Pese a los efectos de la pandemia sobre la economía, buena parte del mundo avanza mientras la Argentina se acuna en ensoñaciones del pasado. Las teorizaciones de Cristina y Alberto sobre el final del capitalismo, confunden deseos con realidades. Avanza tanto el capitalismo liberal del conjunto de países reunidos bajo el común denominador de Occidente, como el capitalismo autocrático de la China actual, que, liderada por Xi Jingpin, se ha puesto como meta conquistar el sitial de primera potencia económica, tecnológica y militar del mundo en 2049, cuando se cumpla el centenario de la revolución comunista iniciada por Mao Zedong, que concluyó con la creación de la República Popular China en 1949.
Aunque parezca contradictorio, hoy el mayor impulsor del liberalismo comercial es el comunista Jinping, quien hace pocos años sorprendió al foro de Davos al defender con todas las letras la globalización y el libre comercio. Y tiene su lógica, porque China ya es la segunda potencia comercial del planeta y va por el primer puesto. Repite las posiciones adoptadas por Gran Bretaña luego de la Revolución Industrial (segunda mitad del S. XVIII, y primera del XIX), que la tuvo como principal protagonista, al igual que de la segunda fase -aunque más compartida-, entre 1840 y 1914). Luego de la Segunda Guerra Mundial, el país que se sube al podio triunfal en la competencia por el liderazgo mundial es Estados Unidos de Norteamérica, que dominará la tercera y cuarta fases de la Revolución Industrial, predominio ahora amenazado por la energía productiva y competitiva de la China de Xi Jinping.
Las variaciones en el mapa geopolítico explican los cambios de conductas de unos y otros. Por eso, en los cuatro años anteriores, la administración de Donald Trump, imbuida de un nacionalismo compartido por las poblaciones de los Estados menos favorecidos o más afectados de la Unión, y por lo tanto cuestionadores del librecambio reinante en el país con el mayor mercado del mundo, adoptó una posición defensiva ante la expansión china, en tanto que el enorme país asiático, asume la posición de libre comercio que antes caracterizaba a la doctrina y la práctica del gigante norteamericano. La diferencia está en el sustrato filosófico, pero la acumulación capitalista funciona en ambos campos políticos e ideológicos como eficiente mecanismo para financiar el desarrollo.
Mientras nosotros no nos cansamos de hacer gárgaras con la soberanía nacional, invocación que suele bloquear todo análisis racional sobre vetas, caminos y oportunidades para el crecimiento, el mundo recorre a velocidad cada vez mayor, senderos de exploración en los más diversos campos, búsquedas que pueden suprimir más temprano que tarde ventajas comparativas y competitivas que nos han permitido sobrevivir en medio del estancamiento general de nuestra economía.
Así, por ejemplo, deben verse con preocupación los avances en la investigación y producción de carne 3D por parte, por ejemplo, de "Modern Meadow", empresa estadounidense que logró combinar la tecnología de la impresión tridimensional con las técnicas utilizadas para el cultivo de tejidos, conjunción que ha dado como resultado la impresión de carne comestible. El desafío, ahora, es conseguir que el producto sea completamente digerible y aporte el mismo nivel de proteínas que la carne animal. En el actual contexto internacional, impregnado de una nueva y expansiva conciencia respecto de los seres vivos, es probable que esta alternativa desplace progresivamente la tradicional demanda cárnica, lo que a mediano plazo afectaría ingresos genuinos por exportaciones correspondientes a ese rubro.
Por otra parte, la carrera de viajes de turismo espacial emprendida por algunos millonarios como los estadounidenses Jeff Bezos y Elon Musk, y el británico Richard Branson, más allá de sus connotaciones frívolas tienen objetivos de mayor alcance, como la explotación minera de algunos asteroides ricos en minerales escasos en la Tierra.
La gran idea de la "minería espacial" recibió un impulso significativo hacia su concreción en 2015 cuando el Congreso de los EE.UU. aprobó la denominada "Ley del Espacio", que permite la explotación minera espacial y la apropiación de asteroides a personas y empresas de ese país. La norma limita su alcance a la apropiación de recursos, y descarta la eventual reivindicación de soberanía, expresamente prohibida por el Tratado Internacional del Espacio Exterior, firmado por los miembros de la ONU en 1967. Pero, en cualquier caso, con eso basta, porque sólo podrán ejecutar acciones de apropiación de bienes las empresas que dispongan de las tecnologías y los recursos financieros que les permitan viajar al espacio exterior y explotar esas canteras potenciales.
Al respecto, numerosas compañías han manifestado su interés, y dos de ellas, las de Bezos (Blue Origin) y Musk (SpaceX) ya han dado pasos concretos con sus primeros viajes espaciales, camuflados de un turismo exclusivo para multimillonarios. Detrás están los objetivos mayores de la minería espacial, y la consiguiente obtención de platino, hierro, níquel y cobalto, entre otros elementos químicos asociados con minerales, en cantidades suficientes para cubrir las necesidades de la humanidad durante 3000 años, sin profundizar los problemas ambientales y las tensiones sociales en nuestro planeta.
La competencia de investigación y creatividad innovadora entre las potencias mundiales, le da velocidad a estas transformaciones inimaginables hace un par de décadas. Y esa carrera vertiginosa modifica algunas de nuestras perspectivas de desarrollo, como la que no hace mucho ofrecía la cuenca petrolera y gasífera de Vaca Muerta, que ahora corre el riesgo cierto de permanecer enterrada en su tumba de rocas milenarias.
Es que el uso de combustibles fósiles tiene fecha de vencimiento. Ante las evidencias de un cambio climático catastrófico, la Unión Europea, con base en el Acuerdo del Clima de París, ha decidido acelerar la transición hacia el empleo de energías renovables y menos contaminantes, que incluyen la reducción del uso de automóviles privados impulsados por motores de combustión y su progresiva eliminación, que culminará en 2035. Este proceso, ya en curso, fue preanunciado hace años por la decisión alemana de transformar su matriz energética, mediante el progresivo abandono de las usinas alimentadas por combustibles fósiles y la opción por las energías limpias provistas por la fuerza de los vientos y la luz solar (y, aunque se suela omitir, también por la energía nuclear).
Los avances de la ciencia, sus aplicaciones tecnológicas y el soporte de capitales que se multiplican para financiar las búsquedas en ambas versiones del capitalismo, erosionan el valor de nuestros activos y nuestras ventajas comparativas, al tiempo que minimizan nuestro papel futuro, máxime si seguimos empeñados en blandir, ante el fracaso, la coartada de un pobrismo insustancial que sólo conduce al hambre generalizada.