Por Oscar A. Martínez
"La pandemia ha alterado nuestras vidas, pero no ha modificado nuestra responsabilidad de tomar decisiones. En realidad, de hecho, la ha profundizado".
Por Oscar A. Martínez
El Covid 19, con su prepotencia tan dañina para la salud y para la vida, y con su creciente contagiosidad propagadora de incertidumbre, irrumpió en nuestras vidas forzándonos a vivir situaciones por nadie deseadas. Habiendo alterado todos los órdenes de la vida, creo que no me equivoco al decir, sin embargo, que la dimensión social más afectada por esta pandemia es y será la educación. A excepción de algunas pocas actividades comerciales, la educación se ha visto privada de presencialidad por más de un año entero, y esta privación, en una Provincia desconectada, equivale a una brutal profundización de las brechas educativas que ya existían previamente. El resultado es todavía incierto, aunque se especula que a nivel nacional un millón de estudiantes ya abandonaron la escolaridad. Al igual que el Covid, los peores síntomas de esta situación posiblemente no se vean ahora, sino en el futuro próximo.
Ahora bien, si hay algo de lo que el Covid no nos ha privado es de aquello que Miguel Cervantes de Saavedra, en boca de Don Quijote, denominó “uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”: la libertad. En efecto, la pandemia ha alterado nuestras vidas, pero no ha modificado nuestra responsabilidad de tomar decisiones. En realidad, de hecho, la ha profundizado. Y la gran alternativa es la queja y el pesimismo, que de nada sirven, o una variante igualmente estéril que es la búsqueda del rédito personal o sectorial, mezquindad de la que ya hemos sido testigos; o bien, en cambio, buscar caminos para afrontar personal y comunitariamente los desafíos que esta nueva realidad nos trae. Si ya había dicho en otra oportunidad que ante la pandemia nuestra decisión política había sido ser proactivos, hoy cabe agregar que, más que nunca, es el tiempo de la creatividad.
La creatividad no debe entenderse como la capacidad de “crear” cosas de cero. Ya lo había dicho ese gran maestro medieval Bernardo de Chartres: “somos enanos sentados en hombros de gigantes”. Tal vez debamos entenderla, más bien, como la capacidad de ver todo lo que hay, que no siempre es tan evidente, y pensar nuevas formas de organizarlo, de utilizarlo, de disponerlo, a los fines de dar nuevas respuestas a nuevos problemas; o a veces a problemas no tan nuevos que aún persisten.
En este sentido, yo soy un ferviente defensor de la presencialidad educativa. Hoy parece una obviedad, pero en realidad en la pre-pandemia había quienes se animaban a augurar un futuro auspicioso para la educación en la pura virtualidad. Hoy, habiendo tenido que aprender por la fuerza, ya lo sabemos: no ir a la escuela daña la salud emocional de niños y adolescentes, desfavorece los aprendizajes de calidad, merma la posibilidad del desarrollo de habilidades sociales y pone fuertes límites a la capacidad educativa de los docentes. Por esas razones en noviembre del año pasado presenté un proyecto de ley que preveía un “Programa para un Retorno a las Clases Presenciales con Seguridad Sanitaria”, el cual contemplaba en detalle las necesidades de infraestructura, insumos, recursos humanos y presupuesto para garantizar el retorno a la presencialidad en cada una de las instituciones educativas de la Provincia de Santa Fe.
Sin embargo, la evolución de la pandemia en nuestra Provincia nos ha forzado a volver a cerrar las puertas de las escuelas por un tiempo. Cuando esto sucedió por primera vez, en 2020, presenté un proyecto de ley para el acceso a la educación virtual en escolaridad inicial, primaria y media, que preveía otorgar un dispositivo móvil con conectividad a estudiantes que así lo requiriesen y que careciesen de dicho recurso. Esto fue en abril. En junio, pensando en el otro factor esencial de la educación, los docentes, propuse crear por ley un programa de créditos de 36 cuotas a tasa 0% y con 3 meses de gracia para que los docentes pudiesen comprar tecnología con fines pedagógicos. Ambos recibieron media sanción en el mes de noviembre, y espero que prontamente puedan recibir la sanción definitiva del Senado porque, como vemos, la pandemia continúa. Y, además, como también es visible, porque las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) han llegado a la educación para quedarse. ¡Ojalá podamos tener prontamente una presencialidad plena con TICs para todos! Es cosa probada que, con un uso apropiado, redundan en una mayor calidad educativa.
Ante este nuevo cierre, y habiendo propuesto estas iniciativas y tantas otras, presenté en las últimas semanas un proyecto para que el canal de TV público de la Provincia, 5RTV, transmita en horario central de la mañana y de la tarde contenido educativo basado en la currícula y adaptado a los diferentes niveles y modalidades, centrándose en los aprendizajes prioritarios. El proyecto también invita a los demás canales con transmisión en la Provincia a adherir, ofreciendo como contraprestación exenciones impositivas, y lo propio para todas las radios, con el contenido adaptado a dicha modalidad de transmisión. Esta iniciativa no está pensada para reemplazar a la tarea de los docentes, sino como un posible recurso del cual los educadores se pueden servir, especialmente aquellos que trabajan con estudiantes de los sectores más vulnerables, y que no tienen acceso a una conectividad de calidad.
En definitiva, como ha dicho recientemente el Papa Francisco, “peor que esta crisis, es sólo el drama de desaprovecharla”. La queja, el pesimismo y la mezquindad, son los mejores caminos para eso. La alternativa es la responsabilidad, especialmente de quienes hemos sido elegidos por la gente para tomar decisiones que afectan a la vida de la comunidad. En ese sentido, con o sin presencialidad, tenemos la tarea de buscar incansablemente los caminos para garantizar el derecho humano a una educación de calidad para todos, sin excepción. Allí convergen lo urgente y lo importante para el presente y futuro de la dignidad de la vida de nuestra gente.
Si, en efecto, cada uno de nosotros somos enanos sentados en hombros de gigantes, no tenemos el derecho de privar de esos hombros a las nuevas generaciones.