La cantautora y actriz Vane Butera está presentando su tercer disco de estudio, grabado en vivo en una sesión transmitida por streaming. Se trata de 13 canciones que recorren el concepto de romper apegos y condicionamientos, disparado por el contexto pandémico. Así lo contó la artista en diálogo con El Litoral.
Gentileza Irish Suárez Mañana viene una pandemia y todo lo que te guardaste, todo lo que aguantaste, todo lo que no dijiste, implosiona , afirma la cantautora.
La cantautora y actriz argentina Vane Butera presenta su tercer disco de estudio: “Changüí”. Este nuevo álbum es tal vez el más particular de la carrera de Vane: las canciones fueron grabadas en un estudio pero a la vez registradas en vivo ya que la sesión se transmitió vía streaming a nivel mundial en noviembre de 2020.
Estas particularidades lograron que las 13 canciones de “Changüí” tengan un sonido y aire fresco y diferente. En ellas, se puede escuchar la voz de Vane bien al frente, interpretando sus crudas letras acompañada de los arreglos sensibles de su guitarra, a la que se le suman acordeón y cuerdas, batería, guitarra y bajo, logrando así un clima musical que va creciendo durante el recorrido del disco.
El Litoral conversó con la artista integral, para profundizar en ese universo inspirado por el momento histórico que vivimos.
Revancha creativa
-“Changüí” nació como una sesión transmitida en noviembre. ¿Sabías de entrada que se iba a convertir en un disco?
-Fue la idea: de hecho lo promocionamos como “Vane Butera graba un disco en vivo”. La idea era más que transmitir un show mostrar una grabación de disco; no hacer un show y que después de eso fuera un disco sino que la gente vea en vivo cómo se graba un disco: un poco a la inversa.
-Pero de todos modos había que grabarlo todos juntos.
-Claro; además hablé con la gente de las canciones; no es exactamente como lo hubiéramos grabado si estábamos solos. Eso era lo más interesante de la experiencia: que para todos era como “bueno, vamos a ver qué sale”, porque era un riesgo, algo que nunca habíamos hemos hecho, ninguno. Grabar bajo la presión de tener gente viéndonos hacerlo; de hecho este es un disco en el que toco mucho la guitarra, no suelo tocar en mis discos: ahí tenía un doble desafío para mí, que estuvo buenísimo y por suerte salió muy bien.
-El año pasado había salido “Adonde no me llaman”, un material gestado antes de la pandemia. ¿Sentiste que de alguna manera ese material había quedado viejo rápidamente?
-No, para nada viejo. Lo grabamos en 2019, tiene algunas canciones muy viejas pero la mayoría son mi repertorio de ese año 2018-2019; salió en 2020 con toda la expectativa que tiene un disco en el que uno trabaja tanto tiempo: de presentarlo, de viajar, de hacer gira, de tocarlo en vivo; de ver qué le pasaba a la gente ahí con nosotros tocando en vivo. Todo eso no pudo pasar, “porque Apocalipsis”.
Salió en Fase 1, y creo que igual fue el momento en el que tenía que salir: acompañó a un montón de gente en un momento en el que no había mucho para hacer, además de que estábamos todos tristes y toda esa parte que ya sabemos; y que la música siempre es un mimo. Estábamos bastante aburridos también, hasta de lo que escuchábamos; así que cuando aparecían discos nuevos (me pasaba a mí como oyente) yo lo agradecía mucho. Me encantó saber que eso le pasó un montón de gente con mi disco.
Pero no es que este disco “Changüí” sale porque el otro quedó viejo, de hecho está bastante vigente “Adonde no me llaman”, tiene un montón de canciones re pandémicas: no podía creer cuando salieron, parecía que estaban hablando de ese momento. Changüí” nace de esa bronquita que me quedó, de esa sensación contenida de que el disco no pudo explotar lo que yo hubiera querido en cuanto a tocarlo, en cuanto a actividad: estábamos encerrados, el disco sólo podíamos recibirlo virtualmente, tocarlo virtualmente. Y necesitaba ponerle el cuerpo a algo, que fueron estas canciones: agarré canciones viejas que tenía y las terminé, y eran un disco.
Dijimos: “Bueno, no pudimos explotar ‘Adonde no me llaman’, grabemos otro en el mismo año”. Son canciones que hablan para mí tan del 2020, que las quería grabar en 2020; de hecho si hubiera podido las hubiera sacado en 2020, pero hay que mezclar y masterizar, recién estuvo listo este año.
Concepto
-¿Cómo fue ese proceso de escritura, y cómo determinó el contexto la forma final de las canciones?
