El músico y economista santafesino Fredy Pierini, radicado en Buenos Aires desde hace casi tres décadas, está nominado al Premio Gardel al Mejor Álbum de Música Electrónica con su proyecto Mo.NA, que lo unió al reconocido César Franov. En diálogo con El Litoral, relató el periplo que lo llevó de una iniciativa por placer a compartir terna con Willy Crook.
Gentileza David Lescano Fredy, en un retrato realizado luego de la nominación: Ahí es como que me cambió un poco la cuestión, fue como ?hay que hacer esto, hay que hacer lo otro, nos piden fotos? .
Alfredo “Fredy” Pierini es economista y trabaja como consultor de varias empresas. Radicado en Buenos Aires, mantiene el vínculo con Santa Fe a través de su madre, que vive en la ciudad, y de su hermano, que también vive en la Capital pero sigue volviendo al pago por su actividad en la empresa familiar.
No obstante, la pasión que anima a Fredy es la música, que hoy lo tiene como protagonista en la escena nacional: el álbum “Pleasures” del proyecto Mo.NA (que comparte con el reconocido César Franov, ex bajista de Spinetta Jade y sesionista de muchos proyectos de la música nacional) está nominado al Premio Gardel al Mejor Álbum de Música Electrónica: allí compite con “Venus”, de Mistol Team, y “Reworked” de Willy Crook.
Influencias
Pero el recorrido empezó mucho antes. Cuenta Fredy: “Yo me fui a mis 18 de Santa Fe, en principio para jugar al tenis: para ver si podía seguir jugando un poco más arriba de lo que había jugado en Santa Fe. Terminé reconociendo (como la mayoría) que era durísimo el tenis y le dije a mi viejo ‘empiezo a estudiar Economía en la Católica’. El tenis fue mermando y me fui enganchando con otro tipo de gente, que leía, que le encantaba el teatro y la música; ahí empecé a estudiar bajo eléctrico, estuve con profesores varios. Me fui un año y medio a Boston a estudiar Economía, donde iba aprovechaba, me compraba un bajo y tocaba en los tiempos libres, cuando podía”.
Y agrega: “Siempre orientado a lo que tiene que ver con el jazz, el blues: fue de ese modo que empecé a conocer el instrumento, si bien cuando estaba en Santa Fe y en los primeros años en Buenos Aires me gustaba mucho la música techno, como Depeche Mode, New Order, otros grupos. Intuyo que esto que hago ahora es una especie de amalgama de muchas influencias: del techno, del jazz; porque esto que hago tiene cosas electrónicas pero también jazz, por las armonías que voy armando; y también con el instrumento, porque las líneas de bajo las toco yo”.
-En “Pleasures” está el groove del funk, del disco, incluso del samba en “Salir para Dançar”, o en “Paraty” del disco “Places”, que abría con “Berlin”, con una línea de bajo bastante jazz rock, o progresiva.
-Tengo un enganche tremendo con la música brasileña: el samba, la bossa nova, fanático de Caetano Veloso y Gilberto Gil. Entonces también es parte de la amalgama.
Mis temas van a lo ambiental, a “a ver qué me produce esto, qué viaje, a dónde me manda”. Cuando compongo pienso en lugares y situaciones; de lo brasilero me engancha mucho todo lo que tiene que ver con la playa; también todo lo que tiene que ver con lo negro neoyorquino de la década del 70, eso me mata también. Y lo que tiene que ver con el techno: Depeche, New Order, los grupos alemanes; cuando me fui a vivir a Buenos Aires me acuerdo que todos los boliches se escuchaba mucho la movida de los New Romantics.
Sociedad
-¿Cómo se da tu vínculo con César Franov, que tocó y grabó en proyectos emblemáticos de la música argentina, desde Spinetta Jade a Dino Saluzzi?
-Fue por el instrumento. Cuando volví de Boston tenía ganas de retomar el instrumento de una manera un poco más pro; tenía ganas de elegir un profe de renombre, alguien de quien dijera: “Este tipo tocó en tal lugar y quiero tenerlo de profe”. Había pensado en Pedro Aznar, que obviamente está con mucho laburo; estaba Javi Malosetti que también está con un millón de cosas; y César me gustaba mucho por lo que había hecho tanto en “Bajo Belgrano” como en “Madre en años luz”, que son los dos discos enteros que hizo con Spinetta (además de lo que hizo con otros).
