Esteban Actis: "Lo que hizo Uruguay fue profundizar un vínculo que ya tiene con China"
Esta semana se hizo oficial el acuerdo entre los dos países para avanzar en un estudio de factibilidad para firmar un Tratado de Libre Comercio. "La gran pregunta es si esta es la última carta que tiene Uruguay para forzar a Brasil y Argentina a flexibilizar el Mercosur o es el inicio de un camino que no tiene vuelta atrás", dice Actis.
Gentileza Esteban Actis, Doctor en Relaciones Internacionales.
Por los entresijos que apenas dejan las campañas electorales, con su aluvión de avisos, entrevistas y cierres de campaña, un hecho de singular importancia para la región pudo colarse. El presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, anunció el inicio de los estudios de factibilidad técnica para determinar la viabilidad de un Tratado de Libre Comercio con China.
Cada uno de los miembros del Mercosur reaccionó sin sorpresas a un anuncio que, por lo que ocurrió en la última Cumbre de este año, era previsible que sucediera. Argentina lo rechazó casi sin fisuras y el ala más liberal del gobierno de Brasil identificado con el ministro de Hacienda Paulo Guedes lo apoyó, pero no así la vinculada a las poderosas gremiales empresarias como la FIESP o los vinculados al sector militar industrial, que son la principal barrera a que su país siga el mismo camino con China.
"Lo que hizo Uruguay fue profundizar el vínculo comercial con China agregándole un instrumento comercial como es un Tratado de Libre Comercio (TLC). China siempre está dispuesto a firmar TLC con países más pequeños y que tengan una especificación productiva complementaria como la producción de alimentos y recursos naturales. En nuestra región China tiene firmado TLC con Chile y Perú, y uno muy avanzado con Colombia. Lo que ha cambiado es la necesidad de Uruguay. Hace 25 años, el destino del 40% de sus exportaciones era Brasil y solo el 2% China. Hoy el 30% de las ventas al exterior de Uruguay son a China, todos productos primarios, agropecuarios sobre todo. Esta decisión uruguaya de especializarse como un productor de bienes primarios, tener al mercado chino como principal destino de las exportaciones y un gobierno que tiene una vocación ideológica mucho más fuerte sobre lo que significa un TLC, confluyen en el anuncio del comienzo de los estudios de factibilidad", dice Esteban Actis, Doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad de Rosario y autor junto con Nicolás Creus del reciente libro "La disputa por el poder global: China contra Estados Unidos en la crisis de la pandemia"
Y agrega: "La gran pregunta es si esta es la última carta que tiene Uruguay para forzar a Brasil y Argentina a cambiar el estatus quo y flexibilizar el Mercosur, o directamente es el inicio de un camino que no tiene vuelta atrás. Si uno piensa como Uruguay lo ha hecho antes, siempre cuando tenía un malestar con el Mercosur utilizaba este tipo de amenaza para forzar una negociación con los otros países".
-En el contexto de la disputa por el poder global entre China y Estados Unidos como titulaste tu libro ¿Cuánto significa este acuerdo respecto de la influencia de EEUU en la región?
-Uruguay solo no mueve el amperímetro. Para EEUU es más un problema de economía política, aunque el vínculo comercial entre los dos países sea muy pequeño, que de geopolítica. Ahora, si se suma el Mercosur es otra cosa. Este acercamiento de Uruguay con China no es nuevo. En 2018 Uruguay fue de los primeros países en sumarse a la iniciativa de la Ruta de la Seda, a la que todavía Argentina y Brasil no lo han hecho y que EEUU presiona para que no lo hagan. El año pasado Uruguay se sumó al Banco Asiático de Infraestructura e Inversiones que es un banco multilateral fondeado por China al que Argentina recién ahora se va a incorporar y se sumó hace unos días al banco de los BRICS donde China es un gran aportante. Uruguay ya tiene un acercamiento económico con China. De todas maneras, aún no ha sido y no creo que sea un motivo de controversia en esta disputa del poder con China.
-Respecto del tema geopolítico, después de la asunción de Biden visitaron el país funcionarios importantes del gobierno de EEUU como el director para el Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional, Juan González, y Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos. ¿Hay una nueva política para América del Sur en general y Argentina en particular?