-Sin duda, hubieran terminado de otra forma si no hubiera pasado lo que pasó. Tenía un montón de canciones inconclusas; este disco tiene 13 temas, de los cuales nueve son de esas. Después tiene una que compuse de cero en la cuarentena, y tres muy viejas que no había grabado todavía.
-¿Cuál es la nueva?
-“Apocalipsis”, claramente (risas): es la que abre el disco y habla un poco de todo lo que estábamos viviendo, para mí; de cómo lo vi yo. El resto de las canciones, si bien no hablan como “Apocalipsis” tan específicamente de lo que estaba pasando, son la forma en la que yo terminé viendo las cosas por las que estaba pasando. Como algunas ya estaban escritas, hay algo del contexto, de lo que estaba aprendiendo en el momento en el que la reencontré, que me hizo entender cómo tenían que terminar: qué era lo que querían decir.
Por eso después el disco termina teniendo todo un concepto de soltar, de irnos de los lugares donde ya no hay nada para nosotros; de sacar, de “Abrir la jaula” (así se llama una de las canciones) y sacar de verdad lo que somos. De que mañana viene una pandemia y todo lo que te guardaste, todo lo que aguantaste, todo lo que no dijiste, implosiona. Es muy loco como canciones que no fueron de cero escritas en ese contexto terminaron todas teniendo el sentido de lo que yo estaba aprendiendo en ese momento.
-Quizás por eso de todas las que tenías conectaste con esas nueve.
-Sin duda por algo fueron esas y no otras. Hay una que se llama “Menos no”, que habla de no conformarse; todas tienen que ver con la alarma que a mí se me despertó con todo esto. Quedaron afuera del disco dos, que entrarán en el disco que viene.
Vestir canciones
-Armaste dupla de guitarras y producción con Javier López del Carril.
-La producción no es dupla, es todo Javi: es el productor y arreglador de este disco y del anterior. El equipo de “Changüí, es el mismo: está arreglado y producido por Javi, grabado y mezclado por Ale Saro, masterizado por Daniel Ovie. Los músicos en este fuimos cinco, en el anterior fuimos más, porque el cupo era de 30 % y pudimos entrar cinco nomás: Carlos Brítez, el “Sapo” (Fabián) Miodownik, Matías Candoni, Javi López del Carril y yo.
Eso para mí fue como un broche hermoso: que sea el mismo equipo que “Adonde no me llaman”, como una revancha de un material que ahora sí podamos presentar, que cuando salió pudimos recibirlo juntos, brindar: pavadas, pero que son muy importantes.
-Había un límite impuesto. ¿Cómo se decidió esa instrumentación, esos arreglos?
-Hicimos un streaming en julio con Javi, los dos solos, dos guitarras: fueron tres viernes en los que yo quería hacer tres repertorios distintos, para que la gente pueda ver todos. En el mundo streaming llegaba un punto en el que era muy difícil traer algo nuevo, y para no tocar siempre lo mismo hicimos un ciclo: en uno toque canciones a la carta, que la gente pedía; en otro hicimos covers; y en otro hicimos canciones inéditas. Pensé: “Tengo suficientes canciones que no toqué nunca, como para que la gente las escuché por primera vez”; y ahí fue donde agarré estas canciones y las terminé para este streaming.
Salió hermoso, y cuando terminó lo escuchamos y dijimos “acá hay un disco”: son todas canciones que hablan de esta situación, todas canciones nuevas, y a Javi se le ocurre esta idea de grabar el disco en vivo con la gente mirando del otro lado. La formación no podía ser demasiado grande: no sólo por el espacio sino porque cuanta más complejidad le poníamos era más difícil después que sea real, porque lo grabamos todo en un mismo room: eso significa que todo entraban los micrófonos de todos. Entonces no había posibilidad después de retocar nada: si desafiné en algún momento tiene que quedar, porque todo entra en todos los micros, era imposible pinchar. O sea que cuanto más instrumentación tenían los temas más inviable iba a ser la idea.
Ya habíamos tocado en un streaming desde la Usina del Arte en este formato de quinteto; entonces estábamos seguros de que iba a funcionar. Y las canciones no pedían más que eso: también para mí es hermoso cuando eso pasa: decir “es esto, es chiquito, hay canciones que no piden”. De hecho si no llegás al cuarto tema parece un disco de guitarras nada más; van entrando los instrumentos muy de a poco: primero el acordeón en el tercer tema, la banda en el cuarto. Era era la instrumentación que tenía que ser, sin duda.
-También hay canciones como “Para cambiar”, “No te encariñes”, o “De sonreír”, con mucho de ese aire de la live session, que parecen más pequeñas pero son de una gran construcción melódica y letrística.
