Por Milagros Alegre
Carta a Coco Sahda
Por Milagros Alegre
Quienes estuvimos presentes físicamente y quienes lo hicieron a través de su corazón, te despedimos con un aplauso, en ese mismo momento mis ojos se llenaron de lágrimas de orgullo.
Todavía no puedo creer la cantidad de mensajes, llamadas, comentarios y homenajes que leí, sin dudas todas aquellas palabras envolvieron mi corazón y el de toda mi familia; tampoco puedo dudar de la huella que dejaste en aquellas personas, ni mucho menos en la huella que dejaste en tu familia, en tu hermano, en tus hijas, en tus sobrinas y en tus nietos.
Gran persona y gran abuelo por donde lo mires, gracias por darnos en cada pequeña cosa una lección de vida y un aprendizaje sobre la misma.
Me enseñaste mucho, y no solo del arte, el cual no es mi mayor fuerte, sino de las pequeñas grandes cosas.
Voy a llevar conmigo cada sábado de palomar y Triferto, cada pincel y lápiz de color, cada dicho y anécdota, cada keppe y comida de la grandiosa Eldi, cada "llévate a esta loca" y cada té aburrido.
Dejaste un gran legado en todos los sentidos.
Te voy a extrañar todos los días y voy a llevarte en mi corazón con mucho orgullo, al igual que llevo mi pantalón.
Acordate que aquel jueves 21 de enero te prometí que iba a estar acá, y que te iba a esperar para tomar un té aburrido, me dijiste que ahora no solo iba a ser un té aburrido, sino que iba a ser acompañado con exquisiteces; y acá estoy, te estoy esperando para tomar ese té aburrido, de hecho, el té aburrido ya está en la mesa.
Pinta el cielo de colores y brilla como siempre lo hiciste.
Hoy tengo otra gran estrella que me cuida desde arriba.
Aclaro que, al que no le guste, mejor.