Por ROBERTO L. ELISSALDE (*)
Por ROBERTO L. ELISSALDE (*)
El Perú celebra el bicentenario de su independencia, declarada el 28 de julio de 1821. Transcurrido más de un cuarto de siglo desde esa fecha, San Martín escribía al general Ramón Castilla, explicando su conducta al abandonar el ejército español y su propósito final; "fue el mirar a todos los estados americanos en que las fuerzas de mi mando penetraron como Estados hermanos interesados todos en un mismo y santo fin. Consecuente con este justísimo principio, mi primer paso era hacer declarar su independencia y crearles una fuerza militar propia que lo asegurase. He aquí, mi querido general, un corto análisis de mi vida pública seguida en América: yo hubiera tenido la más completa satisfacción habiéndole puesto fin con la terminación de la guerra de la independencia en el Perú".
Luego de narrarle las alternativas de la entrevista con Bolívar en Guayaquil agregó: "Si algo tiene que agradecerme la América, es el de mi retirada de Lima, paso que no sólo comprometía mi honor y reputación, sino que me era tanto más sensible, cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas en Colombia, la guerra de la Independencia hubiera sido terminada en todo el año 23. Pero este costoso sacrificio y el no pequeño de tener que guardar un silencio absoluto, tan necesario en aquellas circunstancias, de los motivos que me determinaron a dar este paso, son esfuerzos que Ud. podrá calcular y que no está al alcance de todos el poder apreciarlos".
Podemos pensar que esto no es más que una justificación de su proceder en aquel tiempo, pero veamos que llegar a Lima el centro del poder realista era su objetivo. El mismo Rivadavia entrevistado por Alberdi, el secretario del Triunvirato le recordó que en marzo de 1812 consultado San Martín: "¿a que venía a América si no estaba por la República?", recibió esta respuesta "vengo a trabajar por la independencia de mi país y de esto se trata hoy; en cuanto a la forma de gobierno, es asunto secundario que se tratará después".
Desde Chile "pasaremos por mar a tomar Lima"
Por si esto no bastara en la carta a Nicolás Rodríguez Peña del 22 de abril de 1814, entendía que: "La Patria no hará camino por este lado del Norte que no sea una guerra permanente, defensiva, defensiva y nada más; para eso bastan los valientes gauchos de Salta con dos escuadrones buenos de veteranos…Ya le dicho a Ud. mi secreto, un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza, para pasar a Chile y acabar allí con los godos, apoyando un gobierno de amigos sólidos, para acabar también con los anarquistas que reinan. Aliando las fuerzas, pasaremos por mar a tomar a Lima; ese es el camino y no éste, mi amigo. Convénzase Ud. que hasta que no estemos sobre Lima, la guerra no se acabará".
Apenas llegado a Mendoza para hacerse cargo de la Gobernación de Cuyo en agosto de 1814, dictó un bando en el que reafirmaba sus principios: "Cuando la América por un rasgo de virtud sublime quebrantó las cadenas de la opresión peninsular, juró sacrificarlo todo por arribar al triunfo de tan glorioso empeño..." instándolos a vencer el ocio, la indiferencia y la molicie en pos de aquella "valiente resolución".
El plan que presentó Tomás Guido oficial mayor de Guerra al director electo Juan Martín de Pueyrredon, nos revela una continuidad, y del encuentro de éste con San Martín en Córdoba, nada mejor que lo manifestado a su confidente desde Mendoza el 16 de agosto de 1816: "Mi entrevista ha sido del mayor interés a la causa y creo que ya se procederá en todo sin estar sujeto a las oscilaciones políticas que tanto nos han perjudicado".
Para celebrar el primer aniversario de Chacabuco, el 12 de febrero de 1818 los chilenos en Santiago juraron la independencia. Cuando le correspondió a San Martín hacerlo como coronel mayor de los ejércitos de ese país y general en Jefe del Ejército Unido, juró: "sostener la presente declaración de independencia absoluta del Estado chileno, de Fernando VII, sus sucesores y cualquier otra nación extraña".
Sólo quedaba llegar al Perú, el 20 de agosto de 1820 la Expedición Libertadora cual un cielo de velas blancas, observada desde las alturas y de la costa ponía rumbo al Perú. Como bien lo dijera Benjamín Vicuña Mackenna: "San Martín, al pisar el suelo de América, echó una mirada sobre el mapa de su vasto continente; y con su ojo infatigable, el ojo del genio, comprendió que el centro del poder de la metrópoli estaba en Lima, su posición central, su corte, la llave del Pacífico con sus castillos del Callao, la llave de la América por sus recursos, su influencia y el predominio político que había ejercido sobre todas las colonias, habiendo sido hasta hace poco sus tributarios Buenos Aires y Quito, y siéndolo aún Santiago de Chile".
Cuando partió la expedición O´Higgins le hizo honor a San Martín con una proclama en la que les recordada a los soldados: "El general que os manda es el mismo que os llevó al campo de batalla en Chacabuco y Maipú. Acordaos de lo que hicisteis entonces y pensad en el destino glorioso que os aguarda".
Desde el desembarco en la Bahía de Paracas se sucedieron los episodios, que venían desde hacía años pensados por la mente de San Martín. Su llegada fue el episodio que llenó de esperanzas a los peruanos, muchos de ellos dispuestos a terminar con el dominio español, pero también es cierto Que necesitaban la presencia de un ejército organizado como el que acababa de llegar. Acantonados a 150 kilómetros de Lima en Haura, el mal pronto se hizo presente con las fiebres palúdicas, con su larga secuela de muertes y debilidades, que hasta atacó al mismo general. La campana con la que despedían a los difuntos, fue la que también echada a vuelo anunció la independencia del Perú y es un símbolo de ese país.
La declaración solemne
San Martín un 28 de julio, hace dos siglos, en la Plaza Mayor de Lima proclamaba la independencia, llevando en sus manos la bandera tricolor que había creado y enarbolado en Pisco. También dispuso que para conmemorar tan magno acontecimiento se levantase un monumento en el camino al Callao y fuesen el 26, 27 y 28 de julio para Lima fiesta cívica: "El día más augusto -declaró- y solemne de una nación independiente, no debe quedar sepultado en el olvido del tiempo. Al americano libre corresponde transmitir a sus hijos la gloria de los que contribuyeron a la restauración de sus derechos. La memoria del gran momento en que por la unión y el patriotismo se dio libertad a medio mundo, es el legado más sublime de un pueblo a la posteridad".
Ese pedido de San Martín a la unidad americana sigue siendo un llamado para una profunda reflexión, como le dijera el 13 de marzo de 1819 al gobernador de Santa Fe don Estanislao López: "Transemos nuestras diferencias; unámonos para batir a los maturrrangos que nos amenazan y después nos queda tiempo para concluir de cualquier modo nuestros disgustos en los términos que hallemos por convincentes sin que haya un tercero en discordia que nos esclavice".
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos.