Si se confirman los datos de las dos últimas semanas, estaríamos asistiendo al comienzo del ocaso de la soja. Hace unos pocos años atrás era algo impensado. Pero las estadísticas mandan y confirman hoy que el cultivo de la oleaginosa crece menos que el maíz. Para tener en cuenta: mientras que el rendimiento del cereal creció un 35% en diez años, la soja solo se incrementó 18%. Ahora, los costos productivos son el principal argumento de la debilidad de la soja.
El maíz parece un cultivo que está demostrando un crecimiento consolidado. Lo señalan los especialistas de la Bolsa de Comercio de Rosario, para quienes "el maíz le saca una vuelta de ventaja a la soja". Para la entidad del sur, "la tendencia observada los últimos años en materia de participación de cultivos llegó para quedarse; año tras año el maíz crece, el trigo crece y la reina de los campos argentinos, la soja, pierde presencia en el total de las hectáreas sembradas".
El camino a recorrer en la presente campaña es muy claro: se espera una reducción del 1,6%, equivalente a 250.000 hectáreas, en la superficie sembrada, con una producción de 49 millones de toneladas, volumen que de todas formas representaría un incremento del 9,1% respecto al ciclo anterior, que fue afectado por la falta de agua en momentos críticos del desarrollo del cultivo. En la zona núcleo, la siembra de soja podría caer aún más: un 5%, hasta las 4,57 millones de hectáreas. Esta sería así la peor marca en 20 años. La conclusión de los especialistas es oportuna: la soja ya no está a la altura del maíz y el nivel de rendimientos quedó estancado en los últimos 8 a 10 años.
La pregunta se impone: ¿cuál es el punto más débil de la soja?. Para la gran mayoría de los sojeros, sus menores márgenes netos frente al maíz sería su punto de debilidad. Es que los márgenes, justamente, reflejan todas las demás problemáticas, como malezas, menor progreso genético y retenciones. Hay un ejemplo muy difundido: en Bigand, departamento Caseros, cruce de las rutas nacional 178 y la provincial 14, a 236 kilómetros al sur de la capital provincial, los maíces logran con facilidad 100 quintales por hectárea (con fertilización balanceada se logran 120 quintales), mientras la soja está estancada en techos de 45 a 52 quintales. La formación del rendimiento depende de múltiples variables, pero es notorio la mejora genética y la respuesta a la inversión tecnológica que muestra el cereal. En el análisis no podemos olvidar un punto importante como es el de las retenciones: la de soja casi triplica a la de maíz. Sumados a los impuestos posteriores, posicionan al sistema agrícola en una actividad de alto riesgo, en especial para el pequeño productor.
Hay otro elemento que no se debe perder de vista: la esencia maicera de esta provincia especialmente en los departamentos del sur, clave para seguir apuntalando y desarrollando cadenas como la aviar y la porcina, el bioetanol e industrias como la aceitera y la de maquinaria agrícola, además de ser un cultivo fundamental en la conservación de suelos.
Por eso, no extraña que la Región Centro del país se esté convirtiendo en el escenario de tiene la transformación de maíz. Estamos en presencia de un territorio que pasó de producir 15 millones a 31 millones de toneladas del cereal, lo que significa el 71% del total nacional. Pero, más allá de todo lo que se mencionó, hay que ser prudentes. Los ciclos cambian, las tendencias también.