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Sergio (42 años, de Rosario) escribe: "Leí tu última columna sobre padres de hoy en día, pero quería consultarte por quienes somos papás, con hijos de diferentes parejas y con ganas de volver a tener una familia. Es difícil el amor en este tiempo y siempre tengo miedo de que mis hijos no sean aceptados, una relación terminó por eso. Quisiera saber tu opinión y alguna orientación".
La consulta de Sergio es muy importante y nos conduce a un tema muy actual: las parejas después de haber conformado una familia previa. En nuestra época es cada vez más común que, después de que una pareja tenga hijos, si llega a ocurrir una separación, surja una incógnita respecto del porvenir. Hasta hace unos años, si una pareja no podía continuar, era para que se armara otra. Con la legalización del divorcio, llegaron las que se llamaron "familias ensambladas", al estilo de esa vieja película "Los míos, los tuyos y los nuestros".
Sin embargo, hoy en día es más frecuente que las separaciones sean para adquirir el estatuto de "separados". Este nuevo estado va de la mano de un cambio que también se dio en nuestra sociedad: afortunadamente, cada vez más divorcios se dan hoy en buenos términos y quienes tienen hijos en común mantienen una buena relación de ex parejas -si tuviera que mencionar aquí otra película, diría que ya no es tan actual "La guerra de los Rose" (aunque todavía existan, sin duda, los divorcios bélicos y, por cierto, nadie se separa sin dolor). No obstante, si antes las separaciones eran para volver a casarse, hoy es más propia una nueva distribución del tiempo entre quienes, por un lado, tienen una vida apacible con los hijos ciertos días y, por otro lado, cuando no están con ellos tienen algunas citas, pareja estable o incluso pareja.
El punto es qué lugar hay para la pareja en esta situación, porque para muchos es la mejor opción esta nueva división entre la vida familiar y el amor. Recuerdo a quien en cierta ocasión se presentó ante mí como "separado hace una década", pero luego me contó que estaba en pareja hacía algunos años. Entonces yo pensé, ¿por qué se presenta a partir de su relación anterior si está en pareja con alguien? Sea que se trate de un varón o de una mujer, a veces ese lugar de exclusión suele ser una fuente de malestar no solo porque una parte de la vida del otro queda en las tinieblas, sino porque cuando incluso se conoce a los hijos, hay un punto en que la familia no se comparte.
Entonces, Sergio, me parece valiosa tu consulta, porque decís que quisieras volver a tener una familia. Seguramente ya tuviste una (o más de una) y pensás que en un nuevo vínculo puede darse esa oportunidad. Además, parece que planteás una situación que es distinta a la que describí en el párrafo anterior y está muy bien, ya que también se da el caso de quienes quieren estar con alguien y vivir por fuera de sus lazos de familia. Creo que en cualquier circunstancia, lo significativo es que se trate de una situación asumida y consentida por ambas partes; los problemas surgen cuando uno de los dos quiere que las cosas sean de un modo (por ejemplo, estar en pareja y no compartir familia) y el otro está a la espera de ser incluido y viceversa (estar en pareja y querer compartir familia, pero que el otro no quiera).
¿Qué demuestra todo esto? Una conclusión de madurez: que muchas veces el amor no alcanza, que no es suficiente y que en una pareja, dos personas pueden quererse, pero eso no quiere decir que estén dispuestos a dar un paso más. No es algo reprochable. Sí es importante que cada uno sea claro con el otro en la relación y no genere expectativas que no va a cumplir, como tampoco pida que el otro se quede con resignaciones. Como bien decís, Sergio, "es difícil el amor"… en la vida adulta, sobre todo porque después de cierta edad al anhelo de una pareja se suma la cuestión de lo parental. Dicho de otro modo, amor y familia pueden ir por andariveles distintos hoy en día. No es algo bueno ni malo, es parte de la cultura que hoy nos toca vivir.
En este punto, creo que una pregunta interesante es la siguiente: ¿qué implica pasar de una pareja a una familia? En principio, si seguimos con el caso de quienes ya tienen hijos de relaciones previas, este pasaje no solo tiene que ver con una cuestión numérica, sino también con la capacidad de amar el rol parental del otro y, eventualmente, aceptar que se deja de ser una prioridad. En realidad, esto no vale solamente para personas que ya tuvieron familias anteriores. Recuerdo el caso de un amigo que, cuando me contó la noticia del nacimiento de su primer hijo, me dijo: "Ahora voy a ser la segunda persona más importante para mi esposa". No quise contrariarlo y responderle: "En el mejor de los casos", porque algo de verdad había en lo que decía.
Asimismo, en el tránsito de la pareja a la familia no necesariamente se trata de tener hijos. Hay familias de dos personas, cuyo amor permite que puedan incorporar a aquello que los une la dimensión parental, en la medida en que se pueden asumir los aspectos infantiles del otro sin por eso juzgarlos, despreciarlos, expulsarlos. En una pareja que se convirtió en familia, los roles de padre y madre también se dan, porque estos implican la chance de asumir una actitud de cuidado y protección recíproca. Si tuviera que hacer un diagnóstico de muchas parejas de nuestro tiempo, diría que están conformadas desde un punto de vista tan individualista que, cuando lo infantil del otro aparece, rápidamente se lo psicopatologiza; por ejemplo, si se trata de celos (cuya raíz inconsciente es siempre infantil), enseguida se habla del otro como si sufriera de celos "enfermizos", de los que tiene que curarse ("¡Andá a terapia!") para que no nos moleste. Si hay una frase que escuché reiteradamente en este tiempo es "Eso es mambo tuyo", como si lo que le pasa al otro conmigo no me implicase de manera alguna; como si no existiera la chance de que uno pudiera estar haciendo algo que refuercen los celos del otro.
Llegados a este punto, Sergio, creo que la cuestión no pasa tanto porque el otro no acepte a los hijos, sino por un aspecto propio de la pareja, que no llegó a consolidarse más allá del "amor de a dos". Esta es una permanencia del amor romántico en nuestra época, que se continúa por vía individualista: nosotros dos y nadie más, pero solo como amantes, sin que se incorporen al vínculo las vulnerabilidades de cada uno; así es que cada quien tiene que ocuparse de desear y ser deseable, estar siempre bien para el otro, pero con un esfuerzo enorme, cuyo reverso es el miedo a la separación. Con el riesgo de decir algo que quizá no valga para tu caso, pero sí para el de otros, diría que no echemos la culpa a los niños, porque el problema estuvo en el tipo de pareja.
Ya no vivimos en una época de padrastros y madrastras. De nadie se espera que sea el padre o la madre que un niño ya tiene. En el marco actual de parejas que se forman después de una separación, el desafío está en amar en el otro algo más que aquello que nos enamoró; no me refiero solo a los hijos, si los hay, sino a la fragilidad del otro.