Omar Perotti compartirá una teleconferencia con el presidente Alberto Fernández esta tarde. Lo hará junto a sus pares de la Región Centro y los patagónicos a instancias de la Casa Rosada, que quiere “garantizar que la circulación y los contactos sociales sean los menores posibles”.
Así se lo dijo ayer el mandatario nacional a los gobernadores del Norte Grande. El presidente los invitó en el DNU 235 del 8 de abril para que adhieran a las restricciones. La mayoría de los mandatarios provinciales no quisieron asumir el costo de cerrar escuelas y comercios, decisiones que el año pasado fue tomando por sí solo el gobierno nacional.
Ahora los reúne el espanto. Y vuelven sobre el dilema de hierro: cerrar todo (un martillazo de 14 días) es asumir el riesgo de la desobediencia civil de clases medias desesperadas y de circulación libre de sectores vulnerables, que de todas maneras no tienen condiciones dignas donde aislarse. Eso o mantener liberada la circulación para garantizar actividades, lo que supone el riesgo de más contagios y muertes.
La decisión “entre todos” los mandatarios subnacionales, la culpabilización de la sociedad por no acatar las recomendaciones de conducta sanitaria preventiva, intenta liberar o al menos repartir responsabilidades políticas. A medida que pasan las horas, queda en evidencia que el gobierno nacional ha perdido la oportunidad de contar con millones de vacunas de Pfizer, pagó las de Astrazeneca que nunca llegaron, pactó con Vladimir Putin por dosis que están lejos de lo prometido y echó a un embajador en Beijing sólo para mejorar apenas en favor de vacunas insuficientes y de menor eficacia relativa.
El Estado presente, a esta altura de la segunda ola, se muestra incluso incapaz de garantizar oxígeno y otros insumos básicos ante la exigencia. No hubo políticas activas a pesar del tiempo disponible para adoptar las precauciones necesarias en favor de la vida.
Cerrar producción y escuelas, otra vez, es la muestra del fracaso en la campaña de vacunación y la apelación a métodos medievales. Bloomberg estableció que entre 53 países, la Argentina está entre los 3 peores para estar en pandemia. Junto con Polonia y con Brasil. La Casa Rosada ya no se ocupa de las comparaciones con Bolsonaro.
Una encuesta de Isonomía mostró en las últimas horas que en la Argentina, entre las preocupaciones más relevantes, las vacunas son prioridad sólo para el 2 % de los consultados. En cambio son relevantes las preocupaciones por el sueldo, los ingresos, la canasta de alimentos que se encarece. La desesperación por huir de la indigencia es más relevante que el riesgo de la propia muerte.
El país sólo tiene al 1,9% de su población con dos dosis de vacunas; le faltan 6 millones para completar a quienes ya tienen la primera. No está mal contar con una carpa militar que incremente la capacidad de atención sanitaria, como la que se monta frente al Cullen. Pero es imprescindible abandonar los malabarismos inconducentes.