Las comunicaciones, una necesidad. El exceso, una enfermedad. Negarlas... una necedad. Esto es casi un dogma de los consejeros en comunicación. De eso viven. Todos los funcionarios del Estado precisan/ usan/ dependen de un "consejero", un lenguaraz, un traductor. El pajarito existe como herramienta de gobierno, para qué ocultarlo...
Partamos de un supuesto muy posible. Alberto Ángel Fernández, el porteño… y abogado, nació (para la instrucción sistemática) en un siglo sin estos mecanismos de múltiple entrada e instantaneidad en las comunicaciones. Era muy otro el relato. Otros tiempos, diferente velocidad para el encubrimiento y el desparpajo. Distintos reflejos. No es un digital original. No lo será jamás.
El mismo argumento cabe para Cristina Elizabet Fernández de Kirchner, la muchacha del arrabal platense. También para Omar Ángel Perotti, el contador rafaelino, como para Roberto Miguel Lifschitz, el ingeniero rosarino.
Distinta circunstancia, distinto el mundo para, por ejemplo, Kicillof y/o Javkin. Comandos diferentes en los dos hemisferios, derecho e izquierdo. Eso es inapelable.
La ausencia o abundancia de neuronas útiles es otra cuestión, no estamos refiriéndonos a genética y el azar del entrecruzamiento de los pares, sino de elaboración de pensamiento combinado, esa súper gestalt que nos domina y ampara.
Los seguidores en la cuenta del pajarito de uno y otro (Fernández / Perotti) mantienen la escala protocolar de más de dos millones para "el Alberto" y algunos miles en el caso del gobernador, que pierde / gana en la confrontación con sus opositores en la provincia.
La rivalidad del abogado porteño es con el ingeniero tandilense, acaso menos chapucero para el uso, pero mucho menos creativo y dispuesto que el abogado porteño. También pierde / gana.
¿Convienen las horas y los días dedicados a la respuesta rápida y la "viralización" de un pensamiento efímero? ¿Es este el eje del facto político?
La sustancia de un gobierno, como del aparato opositor, va por un lado que, es cierto, se mezcla con los dichos, los relatos, las mínimas mentiras redactadas en su nombre; pero apuntan a sostener algo más que un triunfo viral.
La sustancia del Estado apunta a los actos y la fiscalización. Uno gobierna, otro controla. Es difícil, poco menos que "minusvalidar" un gobierno, sostenerlo como una confrontación en las redes y una ocurrencia más o menos graciosa reproducida en la cuenta del pajarito.
APRESURADOS Y RETARDATARIOS
Acaso Trump sea un buen ejemplo del alma entera dedicada a contestar en las redes. El alma de Trump ya está en la historia canora de Twitter. Tenía una ventaja, mentían por él en el mismo tono, tal y como si dictase. Pero caramba, son sus actos de gobierno los que definieron su circunstancia. No perdió por el pajarito. El avecilla dejó constancias. Eso fue posible.
¿Cómo mienten los consejeros, con qué velocidad y a qué costo en fama y renombre, en aceptación, cómo se comportan los que relatan y debaten en nombre del presidente… de su rival… cómo aparece la diferencia de los dos hombres enfrentados en Santa Fe...?
Cuidado. Corrección. Guardemos las formas del protocolo y la circunspección. Los funcionarios elegidos por el pueblo no abjuran, no mienten. Acaso ni exageran. Tal vez ni dicten. Seamos prudentes y benévolos.
El político porteño pertenece a la más rancia patología del abogado amenazante a la mañana, componedor a la tarde, olvidadizo por la noche, con la indulgencia del fin de la jornada porque... mañana será otro día, quiero ver el escrito, hagamos un exhorto, fíjese en los plazos... El abogado porteño, Fernández, omite al día siguiente sus promesas del día anterior. La vida comienza mañana. Hay muchos ejemplos.
El ingeniero tandilense fue, es y será un alegre joven mundano que tiene clara su inconciencia y la posibilidad de vivir, convivir con ella, con esa inconciencia, a toda hora. No nació para depender de un pajarito. Eso se advierte. Sube y baja, acierta y desconcierta. Aparece y desaparece. Es lo suyo, la usual inconstancia del / por el deber asumido. No le importa qué vida comienza mañana. En eso es tan límpido... una inconciencia transparente lo acompaña. Es su aura.
El pajarito (de ambos) es un indicador real de sus relojerías en el hemisferio izquierdo. La cronología de sus dichos da su carácter.
El pajarito denuncia claramente la personalidad. Perotti lo entiende como un súper informador de sus actos de gobierno, con el protocolo y las formas con las que vive. Lifschitz es un contragolpeador que ahora habla -en Twitter- de temas que antes, como gobernador, no mencionaba. Dólar y economía, narcotráfico y delincuencia, fiscales y ministros complicados...
Asombra la disciplinada tropa de "retuiteadores" de uno, Lifschitz, con la desordenada y mínima tropa de Perotti. Son señales. Hablan del pasado, del presente... y del porvenir. Qué apuesta cada uno. Cómo gobiernan y qué afrontan como tarea diaria.
Seguir a los dos hombres fuertes del Senado provincial (Michlig, radical y Traferri, peronista) es advertir el manifiesto desdén por lo que sucede en las redes, en los medios, en la sociedad, en el mundo si no les toca el cuero. Es un modo, como cualquier otro. Hasta se entiende la diferencia que entraña la palabra madre, la palabra central: territorialidad. Deben vigilar su territorio, sus votos, como un sitio terrenal, visible y "face to face". No es cuestión de pajaritos. No señor.
Debe repetirse: el Siglo XX dejó dos deudas. Justicia Social irresuelta, el peronismo fracasó. Democracia Imperfecta, el radicalismo fracasó.
El Siglo XXI agregó Código Narco ("cumplís y todo está bien, no cumplís y te mato"). El Código Narco instaló la Violencia Urbana y lo basal: Corrupción Estructural.
Revisar sin prisa y sin ceguera todos los detenidos, muertos y enriquecidos, junto al comportamiento público de este siglo, elimina excusas. "Todos es todos". Son cinco ejes desgraciados. Están visibles.
La peste quitó la sábana. Desnudos frente al virus cada quien atiende su juego. No es posible desprender lo dicho de CFK, del comportamiento del abogado porteño, de sus ministros, de las pasividades provinciales, de la posibilidad de convertirse en franco tirador que tiene cada opositor. El pajarito testifica.
Hay excesos risueños. Un periodista que sostiene, "mis tuiters voltearon un ministro". Un gobernador de territorio feudal que dice: "yo me manejo con lo que quiero, no me jodan". Rarísimo. El Ego crecido, el paisaje sin pájaros. Risa... y tragedia.
Cuando no hay libertad el tuiter es un arma libertaria; en democracia la puerta para el exceso, la distracción y la infamia. No se gobierna con / por el pajarito. Los gobernantes deberían / deben saberlo muy bien.
Alberto Ángel Fernández, el porteño… y abogado, nació en un siglo sin estos mecanismos de múltiple entrada e instantaneidad en las comunicaciones. Era muy otro el relato. Otros tiempos, diferente velocidad para el encubrimiento y el desparpajo.
Asombra la disciplinada tropa de "retuiteadores" de uno, Lifschitz, con la desordenada y mínima tropa de Perotti. Son señales. Hablan del pasado, del presente... y del porvenir. Qué apuesta cada uno. Cómo gobiernan y qué afrontan como tarea diaria.