Anomia: dícese del estado de desorganización social aunque en medicina es dable también como anomía: incapacidad de recordar los nombres de las cosas.
Anomia: dícese del estado de desorganización social aunque en medicina es dable también como anomía: incapacidad de recordar los nombres de las cosas.
¿Te acordás de cuando las cosas tenían nombre? ¿Te acordás de cuando los acontecimientos hacían historia? No vamos a decir que no siga la historia pero cuánta gente que re-niega: re niega de la historia, de los acontecimientos, de las legalidades y legitimidades y por ahí "ca uno ca cual" va viviendo.
El sábado recibo un mensaje de whatsapp: "Buenos días familias de la burbuja 1: debemos activar el protocolo de educación" (confieso que mejoré la redacción del mensaje de puro hincha...). Diría mi hija cuando le dije que estaba aislada: "¡me explotó la cabeza por un segundo mamá!".
Claro que se lo dije luego de que me explotara a mí la cabeza, se lo dije luego de pensar, de hablar con otros que alojaron mi "sin rumbo". Luego, preguntarle a mi hija si tenía síntomas e ir monitoreando.
Con la ilusión de los marcos de referencia escribo en el grupo de madres de whatsapp: "¿vieron el mensaje que acaban de enviar?" Una de las respuestas: "¡Sólo la criatura debe aislarse! ¡El resto de la familia puede hacer vida normal!". Juro que leo una y otra vez esas dos oraciones juntas y no sé dónde forzar el concepto de lazo amoroso, materno, paterno, fraterno. Me pregunto: ¿Soy tan loca? Nunca preguntar: ¿cómo están sus hijos? ¿Cómo está la seño? ¿Alguien sabe cuándo se activó el protocolo? ¿Alguien sabe qué es activar el protocolo? ¿Activarlo para quién?
Seguí mi camino sola, escribí a la escuela pidiendo el protocolo porque sólo habían enviado un "resumen" pero nunca el protocolo de provincia. Claro que sé googlear, pero era menester de la institución socializarlo. Me respondieron a mi mensaje a las pocas horas y me dijeron que me iban a llamar en el día y así lo hicieron. Empezamos con las prácticas discursivas: "los chicos no se contagian en la escuela"; "los chicos tienen ansias de venir a la escuela", "¡si vos vieras las caritas de los nenes!" Eso me decía la voz del otro lado (ante esta última oración me quedé extrañada de mí misma y me pregunté: ¿pensará que no sé cuáles son las caras de mi hija?).
¿Quién se podría oponer a decir que la escuela no es un espacio de sociabilidad maravilloso? ¿Quién podría aseverar que la escuela contagia? Las paredes no contagian, no se contagian. La gente se contagia. Así transcurrió la conversación con algunas pequeñas discusiones filosóficas al estilo Charly García y así me contuve pues mi objetivo era el tan simple pedido (que no debía de ser) de que me dieran una constancia de aislamiento de mi hija. Así lo hicieron pero primero me mandaron una foto borrosa con una fecha anterior a la supuesta activación del protocolo hasta que solicité un poco de mayor legalidad ante un documento tal y me enviaron una copia legible y escrita por la escuela. Me pregunto: ¿la escuela no debiera mandar esas constancias sin pedirlas? ¿Qué hacemos los adultos? Los adultos responsables de los niños: ¿la piden?
Hasta hoy mi hija no presentó síntomas. ¿Si la escuela me informó cómo está la maestra? No, nada. ¿Si en el grupo de whatsapp de madres preguntaron cómo estaban los niños? No, nada.
Hoy sí, hoy sí: el whatsapp de mamis explotó: "¡Chicas me quiero morir!" "¡Cierran la escuela mañana!" "¡¿Que hacemos con los pibes?!" "¡Yo no voy a gritar cómo una loca! ¡Ya estoy agotada!" "Cierran las escuelas porque es lo único que pueden cerrar para no parar el sistema productivo; y qué: ¡¿nosotros no laburamos?!"
Mientras tanto acá estoy… sentada preguntándome qué estamos haciendo en el mundo, qué nos pasa, qué hacemos con nuestros amores, con la vida misma, con los pibes en casa, con los pibes de derecho.
(*) Madre y psicóloga. Esta carta fue escrita el día que comenzaron las nuevas restricciones.