Cuando apareció su nombre y que estaba dando clases fui y empecé con él a estudiar bajo. Ahí empezamos una relación larga; hay flacos que tocan en el bajo muy bien, qué van a estudiar con él un mes para sacarle cosas y ya está. Yo iba una vez por semana, y además de estudiar también charlábamos mucho. Ahí me di cuenta de que le encantaba la música electrónica, aunque tocaba mucho jazz, y estaba laburando mucho con el programa Abbleton.
Cuando él me muestra las posibilidades que tenía el programa me empecé a meter, vi que me permitía también componer, tocar baterías y programar cosas que de otra forma no podía hacer porque necesitaba una banda. Empecé a jugar con todo esos sonidos: los pianos, las baterías, obviamente junto a mi bajo. Iba armando los temas, pero como todavía, no tenía tanto conocimiento del programa él me iba diciendo “andá por acá”. El sistema de laburo es el siguiente: los temas son míos, armo las armonías, armo los bajos; una vez que está en un nivel de terminación de “hasta acá yo puedo llegar”, ahí los agarra César y empieza con todo su laburo de producción. Su laburo es de un productor que se atribuye algunas cuestiones más: si ve que al tema le faltan alguna parte algún arreglo más o algún sonidito más, además de la producción general. Es un laburo de acompañamiento, pero somos un dúo.
Ahora con todo este tema de la nominación la gente de Faro Latino empezó en empujar para que lancemos un par de temas más, aprovechando el envión. Ya les mandé uno para que ya se publique, estoy trabajando con otro en este momento.
Con César tenemos una amistad de mucho tiempo, ahora no estoy estudiando bajo con él; es una cuestión más de socios en esto, y en todo lo que pueda venir él también. Él por su parte sigue con sus cosas tocando jazz, funk, progresivo.
Ahora caigo en la cuenta de lo que significa tener un buen productor; me doy cuenta de que es fundamental, porque un buen productor te puede cambiar un disco de pe a pa: te agarra el producto y te lo cambia de una manera increíble. Cuando Quincy Jones lo agarró a Michael Jackson fue tremendo; bueno, ese es un caso máximo. A lo que voy es que es lo que hace César es recontra importante, los temas no sonarían como suenan si no los agarrara él; y además tiene un nombre: suma bastante que esté él, que es conocido en los ambientes musicales.
Sorpresa
-¿Cómo tomaste la nominación, más siendo que es un proyecto básicamente independiente, y además como decías trabajando de otra cosa? Por un lado es una ventana, pero por el otro te empuja a dedicarte más.
-Fue muy raro, porque esto que hago lo hago de una manera de placer, casi residual, cuando tengo tiempo entre cuestiones de mi hija, de mi laburo; cuando tengo ganas también; porque hay veces que tengo tiempo pero no tengo ganas; esto de la composición, de crear no es para cualquier momento. Siempre fue una cosa de diversión, de plasmar lo que a mí me gustaba.
En un principio con César fue eso él me empujó: “Si acá tenés un montón de temas, ¿por qué no los empezás a armar, los empezamos a producir? La verdad que me están buenos, ¿por qué no lo empezamos a subir a Spotify?”. Para mí fue originalmente eso: el placer de componerlos y verlos subidos a Spotify. Ya estaba bárbaro tener en Spotify algo que vayas a una reunión de amigos y lo pongan para escucharlo como ambiental.
Después César hizo una entrega a Faro Latino, porque aparentemente él tiene un amigo ahí que está como productor de eventos y de cosas de música; y le gustó todo lo que estaba hecho; y le dijo: “Dámelo a mí, que lo empiezo a mover y me voy a encargar de subirlo a las redes”. Cuando aparece Faro Latino (con su sello Sonobeat) ahí es como la cosa se vuelve un poco más “pro”: aparecen estos productores que les interesa el producto y lo quieren mover para también ellos meterse en el negocio.
Allá por diciembre me dice César que Faro Latino lo quería presentar en los Gardel y para mí fue una cosa anecdótica, porque para mí los Gardel estaban allá arriba estaba (Gustavo) Cerati, Charly García, Luis Alberto (Spinetta), Illia Kuriaky. “Bueno sí, dale mandalo”, pero nunca fue un tema para mí; de hecho me olvidé: pasaron los meses, no estaba componiendo nada, estaba meramente tocando el instrumento; pasaron meses en los que ni siquiera escuché mis temas. Estaba totalmente desconectado con la cosa, y entra una llamada de César y me dice: “Estamos nominados”.
