Aunque segundas partes no son buenas, aquí va otro texto sobre "Walking deads" (¡No cambien de canal!). Se ha estrenado "El ejército de los muertos" de Zack Snyder: un experimento se sale de control e infecta de zombis a Las Vegas. "La ciudad del pecado" debe ser purificada como Sodoma y Gomorra por orden del todopoderoso presidente del nuevo pueblo elegido (EE.UU.). La destrucción será un festival en consonancia con una fecha patria norteamericana: ¡el 4 de Julio! Los sanos serán "emancipados" del peligroso lastre que representan los enfermos. Momentáneamente, la amenaza está contenida en su "burbuja": lo que es extraño, diferente, enfermo y espantoso ha sido acorralado por una muralla de containers. ¿El cine hace realidad el sueño de Trump para repeler el avance de las hordas de moribundos que arroja el desfalleciente Tercer Mundo? ¿Las bombas nucleares funcionan como "Solución final" o "Muerte asistida" para todos aquellos que, por diversos motivos (desempleo, pobreza, vejez, enfermedad, etc.), no tienen cabida en el "Sueño Americano"? Como si esto fuera poco, la película muestra que, en una zona aledaña al sector en cuarentena, un grupo de refugiados sobrevive confinado en jaulas y es sometido a controles de temperatura aleatorios por guardias perverso: ¡Cualquier vecino representa un "enemigo potencial" porque puede ser un portador de un peligro contagioso! De fondo, los canales de noticias preguntan: "Cuarentena: ¿Verdad o miedo?" (¡no son canales argentinos!). En este contexto, un escuadrón suicida intentará (como en "La Casa de papel" o como en "Ocean´s 11") sacar varios millones de dólares de la bóveda de un casino ubicado en el corazón de la peste. En "La ciudad del pecado", la avaricia (uno de los siete vicios capitales) le pone un alto precio a la vida.
Al respecto, señala el propio Snyder: "Queríamos centrarnos en cómo una plaga de zombis afectaría a los marginados y cómo el gobierno podría usar algo como una plaga de zombis para eliminar ciertas libertades (…) Las interpretaciones son completamente diferentes ahora que cuando empezamos. Pero el truco para las películas de zombis sigue siendo el mismo: al final, los humanos son peores que los zombis". Esta perspectiva no es nueva dentro del cine de muertos-vivientes. En consonancia con Snyder, el mismísimo George Romero -pionero del género- ha expresado lo siguiente: "Las historias de zombis funcionan con la misma eficacia que los cuentos infantiles. Los cuentos de hadas eran, en el fondo, historias políticas a través de las cuales era muy fácil poder expresarse (…) No me interesa ser el Michael Moore del horror ni nada por el estilo, pero me siento bien cada vez que soy capaz de poder expresar y decir las cosas que quiero utilizando este medio."
Q.N.E.P.D: "Que nadie descanse en paz"
En "El zombi como metáfora (contra) cultural", Ferrero y Roas, afirman: "Observamos así que tanto los directores como los espectadores son muy activos en buscar este tipo de relaciones, por lo que si el zombi careciera de esa intención metafórica no tendría ni el interés ni la presencia que tiene hoy día (…) se trata de un monstruo que no representa casi nada en concreto por sí mismo, y que por tanto lo puede representar casi todo, según se le relacione con un contexto histórico y social determinado o con otro. Esta imprecisión dentro de un marco delimitado, sin embargo, es la que lo hace flexible y apto para la metáfora."
Según Ferrero y Roas, como ha ocurrido históricamente con el cine negro, parece que el zombi también renace en los períodos de crisis: "Si a ello añadimos que ahora las crisis (políticas, económicas, climáticas, sanitarias, etcétera) son fenómenos globales y que hay una cierta disposición a tratarlas como permanentes e inevitables, tenemos el caldo de cultivo perfecto para un sinfín de apocalipsis zombis futuras." Más puntualmente, el interés por el género parece reavivarse con: la aparición de pandemias mundiales a fines de siglo XX y comienzos del XXI (desde la encefalopatía espongiforme bovina a partir de 1996; la gripe aviar o H1N1 a partir de 2004 y de 2009; las diferentes plagas de gripe porcina -la última, a partir de 2009-; o el actual COVID-19); el calentamiento global y el cambio climático; y cierto sentimiento de fin de ciclo (el efecto 2000; el terrorismo global post 11-S; sucesivas crisis económicas -desde la crisis financiera asiática de 1997 hasta la crisis financiera mundial de 2007, por citar).
