Eduardo Wagner, secretario de Emergencias y Traslados de la provincia de Santa Fe
Eduardo Wagner, secretario de Emergencias y Traslados de la provincia de Santa Fe, contó en primera persona sus peripecias a un año del inicio del Aspo. "Hay que fortalecer la mente o cabeza para poder seguir ayudando al prójimo", sostuvo.
Eduardo Wagner, secretario de Emergencias y Traslados de la provincia de Santa Fe
Utilizo el termino "preso" porque por más que estás en tu casa estas privado de la libertad (algo esencial en las personas), ya que primero pasé 15 días de aislamiento por ser contacto estrecho y luego 10 días por contraer la enfermedad.
Contraje la enfermedad en febrero de 2021, y una semana antes había recibido la primera dosis de la vacuna, seguramente estaba incubando la enfermedad y coincidió con la administración de la vacuna.
Fue y es todo distinto lo vivido y seguramente lo será pospandemia, pero hay que fortalecer la mente o cabeza para poder seguir ayudando al prójimo y no caer en alteraciones emocionales que nos paralicen para pensar y desarrollar actividades a la que estamos acostumbrados o a las que esta pandemia nos permita.
Predecir lo que vendrá es muy incierto, si cambios emocionales que tendremos que controlarlos para evitar consecuencias no deseadas y en algunos casos muy traumáticas. Es lo que nos tocó y tendremos que sobreponernos como nos levantamos de otras pandemias y/o catástrofes humanitarias, y sobre todo tomando como ejemplo grandes calamidades o guerras que han pasado países en forma puntual y pudieron reconvertirse.
Como se dice habitualmente: la vida continua y hay que seguir, pero debemos seguir con fuerzas y estabilidad emocional para ayudar y disfrutar lo que nos quede de vida, sobre todo con calidad.
No debemos caer en una sociedad del egoísmo, consumismo y del vale todo. Vivimos en un contexto globalizado al que debemos adaptarnos para sobrevivir. La globalización supone una reestructuración vital, una exigencia de adaptación a nuevas formas de vida que pueden resultar, incluso, indeseables, inesperadas o, lo que es peor, impuestas.
Somos las personas quienes sufrimos las consecuencias de este proceso que desiguala, excluye y fragmenta. Desde la dimensión personal y social, vivimos en una sociedad donde se escucha decir que "la vida es un ratito" o "la vida es corta", prevaleciendo el "vivir al día" y satisfacer aquello que nos permite alcanzar la felicidad personal.
Cada vez nos volvemos más individualistas, lo particular y lo personal adquiere mayor importancia que lo compartido o colectivo y, por lo tanto, disminuye la solidaridad. La desconfianza en el otro es otro rasgo característico del individualismo. Se consume o se utiliza en función de lo que proporciona agrado o satisfacción.
Nos convertimos en consumidores de la experiencia ajena. Nuestro estilo de vida se proyecta continuamente hacia el exterior. Ante esto es necesario la educación en valores que permita a la persona orientarse ante esa pluralidad. Pero como no todo es igual de bueno o vale igual, la educación en valores debe desarrollar las capacidades de juicio que permitan a la persona pensar en términos de entendimiento y tolerancia, de justicia y solidaridad, comprender críticamente la realidad, así como fomentar también aquellas disposiciones que permitan hacer coherente lo que se piensa con lo que se hace.
Para respaldar este relato, estos son algunos ejemplos de la vida cotidiana:
-Egoísmo de los hijos hacia los padres y viceversa.
-Hijos: viven en su mundo, exigen cada vez más y se aíslan con la tecnología.
-Padres: dejan sus hijos al cuidado de terceros para viajes de placer.
Este es un relato de mi vivencia en consultorio con los pacientes adultos mayores: entra el paciente solo al consultorio, se sienta para ser interrogado y escuchado y se le pregunta si tiene hijos, responde que sí y se le pregunta porque no lo acompañan y responde que no pueden porque están ocupados y no tienen tiempo.
-Reflexión: si no tenemos tiempo para nuestros padres que nos dieron la vida que nos queda como ser humano.
-Consumismo: queremos tener lo último que salió al mercado y en ocasiones decimos si aquel lo tiene porque yo no.
-Vale todo: aquí el mejor ejemplo es el comportamiento en la vía pública con el manejo de vehículos.
Llevamos a nuestros hijos como paragolpes en la moto o auto, no avisamos mediante acciones lo que vamos a hacer, no respetamos velocidad, semáforos, tocamos bocina o aceleramos cuando va cruzar un peatón, estacionamos donde se nos da la gana, etc.
"Al morir nada material te llevas, ´EL TIEMPO` es el tesoro más valioso que tenemos porque es limitado. Podemos producir más dinero pero no más tiempo. Cuando le dedicamos tiempo a una persona le estamos entregando una porción de nuestras vidas. El mejor regalo a alguien es tu tiempo y siempre se les debe dar a la familia y a los amigos", decía Alejandro El Grande.