Quinientos años… Para poner las cosas en su justa medida, quinientos años no es nada.
Un intento por rescatar del olvido la historia jamás contada del fuerte de Sancti Spiritu (décima quinta parte y final).
Quinientos años… Para poner las cosas en su justa medida, quinientos años no es nada.
El río Paraná y el Carcarañá, las montañas del oeste, la Pampa ondulada e incluso los caranchos y los peces del río, llevan miles, quizás millones, de años en estos territorios. Ellos son los dueños, nosotros simples okupas. Invasores a menudo desaprensivos, casi siempre desaprensivos.
Es bastante probable que cuando él último de los humanos desaparezca del planeta, los animales y las plantas recuperaren el comando en torno a las huellas cinceladas de los ríos, en la desmesura de las llanuras y en las recónditas montañas de por acá.
Esta, nuestra historia más reciente, joven historia de pequeños seres arrogantes, está plagada de contradicciones y mentiras.
Mentiras de las peores, tendenciosas, de las utilizadas para torcer intencionalmente la realidad. Probablemente justificadas por los tiempos históricos, pero sólo probablemente.
"Los aborígenes eran salvajes, bárbaros, que deberían estar agradecidos con los hombres de los barcos por traer a estos lares educación y progreso".
"La naturaleza circundante, tan bella como fecunda, banquete de Dios para deleite de los hombres valientes"
"Los europeos representaban la evolución humana. Con su avanzada lengua escrita, sus enormes cruces de madera, sus vestimentas de seda, hilo y lana y sus armas de metal filoso, desembarcaron para civilizar, para evangelizar y enriquecer estos lugares olvidados por Dios".
A no dudarlo, sobre estos paradigmas se construyó la historia real del PRIMER DESEMBARCO.
Incluso los episodios menores, como la vicisitudes de Francisco Del Puerto, la ferocidad de los Charrúas que se comieron a parte de la expedición de Díaz de Solís o la tragedia de Lucía Miranda que culminó con la quema del Fuerte de Sancti Spiritu.
Y nos quedamos con eso. Quinientos años sin cuestionar, aceptando la historia oficial y ya.
Está claro que no existen verdades absolutas. Es seguro, más que probable, que haya habido extranjeros bien intencionados, como se narra en El PRIMER DESEMBARCO. Y también es indudable que hubo nativos despiadados, aunque con el atenuante que ofrece el hecho de ser invadidos.
Pero, el paso del tiempo y la inquietante e inexplicable falta de interés de los historiadores (salvo contadas excepciones como la del Profesor González) posibilita hoy, a quinientos años apenas, el ejercicio intelectual de agudizar la mirada.
En los archivos de India (hoy parcialmente públicos y digitalizados), consta la declaración de Gaboto al momento del regreso a España, en ocasión del juicio que afrontó por la desobediencia a una orden real. No hay duda que entraron a la cuenca del Plata (Río de Solís) en busca del camino más corto al Alto Perú.
No hay duda que la fundación del Fuerte no fue por motivos urbanísticos y menos evangelizadores sino como lugar de paso a las montañas por el río Carcarañá, ruta utilizada por los indios desde tiempos inmemoriales.
Hoy bien se sabe que el sitio donde se levantó el Fuerte, más que una aldea perdida en la inmensidad, era una urbe bien organizada y estratégicamente ubicada.
Tampoco caben dudas que los aborígenes fueron dominados y , en casos, torturados por los europeos, que a su favor, venían de un mundo convulsionado y profundamente injusto, muy distante al continente del progreso que algunos historiadores insisten aun hoy en resaltar.
De hecho, con los reyes católicos y la expulsión de los Moros de la península ibérica, tomaba fuerza el proceso más cruel y sanguinario de la historia moderna: la Santa Inquisición Española.
Como los relatos del PRIMER DESEMBARCO se encargan de destacar, existen sobrados motivos para pensar que muchos extranjeros se enamoraron de estas tierras y, en no pocos casos, se olvidaron del móvil que lo había subido a los barcos e impulsado a cruzar el océano. Guerrear contra el imperio Inca, y hacerse (para no decir robar) todo el botín en oro y plata posible.
Por último es importante considerar que estas tierras ribereñas eran bien conocidas por el Imperio más importante de América y existía un intercambio permanente por la ruta transversal más antigua de sud América. La ruta del río Carcarañá.
Los Incas, como hoy nadie discute, construyeron sus ciudades y todo su próspero Imperio sobre la base de una civilización anterior y mucho más avanzada que, por motivo no del todo claro, desapareció antes de la llegada de los europeos. Esta antigua cultura, en algún momento fue visitada por gente de otro lado.
Aquí cada quien puede teorizar sobre de que tan lejos vinieron los visitantes. Vikingos, Atlantes, Lemures o Extraterrestres.
Está apretada síntesis, no es otra cosa que un marco referencial que, a criterio de este autor, justifica largamente la necesidad de volver la mirada sobre los sucesos del PRIMER DESEMBARCO, antecedente primero de conquistadores europeos tierra adentro del continente americano. Más aún teniendo en cuenta que se trata de sucesos acaecidos acá muy cerca, entre Rosario y Santa Fe.
Auguro, con humildad, que la gesta de la que aquí hablamos en lenguaje literario (pero no por ello menos certero) al momento de ser profundamente revisada, acarreará derivaciones tan sorprendentes como herméticas. En casos inexplicablemente echadas al olvido.
Más allá de que los hombres de estos convulsionados tiempos en que vivimos, apenas le importe los sucesos históricos que nos trajeron hasta acá, crea el lector que existe una hueste de fantasmas (algunos nombrados en este trabajo) que se han obstinado en sacar del olvido la enorme aventura del PRIMER DESEMABARCO. En definitiva, sólo un eslabón para armar el rompecabezas de la historia jamás contada de la humanidad.
Hicimos y seguiremos haciendo todo lo posible para que esta historia, nuestra primera y misteriosa historia no vuelva a caer en el olvido.