Ángela Romera saluda al Presidente panameño Ernesto de la Guardia durante la ceremonia de presentación de las cartas credenciales. Crédito: Gentileza
El Ministerio de Relaciones Exteriores a través del Museo de la Diplomacia, que funciona en el Palacio San Martín de Buenos Aires, organizó un panel moderado por la Lic. Desirée Chaure sobre las mujeres diplomáticas de nuestra historia, poniendo de relieve la figura pionera de la Dra. Ángela C. Romera Vera (1912-1990), primera argentina con cargo de Embajadora como jefa de misión permanente.
María Celia Costa desarrolló un perfil de la prestigiosa intelectual, jurista y socióloga de nuestra Universidad Nacional del Litoral, basado en el libro publicado junto a Stella Scarciófolo.
Las dificultades para la visibilización de las mujeres como diplomáticas fueron abordadas por Mariel Lucero, de la Universidad Nacional de Cuyo, quien analizó el problema de la escasa representación femenina en el escalafón diplomático, por lo cual la designación de Romera Vera marca un inicio con limitada continuidad.
La apertura del encuentro estuvo a cargo de la Ministra Ana Emilia Sarrabayrouse, en representación de la Cancillería, y de la Secretaria de Extensión Cultural de la UNL, Lucila Reyna.
Protagonista de su tiempo
La Dra. Costa subrayó en su exposición que Romera Vera fue designada Embajadora Extraordinaria y Plenipotenciaria en Panamá por el Presidente Frondizi, el 16 de octubre de 1958, y renunció al cargo ante el golpe militar de 1962.
En aquel momento histórico Panamá constituía un destino de importancia estratégica, por su situación entre la Cuba revolucionaria de Fidel Castro y la Zona del Canal controlada por Estados Unidos, todo ello en el marco de la Guerra Fría.
Durante su gestión afrontó serios conflictos y tensiones, como el desembarco de un grupo armado cubano a territorio panameño en abril de 1959. También las reuniones de Frondizi con Eisenhower y con Kennedy, así como con Castro o Guevara, tuvieron lógicas repercusiones.
En paralelo, llevó la voz universitaria al campo de las relaciones exteriores, postulando siempre la unidad político-jurídica de los países de América Latina. Su amistad con Ernesto Sábato, Director de Relaciones Culturales de la Cancillería, facilitó que desplegara una agenda importante, con acento en la promoción del libro argentino y en la difusión del cine de Fernando Birri, al que abrió mercados en Latinoamérica.