Ezequiel Campa, el creador de Dicky del Solar, regresa este jueves al Centro Cultural Provincial con una versión renovada de “Cheto y choto”, espectáculo con el que ganó el Estrella de Mar 2021.
Gentileza producción Campa estaba muy ansioso por el regreso a los escenarios: Con el correr de las funciones me fui relajando y rápidamente empecé a sentir que el show está en su mejor momento .
Ezequiel Campa vuelve a Santa Fe con su unipersonal “Cheto y choto”, ganador del premio Estrella de Mar 2021 a Mejor Stand Up. Será este jueves a las 21 en el Centro Cultural Provincial (Junín 2457). Las entradas están a la venta a través de www.boleteria.com.ar, o en la boletería de la sala, de 14 a 20.
El Litoral dialogó con el artista sobre el espectáculo, el boom de Dicky del Solar, su vivencia de cuarentena y su próximo participación televisiva.
Etapas
-“Cheto y choto” empezó en 2019, obviamente sufrió las restricciones y cortes de la pandemia. ¿Cuánto cambió el show en este tiempo?
-Soy muy obsesivo con muy laburo, y trato de que cada función sea mejor que la anterior; siempre estoy cambiando el material, buscándole mejores chistes, mejores remates. Para mí el material (como le llamamos los comediantes) es algo que tiene vida propia, que son las funciones. Me pasa, incluso en shows anteriores, que en la última función me estoy subiendo al escenario y se me ocurre algo que en los dos años anteriores no se me ocurrió nunca.
Siempre un show es la versión mejorada de la función anterior. La última vez que estuve por allá fue hace más de un año, así que supongo que debe estar muy mejorado. Igual me pasa que me escribe gente: “¿Es lo mismo que la vez anterior?”. Mi respuestas es: “A ver, decime un chiste de la vez anterior”. Lo que quiero decir es: “Paguen dos veces y vengan”. Se van a divertir igual: es como cuando vos vas a ver una banda: aunque no hayan sacado un disco nuevo, si te gusta la vas a ver igual.
-¿Cómo viviste el momento de poder volver a los escenarios? Que vino con premio, como es el Estrella de Mar.
-Al principio era con mucho miedo. Por un lado tengo mala memoria, pensaba que no me iba a acordar del monólogo. Y lo otro que me pasaba era el miedo del futbolista que vuelve de una lesión y nunca más puede ser lo que supo ser: “¿Mirá si pasa la pandemia y ya no soy un tipo gracioso, o a la gente no le importa lo que tengo para decir?”. Así que estaba muy ansioso. Con el correr de las funciones me fui relajando y rápidamente empecé a sentir que el show está en su mejor momento, porque las funciones están saliendo increíbles: creo que hay muchas ganas de parte de la gente de salir, de divertirse, y eso alimenta mucho el show. Porque el stand up no lo hace solo el comediante: el público tiene un protagonismo especial.
-¿Cuánto más fácil es para volver a girar este formato donde sos vos arriba del escenario y uno o dos técnicos? Reactivás más rápido que otras propuestas escénicas.
-Sí, obvio: el stand up siempre, desde antes de la pandemia, corre con la ventaja de que los requerimientos de producción son mínimos, no se me ocurre otro género que requiera menos cosas. Lo único que requiere menos es un video que hiciste y lo subís. Pero el stand up siempre fue el comediante arriba del escenario: así que viajo, soy mi propia burbuja, no tenemos un gran equipo. No se me ocurre tampoco un formato más seguro: voy en mi auto, a mi hotel, hago la función y me retiro: le ganamos un poco a este quilombo.
-Entre agosto y octubre hiciste “Cheto y choto y Solari”, tres funciones en streaming. ¿Cómo fue esa experiencia de stand up sin la respuesta directa del público?
-Lo quise hacer lo más parecido a la función de teatro posible, así que lo filmé en el Chacarerean, un teatro de Palermo en el que me presento. Lo que hice fue decirle al pequeño grupo de la parte técnica que se comporten como público real: que se rieran, para tener una referencia de timing.
Después tomé la decisión de agregarle risas grabadas, que si bien a priori uno puede estar estética o ideológicamente en desacuerdo, cuando ves el show con el silencio del teatro es una porquería. Dentro de todo el quilombo nos parecía que lo menos peor era ponerle risas; que las pusimos donde van, y aparte usé risas de otro especial mío que grabé en Rosario hace algunos años: son risas reales.
