Por Claudio H. Sánchez (*)
Dar la vuelta al mundo en ochenta días era efectivamente posible cuando la novela fue publicada, en 1872, gracias a la inauguración, en 1869, de dos grandes obras de ingeniería.
Por Claudio H. Sánchez (*)
La reciente varadura del carguero taiwanés Ever Given en el canal de Suez puso en evidencia la importancia de esta vía de navegación en el comercio mundial. Pero el canal tuvo también una curiosa influencia en la literatura: sin el Canal de Suez, Julio Verne no habría escrito "La vuelta al mundo en ochenta días".
De la serie de viajes extraordinarios de Julio Verne, "La vuelta al mundo en 80 días" es el menos extraordinario de todos. Porque, a diferencia de los viajes a la Luna, por el fondo del océano, o al centro de la Tierra, dar la vuelta al mundo en ochenta días era efectivamente posible cuando la novela fue publicada, en 1872. Pero lo era solo desde 1869 gracias a la inauguración, en ese año, de dos grandes obras de ingeniería: el Canal de Suez y el Ferrocarril Transcontinental de Estados Unidos.
El Canal de Suez fue la primera construcción humana que, de alguna manera, cambió la forma del mundo al separar dos continentes. Hizo posible navegar entre Europa y Oriente sin tener que dar la vuelta alrededor de África, acortando el recorrido en cerca de 9000 kilómetros y reduciendo la duración de la travesía en varios días.
La otra obra de ingeniería a la que recurre Julio Verne para hacer posible la vuelta al mundo en ochenta días es el Ferrocarril Transcontinental. Inaugurado en 1869, unió las líneas del Pacífico y del Atlántico e hizo posible cruzar los Estados Unidos de costa a costa en pocos días, contra los tres a cuatro meses que llevaba hacerlo en carreta.
"La vuelta al mundo en ochenta días" se publicó en formato de folletín en el diario parisino "Le Temps" entre el 7 de noviembre y el 22 de diciembre de 1872. La novela trascurre en el momento histórico justo. Dar la vuelta al mundo en ochenta días habría sido imposible antes de 1869 sin el Canal de Suez y el Ferrocarril Transcontinental. Y habría sido trivial poco después de 1872, porque los medios de transporte siguieron mejorando y el mundo se hizo cada vez más chico.
En 1889 la periodista norteamericana Elizabeth Jane Cochran, que escribía con el seudónimo de Nellie Bly, le propuso al diario "New York World", financiar un viaje alrededor del mundo como el imaginado por Julio Verne y alcanzar, o mejorar, la marca de ochenta días. A pesar de los temores del director del diario, que consideraba a la propuesta una misión muy peligrosa para una mujer, Bly completó el viaje en 72 días. En 1903, otro periodista, James Willis Sayre, lo hizo en 55 días. Hoy los vuelos comerciales permiten hacerlo en menos de 48 horas, incluso teniendo en cuenta los tiempos de espera entre vuelo y vuelo. Y la Estación Espacial Internacional lo hace en apenas noventa minutos.
(*) Docente y divulgador científico
Dar la vuelta al mundo en ochenta días era efectivamente posible cuando la novela fue publicada, en 1872, gracias a la inauguración, en 1869, de dos grandes obras de ingeniería: el Canal de Suez y el Ferrocarril Transcontinental de Estados Unidos.
El Canal de Suez fue la primera construcción humana que, de alguna manera, cambió la forma del mundo al separar dos continentes. Hizo posible navegar entre Europa y Oriente sin tener que dar la vuelta alrededor de África.