-Fueron mega atinados los arreglos. Javi tiene esa cosa de que los arreglos siempre están al servicio de la canción. A veces le das un material a un arreglador y quieren poner todo. Y por ahí es solo esto: él podría mil cosas, pero cuando la canción no lo pide es re honesto saber que el otro no va intentar adornar demás. Eso pasó en varias canciones de éstas, por eso para mí es un disco tan honesto: desde los arreglos hasta las canciones.
Vínculos
-El corte de difusión es “Ay soltar!”, una canción de aires flamencos. ¿Por qué lo elegiste como presentación?
-Ya había sacado tres singles de adelanto: la gente ya había escuchado “La vuelta al espiral”, mi preferida del disco; “Hasta acá”, otra de mis profes, y “Menos no”. Me gustaba que “Ay soltar!” traía un aire bastante distinto desde todos los lados: desde lo sonoro, desde la letra; si bien es muy familiar a la temática de las otras canciones era más directa, venía como con otra impronta.
También la elegí pensando en que queríamos hacer un videoclip, que está en YouTube. Me bajó una idea de video, que después realizaron Germán Sánchez, Anita Piñero y Lucía Somoza. Era perfecta para presentar el disco, con esta cosa “fogonera”: es como un fogón organizado que estemos tocando todos juntos en el mismo lugar. En esa canción para mí se ve un montón que nos estamos divirtiendo: faltan las palmas y estamos en el tablado.
-El video tiene esta idea del desván de las cosas viejas. Siempre es polémico soltar, tanto cosas como gente.
-Era poder enfrentar las dos formas de soltar, las situaciones de la que habla la canción: no poder soltar un vínculo, que ya no da para más, que ya está acumulando polvo: “y hasta cuándo” se pregunta el estribillo todo el tiempo, “ay soltar qué verbo desgraciado”.
La idea era graficarlo con esta persona que es como los acumuladores: es un problema, no es que no sueltan porque no quieren; guardan las cajas de pizza que comieron en todo su vida. Llevando el extremo lo difícil que es: es una palabra que se dice tan simple, “ah soltá, no pasa nada”. No es tan fácil.
-Pensar en una forma de vincularse en la era de Marie Kondo, entender los vínculos como ella entiende las casas, quizás no estaría bueno tampoco.
-Es muy buena apreciación. Creo que no sabría cómo; Marie yo te agradezco, pero en mi desorden un poco me entiendo, termino haciendo canciones, de última. Si pudiera soltar y organizar tan fácil no sé si sería yo.
-La vida sería más fácil, pero habría menos canciones.
-Eso sin duda: habría menos desamor, menos inspiración. Un ratito capaz me gustaría, no sé si todo el tiempo; poder elegir: “En esta pido el poder Marie Kondo”.
Identidad
-Empezaste en el teatro musical, desarrollaste tu carrera musical a la par de la actoral. ¿Sentís que encontraste tu identidad musical o eso es una búsqueda continua?
-Siempre el término “encontrar” o “llegar” me da mucha claustrofobia, me da mucho miedo de qué pasa después. Siento esta altura que todavía tengo un montón de camino por recorrer, entonces si esta altura ya “encontré” o ya “llegué” me da un poco de miedo pensarlo así. Y me gusta pensar que mi artista se sigue construyendo, así que voy más por la opción B (risas).
-De todos modos por ahí como cantante sí: el color de tu voz es muy distintivo y es por ahí lo que le da unidad a lo que hacés.
-Sí, esa búsqueda la entiendo como algo de formación, de mucho estudio y mucho escenario. Llegado el momento, “OK, esta es mi voz, sé cómo manejarla”. Mañana puedo agarrar un material que me desafía y que me hace de encontrarme en un lugar nuevo también; puede pasar. No es que digo: “Bueno, ya tengo mi instrumento domado y ya sé cómo ponerlo en cada situación y ya lo manejo”. Pero sí, hay algo ahí encontrado, y de seguridad, y de que la quiero, (risas), la cuido, no me peleo con ella: ya he pasado por muchas ahora.
-Ahora el material está en la calle, o al menos en las redes. ¿Cómo sigue el recorrido ahora?
-Estoy disfrutando mucho de los comentarios del disco y de la gente escuchándolo. Me gusta pensar que está en la calle: que está sonando en alguna terraza, algún balcón, algún auto. Y ahora se viene presentarlo: voy a hacer una serie de conciertos muy acústicos muy íntimos y chiquitos en agosto y septiembre; la idea es en octubre hacer una presentación grande con la banda, de este y ojalá pueda también presentar “Adonde no me llaman”.
El plan está todo apuntado para irnos, en qué formato (sola o con la banda) al interior y volver a Uruguay, que hace ya dos años que no puedo ir, me encanta ir a tocar allá. Ese es el plan: tocarlo mucho, todo lo que se pueda todo lo que no pudimos el año pasado.