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Santiago (de Reconquista) escribe con la siguiente inquietud: "Me separé hace unos meses y estoy muy triste. Muchas veces pensé en volver, en dos ocasiones lo intentamos de nuevo y no funcionó. No sé por qué pasa esto, porque somos buenas personas y nos queremos, ¿cómo se sabe si una relación está terminada o hay que apostar otra vez?".
La consulta de Santiago nos mete en el mundo de las separaciones. Y uso la palabra en plural, porque no hay un solo modo de concluir una relación. Hay quienes no pueden terminar una relación sin antes depositar en el otro todo lo malo, para poder justificar la decisión que van a tomar; también están los que necesitan sentirse culpables, para luego imprimirse diferentes sacrificios por la decisión que tomaron. Hay quizá tantas formas de separarse como personas y, en términos generales, de todos estos años de ejercicio de la profesión psicoterapéutica me parece notar un rasgo habitual: a muchas personas les cuesta más aceptar que no les queda otra opción que separarse, antes que someterse a las penas de una relación infeliz.
¿En serio digo que a veces no hay otra opción en lugar de una separación? Aquí es que quisiera hacer dos consideraciones: por un lado, el mito del amor romántico implica para mucha gente la idea de que el amor es suficiente, que con amor alcanza para todo y, por cierto, pocas veces se sabe bien qué se nombra como amor. A veces puede ser un estado de dependencia, la sensación de que sin otro no se puede vivir; no quiero decir que el amor basado en la dependencia no es amor, pero sí que es un amor que necesita ser pensado y reformulado. Por otro lado, que a veces no hay otra opción más que una separación, no especifica de qué separarse; es decir, en algunas circunstancias es preciso separarse de algo de uno para poder estar con alguien. Por ejemplo, si soy celoso, tarde o temprano mis celos van ser un obstáculo para la relación; en lugar de pensar en dejar la relación, o de amenazar a mi pareja con el abandono, de acuerdo con la proyección de la raíz insegura de mis celos, puedo tratar de resolver la fuente de mis celos y ser de otro modo en la misma relación.
Esta última observación nos lleva a un aspecto corriente en los vínculos amorosos de hoy en día. Me refiero a que se vive la pareja desde la perspectiva de su final, desde su posible culminación, entonces con miedo al futuro, antes que anticipar en este último un lazo fuerte y duradero, asumido en proyectos y expectativas compartidas. Dicho de otra manera, el temor a la separación es a veces lo único que une a dos personas durante todo el tiempo de la relación. Estar unidos de esta manera es a veces peor que enfrentar una separación.
Me parece importante del mensaje de Santiago que diga que él y su pareja son dos buenas personas que se quieren. Este es un aspecto valioso si pensamos la separación no como un quiebre y una ruptura irremediable, sino como un proceso, como una instancia de elaboración que –aunque parezca una paradoja– también ocurre dentro de la pareja. En todo caso, hay relaciones que, de repente, interrumpen su comunicación, buscan que todo quede atrás, hacen como si nada hubiera pasado; pero esto es más bien el reflejo de una inmadurez afectiva. Salvo en casos en que haya habido algún episodio puntual que impida que dos personas conversen, una separación es un trabajo de a dos, que implica diálogo y reencuentro; no para que los dos piensen lo mismo, no hace falta que los dos tengan la misma idea de los motivos de la separación, pero sí para reformular la actitud que cada uno tiene respecto de la pareja: para saber qué pasó y qué no, qué cosas que se esperaban ocurrieron y cuáles no, de qué manera es que cada uno va a seguir su camino sin que esto se pueda interpretar como mala voluntad o traición. En este sentido, más de una vez he dicho, que un "ex" no es el pasado, sino que es una relación en el presente y si bien no siempre puede consolidarse una amistad después de una historia de amor, sí puede desarrollarse un vínculo de confianza y apoyo para lo que viene.
Así es que me interesa retomar otro aspecto que menciona Santiago: que ellos ya lo hayan intentados en dos ocasiones. No creo que tengan que culparse por eso; a veces es preciso volver más de una vez, para corroborar los motivos que llevan a separarse. Une el cariño de una historia común, lo vivido en tantos años, la garantía de que se está con alguien con quien se puede contar, pero también debo decir: muchas veces alguien elige una separación, no porque ya no quiera al otro, sino porque ya no quiere ser la persona que es junto al otro. Al estar con alguien, también nos elegimos a nosotros mismos y tal vez la otra persona, como tal, nos parezca encantadora e incondicional, pero la vida nos exige ir para otro lado, desarrollar ciertas capacidades, anhelos, deseos que al otro no lo representan, que le impondrían hábitos que le causarían dolor. A veces una separación no es porque ya no se quiere estar con el otro, sino porque es un modo de evitarle cierto sufrimiento.
A partir de lo anterior, una primera conclusión: las separaciones no son eventos que necesariamente sean traumáticos; a veces pueden ser una instancia de crecimiento. Así lo dice una hermosa canción de Gustavo Cerati cuando afirma: "Separarse […] poder decir 'Adiós', es crecer". Sin duda son episodios tristes, que nos conectan con una parte triste de la vida, pero lo importante es que se trata de una parte, no hay que identificarse con lo perdido, sino con lo que queda después de una separación. Esto me parece que es útil subrayarlo, porque a veces tenemos una idea "superada" de las separaciones, como si después de una relación tuviera que venir otra "mejor", que la supere y esta puede ser una ficción muy dañina: cada vínculo es único en su condición y refleja quienes fuimos en cierto momento de la vida; poder pasar a otra cosa, a veces es saludable, pero eso no quiere decir que no queden recuerdos a los que regresar, momentos que dejan una huella indeleble en nuestra personalidad.
Querido Santiago, una relación no termina cuando dos personas se dejan de querer, sino en el momento en que pueden aprender a quererse de otro modo. Hay innumerables casos de personas que dejan de verse, que interrumpen la relación "en los hechos", pero desde el punto de vista psíquico siguen ligadas a la relación a través de fantasías (de que el otro los vea mejor, por ejemplo), de deseos de venganza o, más simplemente, de un odio que -en estos tiempos- es la continuación inmediata del amor.
Si ustedes son buenas personas y se quieren, inténtenlo todas las veces que quieran, siempre que no sea desde el miedo a perderse; es decir, inténtenlo si todavía creen que pueden darse algo. No dejen de apostar, si la pareja no es una limitación, para uno o el otro, sin que eso perjudique el compromiso de ser honestos y valientes entre ambos. No traten de que la relación funcione, porque está lleno de relaciones que funcionan y no van a ningún lado. Incluso hay parejas que funcionan tan, pero tan bien, que ahí está el mejor indicador de que están terminadas. No dejen de intentarlo nunca, si el amor no es suficiente y es también el incentivo para cambiar sin lastimarse.
Porque de cualquier otra manera, van a seguir juntos, quizá por muchos años, pero con un costo enorme: el malhumor, el resentimiento y la pareja seguirá y seguirá, con dos personas que se necesitan para no morir, pero que -sin embargo- no viven.