-Y de público tuyo.
-Claro, un híbrido re copado, y a la gente le encantó. Así que bueno, si se vuelve a cerrar todo, vamos a desempolvarlo y hacer más funciones.
Personaje del año
-Antes de todo esto, como en otra vida, 2020 había arrancado con un chancho en una pileta y con un hecho trágico vinculado al mundo del rugby, que sumado a cosas que pasaron después sumó al despegue de Dicky del Solar.¿Cómo viviste ese éxito, y qué devoluciones tiene este personaje de las experiencias del público?
-Cuando fue el asesinato de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell hacía dos años o más que hacía ese personaje. Fue un momento en el que mucha gente que por ahí lo había visto de reojo o no le había prestado tanta atención se empezó a dar cuenta y decir: “Che, pará: hay alguien que viene hablando de la violencia de los rugbiers hace varios años”. Entonces lógicamente cobró una magnitud que tal vez antes no tenía.
En su momento estuve en contacto con la gente del círculo de Fernando, porque se había generado una pequeña polémica. Mucha gente que no sabía decía: “Uy, cómo vas a hacer ahora este personaje”; básicamente gente que es muy estúpida. Hablé con el círculo de Fernando y estaban agradecidos de que alguien hable del tema, y que sea con humor.
Hoy Dicky se ha transformado en un opinólogo de cualquier tema que ande dando vueltas; ya trasciende al mundo del rugby. Y te diría que la repercusión es increíble, estoy orgulloso de lo que sucede. A diario me llegan mensajes de gente vinculada al rugby: agradeciéndome, diciendo que el personaje les permitió hablar de un tema bastante silenciado como es la violencia. Se dan cuenta de que hay Dickys del Solar en sus equipos o sus clubes, y les permite poner blanco sobre negro y hablar del asunto.
Después hay un grupo muy minúsculo de gente del rugby que no entiende nada. Me cuentan, o me dicen: “Tengo un amigo que juega al rugby y dice que este personaje le hace muy mal al deporte”. Esa es la gente más estúpida de todas, y quizás la que se siente más interpelada: porque si amás al deporte y ves a Dicky del Solar lo que tenés que decir es: “Pará, existen personas así, y no deberían existir”. No lo deberían ver como un problema para el rugby sino que sirve para erradicar esas prácticas.
-A tomar distancia de esas actitudes.
-Claro. Si el día de mañana apareciera alguien haciendo humor acerca de que hay muchos comediantes violentos, es una estupidez salir a decir “no, eso le hace mal a la comedia”. No, al contrario, es lo mejor que le puede pasar, porque es una forma de hablar del asunto y generar cambios.
-Como decías, trascendió al rugby, porque más allá de los chistes de los Pumas con las empleadas domésticas, también pasó con Catherine Fulop, o los que metían las empleadas al country en el baúl del auto. La realidad le fue compitiendo a Dicky.
-Creo que toca la fibra del facho que todos tenemos adentro. Yo lo hago pero no para demostrarle al mundo que estoy en la vereda opuesta; obviamente que ideológicamente sí; pero no para caer bien parado: “Miren todas las miserias que tiene Dicky del Solar, y yo en la vereda de enfrente”. No: sé que hay un montón de cosas que las tenemos todos. Todo podemos llegar a ser un poco fachos, todos podemos llegar a odiar o que no nos caiga bien alguna minoría; todos podemos llegar a tener algún rasgo de violencia. Me parece que mi tarea como comediante es lograr esa universalidad.
En los bordes
-Justamente venís explorando el costado más border o más negro del humor. Alguna vez dijiste que no tiene que haber límite; que lo importante es que el chiste o el pase de comedia sea muy bueno, ese es el límite. ¿Cómo se manea eso, entre irse al carajo o estar dentro de lo válido?
-Irse al carajo no es necesariamente gracioso. Creo que ofende mucho más un chiste que no hace reír que un chiste sobre un tema tabú. Algo deja de ser gracioso no porque sea tabú, sino porque algo ha cambiado en la sociedad, entonces todos coincidimos en que ese chiste ya no es gracioso. Pero no es por una cuestión ideológica o cruzar un límite o no; si no porque se produjo un cambio en la sociedad y ya no nos reímos de eso.