En otras palabras, el muerto-viviente se presenta como un monstruo transnacional, globalizado, y por eso mismo, pertinente para hablar sobre nuestra situación actual. Tanto explícita (experimentos científicos, desechos químicos o radioactivos, manipulación de productos alimenticios, etcétera) como implícitamente, el séptimo arte plantea que es el propio ser humano el culpable de que existan estas atrocidades: ¿De allí surge ese profundo odio de los zombis hacia la humanidad? ¿Ese odio representado por un instinto caníbal y que sólo se apacigua temporalmente al devorarnos o infectarnos?
Haciendo zapping como un zombi
Escena 1: Entre el 2020 y el 2021, las distopías más retorcidas parecen materializarse. El origen del COVID-19 se parece al argumento de "28 días después" (2002): un grupo de defensores de los derechos animales libera monos que son usados en secretos experimentos científicos; un activista es mordido por uno de esos primates que está infectado con un virus mutante artificial que provoca una peligrosa enfermedad nerviosa y que se propaga con facilidad y velocidad a través de la saliva o sangre; la mordida desata una pandemia que arrasa el mundo. Algo semejante sucede en las películas "Resident evil": el mal habita en los inescrupulosos intereses de la "Corporación Umbrella" que no se ahorra transgresiones con tal de conseguir sus fines; en sus laboratorios se incuban ensayos que infectarán la superficie terrestre cuando se salgan de control. Surgen los interrogantes: ¿Cuál es el límite de la ciencia? ¿Qué costo tiene la manipulación genética en manos de científicos o empresarios que se creen dioses? ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar por nuestros atropellos al planeta que habitamos? ¿Triunfará el sálvese quien pueda? ¿Nos salvará Brad Pitt como en "Guerra Mundial Z"?
Escena 2: En "La casita del horror III" (1992), Springfield ha sido invadida por un ejército de muertos-vivos. Bart y compañía luchan contra esta horda y logran frenarla. Al final del capítulo, Los Simpsons están mirando TV y Marge remarca que han tenido suerte por no haber sido convertidos en zombis. Sin embargo, mientras sigue con la mirada fija en la pantalla, la familia entera habla con voces monótonas, como autómatas descocados. Aquí surgen más reflexiones: hace rato que llevamos "vidas" zombis con las narices pegadas a pantallas; deambulamos con paso alienado del celular a la TV y de ahí a la PC; hace tiempo que nuestra identidad está definida por el consumo desmesurado; hemos llegado al extremo de convertir al prójimo en un producto descartable ("fagocitar, tirar y buscar uno nuevo en un círculo vicioso"); nos devoramos con tal de conseguir nuestros insaciables objetivos; y, además, estamos "info-xicados" (empachados de datos que nos vomita la era de la "posverdad" y que reenviamos sin la pausa necesaria para "digerirlos"). En este baile: ¿Qué piden los zombis? ¡Ce-re-bros! Tal vez, la respuesta a nuestras cuitas pase por ahí: desacelerar nuestro festín consumista que conduce a ninguna parte; reanimar nuestra humanidad que desfallece detrás de la tecnología; y, especialmente, reavivar nuestro cerebro. Ante la(s) crisis: ¿La salvación pasa por cavilar, planear y cooperar? ¿Algo que no sólo cuesta grandes esfuerzos a los personajes de la ficción que están envueltos en situaciones extremas y distópicas? En tiempos de terror, confusión y desesperación: ¡De qué sirve gritar, rezar o quejarse! En síntesis, en tiempos oscuros: ¡Sálvese quien piensa! ¡Esa es la verdadera rebe-lución (rebelión más revolución)!
El muerto-viviente se presenta como un monstruo transnacional, globalizado, y por eso mismo, pertinente para hablar sobre nuestra situación actual.
Tal vez, la respuesta a nuestras cuitas pase por ahí: desacelerar nuestro festín consumista que conduce a ninguna parte; reanimar nuestra humanidad que desfallece detrás de la tecnología; y, especialmente, reavivar nuestro cerebro.