Ahí es como que me cambió un poco la cuestión, fue como “hay que hacer esto, hay que hacer lo otro, nos piden fotos”. Vino toda esta movida de promocionarlo, porque tenía encajonado, Fue totalmente sorpresivo: no lo esperaba y nunca lo había promocionado como para eso. Si hubiera sido por mí yo no mandaba, porque para mí ya estaba consumado con haberlo subido a Spotify, realmente me superó. Cuando te nominaron a los Gardel llegaste ahí arriba, compitiendo con Willy Crook y otros músicos.
Invitaciones
-En “Pleasures” participan las cantantes Paola Grifman y Vic, la percusionista Alejandra Obredor y el guitarrista Víctor Biglione. ¿Cómo fueron sumando a esos músicos para ampliar la formación?
-Esto también es por momentos una cuestión comunitaria, en el sentido de que también necesito voces que puedan cantar; en el tema brasilero necesitábamos una cuica no podés bajarla de YouTube porque de cualquier cosa que subas Spotify a través de algoritmos te hacen un estudio, de que cada uno de los instrumentos que están sonando son tuyos: si escuchan una batería o un tom que lo sacaste de otro lado salta. No puedo samplear la cuica y meterla en mis cosas, y hay que buscar a la gente para que cante porque yo no canto.
En el caso de Víctor Biglione es muy loco, porque es un guitarrista muy conocido que se fue a vivir a Río de Janeiro hace bastante. Estuvo tocando con Djavan, con Caetano y Gilberto, es un tipo de nombre en la Argentina y en Brasil, y también en Estados Unidos. Él es conocido de César, qué le mostró lo que estábamos haciendo y se re copó; en el tema brasilero me faltaba poner algo más, César dijo: “Le estaría faltando una voz o un recitado, ¿por qué no le escribís algo?”. Ahí escribí eso que recita Víctor, le gustó hacerlo, y en “Tell Me Herbie” las guitarras son de él. Lo hizo totalmente ad honorem, cero plata.
-Lo hizo todo desde allá.
-Si ese es otro tema, de cómo se graban los discos: cambió mucho, fuera de pandemia, por un tema de costos. Hoy prácticamente podés grabar un disco con los músicos cada uno desde su casa: puedo armar una armonía para el bajo y se la puedo mandar a Guille Vadalá que está en Miami; le digo “te mando el tema, ¿metés el bajo acá?”, y él te manda el bajo por WeTransfer. Así se está grabando mucho ahora, no solamente yo que en muchos casos no necesito de músicos: Alejandro Sanz también lo está haciendo así. Se está haciendo mucho, con músicos grosos que graban las pistas y se la mandan al músico que las está pidiendo.
Yo no lo conozco personalmente a Víctor, tuve un contacto por mail; me encantaría conocerlo cuando algún día cuando vaya. Y Vic es una amiga que puso algunas voces. Ahora estoy más enganchado con este tema de las participaciones con gente, especialmente las voces.
Fuerza vital
-Contaste por ahí que el nombre Mo.NA viene del japonés y que tenía que ver con lo efímero de las cosas. ¿Es una contracción de mono no aware?
-Exactamente. A mí me hubiera encantado que se llamara mono no aware, pero es una frase bastante más común de lo que yo creía, incluso en Japón: me había fijado en Spotify que había grupo que se llamaban de esa manera. Siempre me enganchó mucho a la frase, lo que significa: esas cosas que son instantáneas, que se viven en un momento y después ya no están. La forma que le busqué con esa contracción quedó bastante bueno, porque Mo.NA se puede pronunciar bien y podía decir lo que yo quería.
-Hay una cosa de lo efímero, una melancolía por el instante que se va perdiendo, pero también una cosa muy vital de vivir ese momento.
-El término tiene que ver con eso, con la melancolía de las cosas que ya no están, o de vivir instante que estamos viviendo y en un segundo ya no es, ya es otra cosa. Ese vivir el momento, esa añoranza de lo que aparece e instantáneamente ya no está. Ayer fui a comer con un amigo y eso qué pasó ya no vuelve más: la próxima vez que coma con él ya va a ser diferente. Lo voy viendo también con mi hija: vas haciendo cosas con los hijos que después ya no las podés hacer porque van creciendo y van demandando otras, o ya no tienen tiempo para vos como antes. Entonces pienso: “Me acuerdo cuando con mi hija fuimos a tal lado”. Esa melancolía de las cosas lindas que a uno le van pasando, después ya no están pero te queda el recuerdo, y te obligan al mismo tiempo a vivir el instante.