Tomás Rodríguez
Fue en 1939 y se constituyó en una de las tantas hazañas de este notable e histórico santafesino. Su nombre no se borrará jamás y surgirá siempre vivo en los anales de nuestro deporte.
Tomás Rodríguez
El 23 de febrero de 1939, el nadador santafesino Pedro Francisco Antonio Candioti, representante del Club Náutico El Quillá, estableció su quinta plusmarca mundial de permanencia en el agua con un registro de 100 horas 33 minutos al unir San Javier con la rampa de Regatas Santa Fe, ante una multitud que bordeaba la costa en la laguna Setúbal, brazo del río Paraná, ovacionaba y aplaudía la hazaña del notable y valiente deportista local.
El primogénito varón del matrimonio que formaban Pedro Celestino Candioti y Elena Ferreyra, nació un día de julio de 1893, siendo su tatarabuelo, "El Príncipe de los Gauchos", Francisco Antonio Candioti; tronco criollo de la familia que se inicia antes de que naciera la patria y que se hace argentino poniéndole el hombro a la Independencia Nacional que recién empezaba.
Don Pedro, como lo llamaba el pueblo, fue una arquetípica figura que llenó de orgullo a Santa Fe; mostró sus valores naturales y espirituales, su paso por Velocidad y Resistencia, Kimberley y Náutico El Quillá como deportista y dirigentes, lo catapultaron y transformaron como un hombre excepcional. Su primer récord mundial lo consiguió en 1923 con una marca universal de 26 horas y un minuto.
El récord de permanencia en el agua –que fue logrado por Candioti con anterioridad cuatro veces- estaba en poder del estadounidense Morris Kellan desde hacía ocho años, con 96 horas. El grupo de trabajo y de amigos del santafesino programó entonces un nuevo intento de 264 kilómetros desde San Javier hasta el Club de Regatas Santa Fe.
Se estudió profundamente y con una serie de detalles se estudió el recorrido integrándose de esta manera: director del intento: Dr. Julio Hachmann; fiscalizadores: Israel Cirelli, Pedro Bayugar y Francisco Micheltorena; médicos: Dres. E. Agudo Franco y Carlos Vera Candioti; capitán de remeros y nadadores: Juan Manuel Vera Candioti; acompañantes: Ramón Perazzo, Pedro Acosta, C. Vera, Antonio Barceló y Aníbal y José Niklison; remeros: A. Malone, Pirito Marra, Roberto López, A. Sánchez y J. Quiroga.
Los nadadores competitivos se desarrollaban, en general, dentro de clubes que no estaban destinados específicamente a la natación; algunos iban por los espacios abiertos y se fascinaban con la búsqueda de Enrique Tiraboschi, un italiano que se les animaba a las grandes distancias y que daría mucho que hablar en la década siguiente; imparables y osados, esos nadadores se ganarían el aliento de la gente al salir a quebrar récords en los años que vendrían.
Pocos recogieron tanto cariño como el santafesino Pedro Candioti, un símbolo de constancia, de potencia y de que en ese tiempo aún era posible de desarrollarse como multideportista. Todavía estaba más cerca del fútbol (juez de línea y colaborador de Colón), el atletismo (fundador y presidente de Velocidad y Resistencia) y el remo en 1916, cuando mostró sus virtudes a bordo de un bote y, en aguas del Tigre, Club La Marina, le dio el primer campeonato argentino a Regatas Santa Fe; su socio de tenacidades fue Pedro Mirassou, quien luego brillaría en escenarios bien diferentes del agua: era tenor.
Tampoco Candioti restringió sus inquietudes al deporte; se graduó como farmacéutico, profesor de química, perito químico y profesor de educación física. También el campo del conocimiento era para él un río o un mar sin límites.
Candioti cada vez era más orgullo de Santa Fe, capaz de nadar desde su ciudad natal hasta Coronda, Puerto Aragón (104 kilómetros) a Rosario para demoler cualquier plusmarca preexistente y para bracear hasta la felicidad. Gente como esa avisaba que como una invitación y un misterio que jamás termina, el agua siempre estaba esperando.
El "Tiburón del Quillá" quería ganarse más que vencer al agua; igual, el liquido elementos debió sentirse dignamente cuando el 23 de febrero de 1939, ese hombre de 46 años, terminó de unir las ciudades de San Javier y Santa Fe con un récord de permanencia del agua que se enteraron en muchas fronteras lejanas; nadó 100 horas 33 minutos.
Las hazañas de Candioti iban y volvían ante una sociedad que se convencía de que siempre intentaría una más grande; probó varias veces nadar desde Santa Fe hasta Buenos Aires, juntó ciudades distantes con la fuerza de sus brazos y, con sus amigos de sueños, fundó el 28 de abril de 1938 el Club Náutico El Quillá, un nombre de origen guaraní tomado de un animal que vivía en las costas de los ríos santafesinos (nutria acuática, de hábitos crepusculares, anfibia de gran velocidad y destreza en el agua).
La palabra Quillá –en el apogeo de Candioti- hasta salió en la revista "Time" de Estados Unidos, que, pasmada por lo que el santafesino se proponía y lograba, le dedicó una nota especial en 1943.
El prestigioso nadador de aguas abiertas en larga distancia fue el más prestigioso, pero no el único que desafiaría esas pruebas en dicha época. Lita, la hija del nadador Enrique Tiraboschi, emprendió bravos y buenos raids; otra cosa eran las piketas, desde donde la Argentina conseguía consensos para reformar algunos aspectos del reglamento del waterpolo y donde, por supuesto, las figuras de Alberto Zorrilla y Jeannette Campbell provocaban admiraciones y no comparaciones.
No estaban solos: Guillermo Zeissi, Alicia Laviaguerre (la única argentina que venció a Campbell), Carlos Sos, Margot Ballantine, Juan Carlos Roncoroni, Sebastiàn Dibar, Carlos Campins, Riberto Peper, Carlos Costa, Celestino Martìnez, Dora Rhodius, Ursula Frick, Mariano Pombo, Jorge Christensen, Guillermo Panelo, Josè Marìa Durañona (que extenderìa sus grandes desempeño en la década del '40 del diglo pasado) y Susana Mitchell (reiterada campeona en saltos ornamentales) hacían marcas que superaban a otros registros y hasta algunos llegaban a la preciada tapa del semanario El Gráfico.