-Como uno suponía, hay más continuidades que rupturas en la política exterior de Estados Unidos. Lo que ha cambiado con América en general y con América del Sur en particular son las formas, los medios. Están más abiertos al diálogo, tienen una construcción del poder más inteligente, no tanto de amenazas ni de "zanahorias", de esa diplomacia transaccional de Trump. Hay un interés por escuchar a los países de la región, por tratar de llegar a algunos acuerdos. En relación al Conosur, la mayor preocupación es la influencia de China, sobre todo en Brasil. Se va a empezar a discutir el 5G y la infraestructura digital, temas que EEUU ya no considera de economía política sino de clara vinculación geopolítica, de seguridad nacional. Si Brasil, como pivot regional histórico y país más importante de América Latina, adopta la tecnología china del 5G, para EEUU es un problema de seguridad nacional. Acá la cuestión es mucho mas sensible que otras vinculaciones que Brasil tiene con China. El comercio entre los dos países es enorme, hay inversiones, pero este es un tema que es una línea roja que EEUU piensa que no hay que atravesar.
-Se han sacado de la agenda de la relación entre EEUU y América Latina algunos temas ríspidos como Venezuela por ejemplo, y se tiene una mirada con más peso para Argentina porque ante sus socios de la región es un país relativamente estable.
-Coincido. Chile es un país en ebullición que está en el medio de una Asamblea Constituyente donde los sectores políticos que EEUU considera como aliados están en retroceso político, como el gobierno de Piñera, y no se sabe que va a pasar; Brasil es una gran incógnita, donde el gobierno piensa y dice que Biden ganó haciendo fraude; en Perú no se sabe que puede pasar con Castillo. Más allá de las discrepancias con la visión sobre algunos temas que tiene el gobierno de Alberto Fernández, la estabilidad política de Argentina, donde el gobierno es más pragmático y moderado, con una visión más occidental, hace que EEUU considere intentar apoyar a Argentina dándole alguna relevancia relativa mayor a la que tenía hace uno o dos años atrás.
-Escribiste un libro donde sostienen la tesis de que el Covid no vino a cambiar la historia sino a acelerarla. ¿En que momento de esa aceleración estamos? ¿Qué ha reconfigurado del mundo la pandemia?
-Lo que planteamos en el libro es que las primeras reacciones ante el Covid mostraron claramente una aceleración de tendencias muy marcadas, políticas y económicas. Lo que también vino a hacer el Covid es a terminar con la complacencia. Había un conjunto de tensiones internacionales que se venían acumulando, sobre las que todo el mundo anticipaba una crisis y que el Covid de la peor manera hizo saltar por los aires. Estoy seguro que cuando se cumplan los 20 años, como se están cumpliendo del 11S, vamos a ver un montón de cambios que el Covid inició pero que nos cuesta verlos ahora. Estamos presenciando un acontecimiento con impacto sistémico que aceleró tendencias que se estaban visualizando. Creo que todavía no tenemos la posibilidad analítica de ver esos cambios, como el 11 de setiembre de 2001 nadie pudo preveer que 10 años después iba a suceder la primavera árabe, por ejemplo.
-Consideras que la característica más importante del mundo actual es la incertidumbre y comparas la situación con lo que pasó a inicios de la década del 30 del siglo pasado, en el sentido de que hay una potencia que estaba dejando de serlo como Gran Bretaña y otra que estaba emergiendo que era EEUU ¿Hoy pasa con EEUU y China?
-Una de las hipótesis es lo que se conoce en la Academia como la trampa de Kindleberger, que fue el académico que analizó el proceso del que hablas, que demostró que lo que había era una especie de crisis de vacío hegemónico donde EEUU ya tenía la capacidad de liderar pero no la voluntad de hacerlo y Gran Bretaña no podía hacerlo solo. Eso llevó a una crisis de liderazgo global y un vacío hegemónico que es el que confluyó años después en la Segunda Guerra Mundial. El académico estadounidense Joseph Nye plantea que más que estar preocupado, como todo el mundo, de que EEUU y China vayan a una guerra, el problema inmediato más importante es que las dos potencias no tengan capacidad de ejercer el liderazgo, cooperando en algunas áreas, y que eso cree un vacío de poder que sea perjudicial para un conjunto de agendas y problemas que el mundo tiene. La pandemia mostró la falta de cooperación de EEUU y China, que fue muy visible. También pasa con el cambio climático, donde si no hay un ejercicio de liderazgo ejercido por los dos países, porque ninguno de los dos puede solo, va a ser un fiasco como lo está siendo. Es más preocupante una crisis de liderazgo por la falta de cooperación y voluntad de las potencias de hacerlo, que - como puede pasar- las dos potencias terminen en un conflicto bélico.