Lo escuchaba el otro día a (Alejandro) Dolina hablando del lenguaje inclusivo, y decía que la gente lo va a adoptar cuando sucedan cambios profundos en nuestra sociedad que repercutan en nuestro lenguaje; que es muy difícil hacerlo al revés: intentar imponer un lenguaje de antemano. Con el humor pasa lo mismo: de a poco vamos cambiando; no sé si la palabra es progresar, pero podemos hacer algo parecido a cierto progreso, y hay cosas que dejan de ser graciosas.
Después hay otro tema: no tengo el registro de alguien que me haya dicho “che, eso que vos decís a mí me ofendió”. Las pocas veces que me pasó fue gente hablando en nombre de terceros, nunca es el interesado; es gente a la que le gusta ofenderse. De eso se habla poco: a la gente le gusta mucho ofenderse: cree que ofenderse es haber pensado, incluso peor, que ofenderse es tener razón. Y que ofenderse es algo grave: no es tan grave. Y hay cosas para todo el mundo: si no te gusta o te sentís ofendido seguí de largo y consumí otra cosa. No vas caminando, pasás por una panadería que no te gusta y le gritás: “Tus medialunas son una...”, no, vas a otra panadería y listo. Te reirás con otra comedia.
-Cuando el humor “rasca” está mostrando ese juego de avance y retroceso social. Vos te reconocés fan de Sarah Silverman y Louis CK, que desde la incorrección política te transfieren el problema de si el racista o el malvado es uno.
-Detrás de todo eso hay un fenómeno que tiene que ver con la masividad. En los últimos años el stand up se volvió muy masivo en el mundo; entonces empieza a llegar a un público general que no es el público duro del stand up. El stand up nace, sucede y se crea en circuitos de bares, de clubes de comedia en Estados Unidos y en Europa; acá intentamos replicar un poco eso.
Cuando laburás en un bar lo hacés para un público muy reducido, que por ahí ya te conoce y viene a escuchar cosas del estilo que ya hiciste, y te reconocen por ese estilo. Y hay un código: estoy yendo a ver stand up a la una de la mañana, medio borracho, a un bar, a escuchar a un tipo que dice cosas; el comediante tiene que buscar la manera de competir con las papas fritas que te están sirviendo, contra la borrachera.
Cuando ese mismo material lo traspolás a un teatro mainstream para 5.000 personas, y aparece en plataformas como Netflix, y aparece en HBO y Comedy Central, ahí abrís el abanico mucho, y aparece la gente que no entiende o no tiene ganas de entender. Ahí es cuando se empieza a hablar de “límites”.
Otra cosa que es lindo de destacar: en toda esta estupidez de la “cultura de la cancelación” (que por suerte agradezco a Dios y María Santísima que cada vez me encuentro con más colegas que me dicen que están en contra de la “cultura de la cancelación”) hay gente a la que de antemano no le gusta lo que hacés y está esperando que pongas mal una coma para ver de bardearte o cancelarte. En definitiva, cada uno tiene que hacer lo que le guste, y a la gilada ni cabida.
Proyectos
-¿Estás pensando en material para un nuevo espectáculo? ¿Están funcionando esos espacios de “noches de comedia” donde se prueba el material nuevo?
-Nos las estamos rebuscando para encontrar espacios. Y sí, estoy armando de a poco lo nuevo, estoy probando dentro de mi show material para el próximo. Pero sí: muchos shows no se están haciendo, muchos espacios no están abriendo, hay mucha incertidumbre: te dicen que podés abrir, pero la semana que viene no, y dentro de 15 días no sabemos. Y varios lugares directamente cerraron: no está fácil.
-Estás participando de la segunda temporada de “Pequeña Victoria”. ¿Cómo salió la convocatoria, y qué se puede contar de tu personaje?
-Estoy feliz, porque esa es mi veta más actoral, que depende más de que me llamen para laburar, hacía tiempo que no lo hacía. Me convocó Juan Taratuto que es el director, a quien admiro muchísimo y tuve la posibilidad de generar una incipiente amistado con él. Me conoció por Dicky del Solar, y me llamó para hacer un conductor de televisión que tiene una historia con Mariana Genesio. La van a poder ver cerca de mitad de año. Feliz de poder partir con Julieta Nair Calvo, Julieta Díaz, Alan Sabbagh, Facundo Arana, Cecilia Dopazo; un montón de actores increíbles. Me encanta laburar así en tele, hacía mucho que no lo hacía. El personaje es muy divertido: es un conductor medio zarpado y prepotente.