(Especial para El Litoral desde el estadio Monumental)
La llovizna divagante no le quitó la condición de perfecta a la noche del jueves en el Monumental: la gente cumplió los protocolos y la Selección brilló en la cancha.
(Especial para El Litoral desde el estadio Monumental)
Los días previos a la fecha 10 generaban temor a los agraciados que pudieron acceder a un pase para ver el partido entre los conjuntos argentinos y bolivianos de fútbol debido a las fuertes lluvias que no cesaban. Había temor a la postergación. Pero el jueves la intensidad se redujo a una llovizna intermitente y la cancha de River Plate estaba tan rápida que hasta activaron los regadores minutos antes del ansiado choque. Así de rápido y mojado era el ingreso de los hinchas al estadio, para evitar las conglomeraciones. Argentina volvía, entonces, a competir en nuestro suelo después de cuatro años, Messi y sus compañeros iban a celebrar ser los campeones de América después de veintiocho años. Nosotros, todos, volvíamos a saborear la normalidad previa a la pandemia.
El primer anillo de seguridad -y sanitario- ya se disponía a unos 500 metros del principal estadio del barrio porteño de Núñez. Desde ese punto, el público ya debía mostrar el permiso de asistencia al evento en la App Cuidar, entrada y DNI. También, era sometido a una prueba de temperatura y rociado en sus manos con alcohol rebajado al 70%. Todo el proceso indicado en las oraciones precedentes se repitió al menos tres veces más hasta que cada uno ocupó su lugar asignado dentro del Antonio Vespucio Liberti.
Hay que destacar que en todo momento el comportamiento social fue sobresaliente. No hubo encuentros grupales alarmantes o numerosos en la previa o en el cierre del partido (La gente siempre estaba en movimiento en el ingreso y egreso). Se respetaron los lugares indicados para presenciar el espectáculo, los barbijos se mantuvieron bien colocados y durante el desarrollo no había traslados de un lugar a otro, excepto para ir al baño (donde la organización controlaba el distanciamiento y la dispensa de líquido desinfectante). No hubo cantinas ni puestos de venta de alimentos, a fin de evitar que las personas deban quitarse el barbijo para consumir. Sólo se podía adquirir, únicamente a través de un vendedor ambulante, agua mineral o gaseosa cola. Desde lo emocionante, los barbijos y el aforo de 30% de la capacidad total no fueron limitante para que las tribunas vibraran cada vez que Messi agarraba la pelota o para corear un "Ole" cada vez que un rival era superado por un amague argentino. El estadio sonaba como si estuviera colapsado.
La sensación de ver a pocos metros a los campeones de América era muy fuerte y la dicha de ver golear al mejor del mundo era el extra de pólvora necesario para que todos intentaran acceder a una entrada y, una vez dentro, explotaran de algarabía con un juego que resultó de muy buen nivel. Lionel Messi se quitó del todo la mufa al volver campeón y meter tres goles en casa en este primer reencuentro. Alrededor, centenares de familias (porque hubo gran participación de niños y adolescentes junto a sus más cercanos) lo acompañaron en la emoción de ese giro en la vida deportiva de él, de todos, y en la alegría de que esa noche marcarían juntos – hinchas y jugadores - un amplio triunfo frente al difícil partido contra el coronavirus. Lo importante en las próximas fechas de ese metafórico campeonato radicará, entonces, en que la población mantenga el comportamiento esgrimido en Argentina vs. Bolivia y podrá disfrutar seguramente de la Liga Profesional de Fútbol, shows musicales y otros eventos masivos de manera presencial en el corto plazo. Ganó Messi, ganó el país. Lloramos todos, mientras él supera a Pelé y juntos, a la pandemia.