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Una voz en el teléfono
-En la semana Biden y Xi Jinping hablaron por teléfono y según informaron, acordaron garantizar que la competencia no se convierta en un conflicto.
-Hay que entender que la interdependencia entre EEUU y China es un dato estructural que no lo ha tenido ninguna otra experiencia de transición hegemónica del poder en el mundo. Esto no tiene nada que ver con la Guerra Fría.
-No es una disputa entre Estados.
-Claramente no. Hay un conjunto de actores no estatales como las grandes empresas multinacionales, sectores comerciales al interior de cada uno de los estados, el sistema financiero internacional, el sistema multilateral en general. Hay una confluencia de intereses, es la relación bilateral más enmarañada de la historia internacional. Eso hace que algunas dimensiones estén en el límite de la disputa. Y la llamada entre Biden y Xi Jinping de esta semana va en esa dirección, en la idea de que EEUU y China tienen que ser una sociedad de rivales. La conflictividad es estructural, pero tiene que haber algunas agendas y coyunturas donde las dos potencias cooperen para garantizar cierta estabilidad. Hoy en día una preocupación que tienen Washington y Beijing es la estabilidad financiera internacional, en un contexto donde es muy probable que EEUU por la inflación quite o reduzca algunos incentivos de la FED como la emisión de dinero y de deuda, lo que puede crear mucha inestabilidad. Y si eso sucede China es un país que va a sufrir una salida de capitales. La idea es que en ese escenario baje la tensión entre los dos países porque su aumento es otro motivo de incertidumbre para los mercados. Bajar un cambio y dar cierta previsibilidad para distender la disputa y que a la situación de la economía internacional post Covid no se le sume que todos los agentes económicos estén pensando que EEUU y China van a pelearse con nuevas medidas comerciales confrontativas.
-Además de una serie de problemas por enfrentar como el ascenso de los nacionalismos, la conflictividad en muchos lugares del mundo, el futuro de Medio Oriente tras el retiro de EEUU de Afganistán…
-Por debajo de la relación entre EEUU y China la conflictividad va a estar. Ahora por el marco más político, que haya un paraguas de cooperación en algunas agendas que son centrales para la estabilidad del sistema internacional como para ambas potencias, donde ninguna potencia hoy puede estar contenta hoy si se produce una nueva crisis financiera internacional o los mercados entran en incertidumbre.
La UE sin Merkel
-Hay un tercer actor cada vez con menos peso que es la Unión Europea. Merkel, que la lideró, dejará de ser canciller de Alemania en las próximas semanas. ¿Cómo va a funcionar la región sin su liderazgo?
-Europa históricamente usó el poder como influencia. Ahora, en un contexto donde tiene a dos gigantes disputándose el poder global, están pensando en usarlo desde la autonomía, que es como lo pensó América Latina, para intentar resistir presiones externas. El concepto que está discutiéndose hoy en la UE es el de "autonomía estratégica". Esto habla mucho del momento de la UE, que viene atravesando distintas dificultades y problemáticas que hoy la hace un actor menos relevante en el sistema internacional que hace 30 años y su principal lugar en esta disputa no es el de tercero en discordia sino el de ser un actor poderoso para intentar resistir las presiones que tiene de EEUU, como se vio en la cumbre del G7, y con China a partir de acuerdos económicos y comerciales que tiene. El principal mercado de exportación de autos alemanes es China. En diciembre del año pasado la UE firmó con China un acuerdo ambicioso de inversiones, de compras gubernamentales y de acceso al mercado chino, que quedó congelado por la presión de EEUU para evitar que China consolide su pata europea. Europa todavía conserva una estructura de poder material simbólico y político muy fuerte que le permite jugar las cartas de una manera en la que va a poder salir airoso en esta disputa.
-Habrá que ver quien lidera después de Merkel.
-Esa es una gran incógnita. Hoy no está claro quien va a ser el líder en Alemania, que es el país líder del procesos, y como va a ser el liderazgo post Merkel, lo que también le agrega a Europa incertidumbre. El mundo tiene problemas de elites, pero eso no ocurría en Alemania porque tenía a una líder carismática y con capacidad para ejercer influencia. Sin Merkel el interrogante es, como algunos plantean, si Alemania va a entrar en un estado de conflictividad política muy fuerte, de polarización, que la lleve a una situación de inestabilidad que arrastre a toda la UE.