Con "Army of the dead" ("El ejército de los muertos"), Zack Snyder vuelve al género con el que debutó como director después de hacerse cargo -entre otros- de films como: "300" (2007), "El hombre de acero" (2013), "Batman vs Súperman" (2016) o "Justice League" (2021). En esta película, Las Vegas se ha convertido en un área infectada de muertos-vivos que ha sido "aislada"; un escuadrón suicida pretende extraer de este infierno 200 millones de dólares de la cámara acorazada de un casino antes de que el ejército estadounidense destruya la ciudad con un ataque nuclear táctico. Más allá de la acción y el festival de sangre que caracteriza a estas producciones cinematográficas, surgen algunos interrogantes: ¿Cuál es el límite de la codicia? ¿Qué son capaces de hacer los hombres por dinero? ¿No importa pisar, aniquilar o "devorar" a otros con tal de forrarse los bolsillos? ¿No importa la situación de los nuevos ciudadanos enfermos que pueblan "La Ciudad del Pecado"? ¿Resulta más barato y práctico "borrar" a los infectados antes que curarlos? ¿Qué pasa cuando los sanos son minoría y, entonces, haber contraído la enfermedad se transforma en la "nueva normalidad"? El propio Snyder afirma: "Las mejores películas de zombis nos enseñan algo sobre nosotros porque el monstruo somos nosotros".
El monstruo somos nosotros
En "La noche de los muertos vivientes" (obra pionera de George Romero de 1968), un grupo heterogéneo de personas intenta sobrevivir en el interior de una granja aislada después de que los cadáveres (por una causa desconocida) vuelven a la vida y comienzan una cacería humana. Sobre esta obra, leemos en el libro "Filosofía zombi" de Jorge Fernández Gonzalo: "El zombi representa esa fuerza de lo ignoto (…) Romero nos presenta el terror de lo indecible, la masa persistente y enloquecida. El zombi no tiene ni razón de ser, ni discurso, ni tan siquiera recibe el privilegio de la denominación. De hecho, a lo largo del metraje no se utiliza ni una sola vez la palabra zombi, por lo que hay que advertir necesariamente la importancia del bautismo popular que quiso hacer coincidir a estos peculiares caníbales con los autómatas clásicos del cine. Los famosos zombis de Romero no eran tales, sino una masa de hombres alienados, probablemente renacidos de la muerte o atravesados por una oscura maldición espacial, con un apetito monstruoso por la carne y desprovistos de su capacidad de raciocinio." En estos seres, algunos críticos creen ver una fuerte crítica a la guerra de Vietnam: allí deambulan los estadounidenses desengañados y derrotados en el frente de batalla; que vuelven a su patria destrozados por las balas soviéticas y el napalm; que yerran atontados y exigen explicaciones a la maquinaria capitalista que los manda "al muere" so pretexto de llevar la libertad y la democracia a los países oprimidos por el fantasma comunista.
Pero en realidad, los verdaderos monstruos parecen ser los humanos que -reunidos accidentalmente en el interior de una cabaña- resisten el asedio de las hordas de revividos. Dice Jorge Fernández Gonzalo: "Discusiones entre personajes, juegos de poder y territorialidad, decisiones, desavenencias, pactos. El espacio de la casa se torna en escenario para el vertido de los fantasmas interiores de los protagonistas, que si bien es cierto que tienen miedo, realmente son el miedo, representan el horror y el desgaste de las relaciones interpersonales en los momentos de dificultad." A estas pujas se suma el tema del racismo: Ben es un afro-descendiente que pretende erigirse como líder ante la mirada desconfiada del grupo; Ben es el único sobreviviente de esa noche aterradora pero termina fusilado y descuartizado por un grupo paramilitar que lo "confunde" con un zombi. El "negro" y el "muerto-viviente" estorban; no tienen cabida en la "blanca" sociedad norteamericana.
Esa mirada de la realidad parece estar presente en otras obras de Romero: crítica al consumismo exacerbado ("Zombi") y a la información sensacionalista ("El diario de los muertos"); rechazo al abuso del poder militar ("El día de los muertos"); relectura de la lucha de clases ("La tierra de los muertos vivientes"). El mismo Romero lo ha dejado claro en una entrevista de la publicación "Scifiworld": "Todas mis películas sobre zombis han surgido a partir de ideas, al observar lo que está ocurriendo a nivel cultural o político, en el momento en que la película se está rodando."
Las referencias al mundo zombi que inicialmente inspiran al séptimo arte provienen del folclore y de la tradición criolla haitiana: un bokor droga a sus víctimas y las mantiene en un estado catatónico a partir del cual pueden ser manipuladas. Así se muestra, por ejemplo, en "Zombi Blanco" (1932): un malvado brujo haitiano (Béla Lugosi) se vale del esoterismo para esclavizar a las personas. Aquí el canibalismo es simbólico: ¡Se trata de la explotación del hombre por el hombre! Una clave para pensar este género puede ser: los individuos corren el peligro de ser sometidos, "descerebrados", manipulados, masificados y "tragados" por el poder inescrupuloso e insaciable de un bokor, del capitalismo, de la sociedad de consumo, de los medios masivos de comunicación o de la tecnología.
En tal sentido, en "El zombi como metáfora (contra)cultural", Ferreo y Roa (de la Universidad Autónoma de Barcelona) señalan: "En las muestras más actuales del género el ser humano casi nunca ha de morir para transformarse en zombi, sino que más bien ha de ser infectado por un tipo de virus que, además de convertirlo en una especie de autómata agresivo y caníbal, le permite seguir viviendo sin las constantes vitales normales. De esta forma, mediante la figura del zombi hacemos desaparecer las cualidades que nos hacen humanos (la inteligencia, la empatía, los sentimientos, etc.) (…) Permanecen las que mejor nos identifican hoy día: la alienación, el carácter de masa anónima y esa especie de egoísmo exacerbado que nos empuja a satisfacer nuestros apetitos de inmediato (…) No es por tanto el miedo a la muerte o a lo desconocido lo que representamos con el zombi, sino el miedo a ser controlado y actuar de forma inconsciente."
Últimamente, la figura del muerto viviente ha dejado de ser patrimonio exclusivo del cine clase "B". Ha colonizado la pantalla chica, la grande y la de video-juegos. ¡Hasta Disney ha echado mano a este personaje para generar su versión "Zombie" de "High School Musical"! Como señala el escritor sevillano Isaac Rosa en un texto de 2010: "Todo es susceptible de ser analizado en clave zombi (…) van como anillo al dedo para caracterizar la crisis, con una economía mundial arrasada y habitada por empresas, bancos y hasta países que están económicamente muertos pero que siguen caminando como si nada, aunque se les caiga la carne a trozos". Tal vez, dice el mismo Rosa, una de las tareas que el arte puede hacer y apenas practica sea: "Ensanchar nuestra imaginación como sociedad, nuestra imaginación política, proponer y probar –en el terreno de la ficción– otras formas de estar, de relacionarnos, de trabajar. Pero cuando imaginamos otros mundos, siempre caemos en la distopía, comprobando otra vez la vieja frase de Jameson que ya es un lugar común: nos resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Suelo decir que nos sobran ficciones que nos enseñan cómo sobrevivir a un apocalipsis zombi, y nos faltan ficciones que te enseñen a defenderte si mañana tu empleo se va al tacho".