Por María Teresa Rearte
La cuestión central ya no está en el despertar del ilustrado sueño de la pasión por la libertad. Sino en el despertar de la cruel inhumanidad en la que estamos instalados. Por lo que se trata de despertar hoy a la pasión por la justicia.
Por María Teresa Rearte
El drama argentino se visualiza en la situación no sólo de crisis económica y social; sino cultural. En la que se percibe el presente como un tiempo único. Por eso, desde distintos ángulos de la realidad -aún en pandemia- es el tiempo del placer y el aturdimiento. De la fiesta, el alcohol y la droga. Del hoy. Sin memoria histórica. Y sin referencia al futuro.
En ese contexto hay un gran número de personas en situación de pobreza. Recordemos los números que en su momento difundió el periodismo; pero después las noticias pasan. Los números apuntados por el INDEC dan cuenta de que 19,4 millones de personas viven en situación de pobreza. El 42% de la población del país. Y que el 57% de los niños menores de 14 años son pobres. Situación de miseria. Hombres y mujeres sin trabajo y sin hogar. Familias y niños en situación de calle. Y hasta nos parece normal que haya personas buscando comida entre los residuos que otras descartan.
Como telón de fondo un país escandalosamente endeudado con el adalid de la deuda como observador sentado o viajero, apuntando con dedo acusador. Y conciencia impávida.
La cuestión central ya no está en el despertar del ilustrado sueño de la pasión por la libertad. Sino en el despertar de la cruel inhumanidad en la que estamos instalados. Por lo que se trata de despertar hoy a la pasión por la justicia.
Mientras el mundo desarrollado busca cada vez más fuentes de crecimiento y lucro, el mundo menos desarrollado se hunde aún más en el hambre, las enfermedades, la pobreza, y otros males. La política para la clase dirigente opositora argentina se ha convertido -periodismo de por medio- en el ejercicio de la descalificación del gobierno nacional. Sin aporte alguno al bien de la sociedad.
Si nos anima la defensa y promoción de la vida como un derecho fundamental a resguardar, esto no impide afirmar que no sólo está en juego una ética de la supervivencia. Sino consecuente con el valor inviolable del que está investida la vida, importa también destacar la ética de la dignidad. No se trata sólo de nacer para vivir -después- en condiciones paupérrimas. Sino de que el ser humano también necesita lo indispensable para vivir. Y quiere comprender su vida. Encontrarle un sentido.
En la cultura actual, en la que ya no se sabe qué es el hombre y éste ni siquiera se interroga sobre sí mismo, tampoco se pregunta por el sentido último de la existencia. Carente de fin hasta puede definirse como una cultura que sobrevalora los medios. Los medios se han sobredimensionado hasta convertirse en fines.
Se exalta el ideal del hombre consumista, que busca realizar todas sus aspiraciones en los límites de la vida terrenal. Sin atisbo alguno de trascendencia ultraterrena. Al hombre light no le atraen los héroes ni los santos. Sus modelos provienen del ámbito económico. O mediático. No importa cómo, ni qué o a quién haya que sacrificar en la carrera hacia el éxito. Pero destaco que estar lleno de expectativas no es lo mismo que ser una persona de esperanza.
La igualdad no se logra -dice el Papa Francisco- "definiendo en abstracto que 'todos los seres humanos son iguales', sino que es el resultado del cultivo consciente y pedagógico de la fraternidad. Los que únicamente son capaces de ser socios crean mundos cerrados. ¿Qué sentido puede tener en este esquema esa persona que no pertenece al círculo de los socios y llega soñando con una vida mejor para sí y para su familia?" (FT, 104).
Luego añade: "El individualismo no nos hace más libres, más iguales, más hermanos. La mera suma de los intereses individuales no es capaz de generar un mundo mejor para toda la humanidad. Ni siquiera puede preservarnos de tantos males que cada vez se vuelven más globales. Pero el individualismo radical es el virus más difícil de vencer. Engaña. Nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones, como si acumulando ambiciones y seguridades individuales pudiéramos construir el bien común." (oc. 105).
Es difícil trasladar a lo políticamente objetivo la preferencia ética por los pobres. Pero de no hacerlo todo puede quedar en una estimación ética. O en un absoluto verbal. Y no pasar de ahí. Por lo que se torna necesario encontrar políticas consecuentes con el principio ético de la causa de los pobres. El Papa Francisco reconoce esta dificultad cuando afirma que hay sociedades que "aceptan que haya posibilidades para todos; pero sostienen que a partir de allí todo depende de cada uno." (FT. 108)
El caso argentino tiene sus particularidades. No obstante, la situación no es nueva. Se trata de una enorme crisis socio-cultural y política, que afecta a occidente. Agravada en nuestro país por la crisis económica y la extrema situación de pobreza de amplias franjas de la población.
Vivimos en un mundo pluralista, desde distintos puntos de vista. El pluralismo es un fenómeno innegable como lo es también la creciente globalización. No obstante, también es necesario promover valores decisivos en cuanto a la verdad. Es inviable vivir con la sensación de que "todo vale". O que "no hay verdad" porque "todo es relativo". La conciencia moral está muy manipulada. Y es muy lábil ante el influjo de los medios, particularmente desde la televisión.
(FT) Francisco: Carta encíclica "Fratelli tutti". Sobre la fraternidad y la amistad social. 3/10/2020.
La cuestión central ya no está en el despertar del ilustrado sueño de la pasión por la libertad. Sino en el despertar de la cruel inhumanidad en la que estamos instalados. Por lo que se trata de despertar hoy a la pasión por la justicia.
Sin atisbo de trascendencia ultraterrena, al hombre light no le atraen los héroes ni los santos. Sus modelos provienen del ámbito económico. O mediático. No importa cómo, ni qué o a quién haya que sacrificar en la carrera hacia el éxito.