En tiempos de reproches y enojos, ante una situación sin máximos culpables -si los hay están muy lejos de aquí- recoger una flor entre las ruinas es un acto de amor en medio de tanto odio cruzado.
La educación pública, sea privada o estatal, es la única herramienta de la sociedad para "enseñar", "aprender" y "consensuar" las reglas de conductas con las que saldremos de esta tragedia sin violencia ni rencores.
En tiempos de reproches y enojos, ante una situación sin máximos culpables -si los hay están muy lejos de aquí- recoger una flor entre las ruinas es un acto de amor en medio de tanto odio cruzado.
El hartazgo, el miedo y el enojo, ante una realidad que todo lo envuelve, no necesariamente se explica con el otro "que no se cuida". El dedo índice, acusador, no absuelve a quien lo esgrime de responsabilidad alguna ni le da título nobiliario de "buen ciudadano" por mero buchón.
El ejercicio propuesto, en esta nota, es el rescate de lo positivo sin contaminarlo de "peros".
Felicitarse, como actitud. Felicitarnos, como ofrenda a ese último orejón del frasco tan parecido a nosotros que podés ser vos. Sí, vos también sos "la gente", como dice el grafiti.
Aprobado y con buena nota
La "bomba" de contagio que estalló en el fútbol no tuvo réplica en las escuelas de la provincia de Santa Fe. El equipo River Plate al que se le escapó la tortuga y, por no querer o no saber parar, reportó 20 jugadores -de 32- contagiados por Covid 19, y quizás por la "esencialidad" del circo y pan, siguió como si nada. Cual si fuese todo.
Esto no ocurrió, ni por asomo, en las aulas de la provincia.
En Santa Fe funcionan 643 establecimientos educativos iniciales, 1815 escuelas primarias, 869 secundarias, 139 instituciones de formación superior, 145 establecimientos de educación especial y 790 de formación para adultos. Asisten 90.000 docentes y no docentes y más de 900.000 alumnos.
Un millón de santafesinos asistieron a las aulas y no hubo un sólo caso en el que se desmadró el contagio antes de detenerlo y aislarlo en su propia burbuja. Los pibes, los docentes y los padres son el ejemplo del respeto a la organización sanitaria propuesta. Y un grupo reducido de deportistas millonarios no pudieron hacer lo mismo, aunque en el detalle no repare ni la propia dirigencia social y política.
La educación es más fuerte
La abundancia de medios económicos, médicos -3 testeos por semana- el estado físico inmejorable de sus actores, que bien patean la pelota, no cuentan con el tierno recurso que rodeó, como energía inmunológica, a miles de alumnos protegidos por una comunidad que concientizó, tomó esa conciencia y cuidó el espacio amenazado por el virus del pre-juicio que es aún más contagioso que las múltiples cepas de COVID.
Es emocionante ser testigo de ese regreso al colegio de miles y miles de alumnos, docentes y padres que, con extremo cuidado y ternura, acatamos las directivas propuestas para cuidar la escuela abierta y la salud de la comunidad. Lo hicimos, plural, desde la responsabilidad individual y la enseñanza que los más pequeños nos dieron. A ellos hay que felicitarlos, a "los héroes en este lío" que sellaban, a su boca, la doble tela sanitaria sin chistar, luego de un año con carencia de tizas, pizarrones y pares a la par.
Los padres cruzábamos miradas de "gracias" con un otro desconocido, tan necesitado de ejercitar el músculo de la empatía como nosotros.
Es que en tiempos de pandemia la angustia personal del ignorante necesita, irremediable-mente, de un culpable como medicina que enferma y es placebo.
Más temprano que tarde, la gurisada volverá al pupitre y la necesidad de probarse y aprobarse, reside en la pesada carga de un sector social que puso, en el centro, un triste debate: "presencialidad sí o no". No es, la educación -educando- la responsable, en absoluto, de la falta de respiradores, camas y vidas. ¿De qué saber creerán que salen los médicos, las enfermeras, los recolectores de basura, los repositores y obreros?
