocupación sobre posibles nuevos accidentes, que podrían ser totalmente evitables, se mantiene latente.
En enero, por ejemplo, un hombre resultó herido luego de colisionar su kayak con un taxi lancha. Ese mismo mes, dos personas denunciaron que fueron chocadas por una lancha de pasajeros mientras se encontraban en el río Paraná. La pareja de kayakistas resaltó que la lancha logró tumbar su bote y la embarcación los pasó por encima.
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