Una discusión (viajaba hacia la ciudad de Santa Fe y, ya que no manejaba, estaba en el auto que me transportaba haciendo un recorrido por el dial del radio receptor para actualizar dos cuestiones, alcance de las FM y la calidad de sus conductores), en tal menester estaba cuando una discusión, insisto, que protagonizaron un conductor mañanero y un empleado del Concejo Municipal de Rosario me detuvo. Discutían por frases que se habían dicho, entre sí, por la red del pajarito. Aparentes cuestiones importantes o mejor, cuestiones que aparentaban importancia en dicha red, que fueron trasladadas a un programa público.
EL EJE DE LA VIDA Y EL OMBLIGO
Ha llegado a Rosario un sistema que los MdeC nacionales tienen como arma de disuasión ante la indiferencia. Una frase peregrina, poco o muy feliz, dispara, desde el pajarito a los medios electrónicos más tradicionales (televisión y radio, con la deriva al papel y los medios impresos… en papel) cuestiones nimias convertidas en tragedias generales y tragedias personales que alcanzan el tamaño de las dramáticas tragedias griegas.
Alimentar, retro alimentar, expandir, multiplicar son todos verbos, todas acciones tendientes a un solo fin: presten atención, esto que sucede es lo que verdaderamente importe. Eso es el rating considerado vertedero, sumidero, apostadero y búnker de las adicciones del Ego. Está instalado en Rosario.
Al parecer no es extraño que cuestiones en mitad de una red de comunicación de entradas múltiples y salidas infinitas, como Twitter, concluyan en peleas directas, a trompadas, cuando no de trámite judicial. Este caso no creo que haya llegado a esos extremos.
No hay, por otra parte, una legislación que resuelva estas cuestiones con fallos y costas y, se advierte, la anatema y/o el bloqueo y el repudio en redes opera como un tribunal sanador de la enfermedad del deseo de trascendencia e infinito, que mantiene en condiciones dependientes a todos los usuarios. Soy usuario. La vacuna es contar hasta diez por lo menos diez veces. En muchas ocasiones no alcanza.
Lo que se advierte bastante usual es que devaneos, insultos, finas ironías, desplantes, denuncias y controversias en la red se trasladen a otros medios. La interacción obliga a lo dicho, una advertencia. TODO LO QUE SE DIGA EN UN SISTEMA DE COMUNICACIÓN SERÁ TRASLADADO A OTRO, A OTRO, A OTRO; LOS PLACARES HAN SIDO ABIERTOS, YA NADA QUEDA SIN DESNUDAR.
El juego es que una red multiplica, amplifica a la otra y en ese traslado y amplificación la adicción encuentra su química y se perpetúa. La perpetuidad en las redes tiene duración adjudicada. Hasta el próximo tema de interés superior. El interés superior es otorgado por el número de replicantes, seguidores hasta que la palabra más deseada y temida, más ambigua, define las cuestiones. Se viralizó. Se hizo viral. Qué es viral, más allá de un derivado de virus que se convirtió en verbo de primera declinación: viralizar. Viral es la pulsión que mueve programas, personas, candidaturas… ¿se entiende?… viral es la palabra que abre puertas… y presupuestos. La química exige más y más, te tira para atrás y llega a un punto en que no podés… (diría Charly).
La Peste, que obliga al uso intensivo de la palabra virus, complica las cosas por la definición de viral, que ya tenía lo suyo con los retrovirales del HIV y que llega al paroxismo del multiuso con estas discusiones que, se insiste, de una red pasan a la otra y llevan al divertido engaño de suponer su importancia por la cantidad de me gusta y de re tuit. Crece el ombligo en inesperadas e inusitadas formas y el Ego se lee y se tuitea.
LA VIDA VIRTUAL E INFINITA
Un conocido periodista que tuitea y retuitea asuntos menores es una clase que se reconoce, una tribu en la que el nombre de conjuntos musicales de rock y un tema comportan lo más importante de una jornada. También anunciar sus trabajos.
Un elemento común al pajarito y sus adeptos / adictos es la seriedad de lo fútil, la calidad de enciclopedia de una mínima cita a un club de fútbol o un personaje. El sustento basal; creen que allí está la vida. La fe mueve montañas de algoritmos, según se observa.
Otro grupo trabaja con el insulto a los que, está clarísimo, odia hasta ese punto, el del insulto. La cantidad de reproducciones (diga "rt") es un juego en el que todos andamos y se consiguen medallas por tal y tal número de adhesiones y me gusta y corazoncitos porque, es necesario advertirlo, su lenguaje comporta un código elemental que si no se lo entiende deja fuera.
En el mundo del pajarito suceden cosas en clave particular. Tal como antes un idioma canero (el lunfardo, tan prolífico en palabras "activas", que reproducían acciones enteras… "era polenta el bobo y la marroca y la empedrada fule, berretín") los signos y abreviaturas cierran la entrada a los no iniciados. Es un mundo el que se mueve entre signos, abreviaturas y sobre entendidos. Otro mundo.
¿Qué mundo gobernará las campañas, los mensajes, las decisiones en una boleta electoral con la existencia de este "mundo" del pajarito en pleno crecimiento?
INSULTE AHORA Y APROVECHE DESPUÉS
Vivir dentro del sistema de esos signos y reproducciones es una aventura tan sedentaria como adictiva. El caso que disparó estas reflexiones es el del punto límite mencionado. Un conductor: Nacho y un empleado del Concejo Municipal, Marcelo, tenían un "acalorado" diálogo sobre cuestiones debatidas dentro del mundo pájaro que se daban por conocidas entre ellos, pero que se ignoraban en la comunicación radial y por tanto abierta pero, sostuvieron, era necesario hacerlas públicas en eso, un programa radial donde los que oyen no son los que están en la línea de tuits ni en la barra de retuits. No necesariamente.
Es un mundo diferente el que con ellos llega, aún cuando resultaba claro que el programa radial era una pedana a tres toques y una sangre y que eso era una esgrima buscando adhesiones, que grande negro lo dejaste por el piso… El mundo que con ellos llega (llegó) deja inscripto que todo se sabe allí, en el aleteo de los tuits y el que no lo sabe no existe. Cuidado, acaso poco importa, acaso no vota. Ejem.
Este mundo, ya presente, no observa ni los códigos del debate, ni el lenguaje del mismo y se abre al particular espacio de pocas paredes e indefinida amplitud donde las cosas son, pero no tanto y ni se sabe hasta cuando pero, ay, asustan a la veteranía, conforman una realidad que debe aceptarse: es virtual pero atrayente y, básicamente, de clara influencia cotidiana.
Vaticinio apocalíptico: en este año del 2021 elegiremos muchos candidatos que han resuelto su participación y buena parte de su existencia en lo que deberíamos, con justicia, llamar una virtualidad virósica. De cómo deliberen y gobiernen en nuestro nombre deberemos hacernos cargo con el cuero, no con los algoritmos y el pajarito, pero es por poco tiempo. Tal vez sea necesario argumentar que ya pagamos, cobramos y viajamos por las redes. Presto el título: virtualidad virósica. En eso andamos.
Vaticinio apocalíptico: en este año del 2021 elegiremos muchos candidatos que han resuelto su participación y buena parte de su existencia en lo que deberíamos, con justicia, llamar una virtualidad virósica.
De cómo deliberen y gobiernen en nuestro nombre deberemos hacernos cargo con el cuero, no con los algoritmos y el pajarito, pero es por poco tiempo.