Son los niños quienes nos marcan el camino de la convivencia cuidada. No los asistentes a velorios fanáticos, festejos absurdos de proezas ajenas y movilizaciones del odio ante el sordo y mudo muro de los lamentables.
La conducta legal vs. la moral clandestina
La educación, el aprendizaje y el autoconocimiento, seguirá siendo la salida más rentable a la crisis del mercado de valores.
Las comparaciones, por lo general, son odiosas, aunque pueden llegar a ser el único espejo disponible para mensurar hechos. Mientras en las escuelas un contagio alertaba a otros y los resguardaba, el fanatismo entregaba, como proeza, la acción de un trabajador de la pelota que ocupaba el lugar, en el arco, de otros dos compañeros enfermos fuera del juego.
Risas y reconocimientos sociales para un grupo de indiferentes a la propia realidad sanitaria de dos tercios de sus colegas contagiados por el virus que pone en jaque al mundo. Titularon las portadas y titulares noticiarios sobre la hazaña de quienes profesionalizaron la indiferencia del padecimiento ajeno. Es que si "sos mi vida", lógicamente el himno de lo "popular", la virtud reflejada en el canto amorfo, de que "esta noche, cueste lo que cueste...".
Pero el show debe continuar (¿debe continuar?) y la educación parar. La solidaridad puede esperar a que termine el partido y se repartan la ganancia por entre-tener a las masas poco finas y patológicas.
El valor "inflacionario" de la educación
Nadie puede sostener que abrir las escuelas precipitó la "segunda ola". Mas bien una visión, a largo plazo, podría explicar lo contrario ante el maremoto venidero.
Lo que "no ocurrió" en las aulas, y sí sucedió en otros ámbitos sociales, debe compararse no con el ideal imaginario de una realidad que no existe, sino con el contraste de situaciones producidas en otros colectivos que fracasaron en su conducta de grupo.
No hubo un brote de contagio en toda la provincia que tenga como epicentro a escuela alguna. Ese es el primer aprendizaje que nos brindan los datos objetivos.
Felicitar y felicitarnos por eso, como sociedad, es un dato mayor. Indefectiblemente, marca el camino de la movilidad responsable. "Cerrar todo" es una entelequia y tan peligroso como "ignorarlo todo" y darle para adelante y jugar sin arquero.
Una certeza a-flora en la incertidumbre
La educación pública, sea privada o estatal, es la única herramienta de la sociedad para "enseñar", "aprender" y "consensuar" las reglas de conductas con las que saldremos de esta tragedia sin violencia ni rencores.
La muerte se hizo discurso, mientras, la vida continúa y no hay miedo que contradiga el echo empírico si estás leyendo esto.
Mejor, peor o regular, el establecimiento escolar es lo que hay y, lo que hay, resulta no ser poco, escaso ni inútil. Todo lo contrario, demuestra de la existencia de un refugio en el que el futuro se prepara para afrontar la realidad desde el presente. Es lo único social que festejar. Es la primera conducta comunitaria proactiva positiva fundada en asumir lo que ocurre y reconocer que nadie se salva sólo, pero también que el a-islamiento individual no funciona en nuestra forma de vida. Esta sociedad contiene y tiene la forma de continente, no de isla.
A la falta de educación y conciencia esgrimida "contra otros", sólo queda apostar a más educación, más conciencia y más "nosotros". Es lo único en blanco que podemos cosechar de este oscuro campo que transitamos.
Educación y conciencia colectiva. Es por ahí.
Debe escribirse y registrarse que la organización de la comunidad educativa, para sostener las escuelas abiertas, funcionó como ninguna otra política de protocolo de cuidados. Más allá de la esquizofrénica comunicación ministerial -o muy a pesar de ella.
Un millón de santafesinos asistieron a las aulas y no hubo un sólo caso en el que se desmadró el contagio antes de detenerlo y aislarlo en su propia burbuja. Los pibes, los docentes y los padres son el ejemplo del respeto a la organización sanitaria propuesta.