Roberto Schneider
Roberto Schneider
Pobre Nina. Está sola en el mundo. Todos la abandonan y la transforman en un ser humano con total falta de amor. Su soledad le corroe el alma y su única conexión con el mundo es su teléfono celular. A él le habla, le grita, se ríe y llora. Está casi borracha y su alma aflora para pedirnos casi la ternura que perdió. En el camino está la dolorosa cita con sus amores, la relación con su padre y su ferviente militancia política. Es su camino elegido, es su compromiso con la vida, es un permanente refugio para su soledad. Son las premisas esenciales de “Móvil – Tina”, el espectáculo con dramaturgia y dirección de Pablo Tibalt y actuación de Leilén Bouchet estrenado en el Espacio Barnó.
No es demasiado frecuente hallar una sola actriz que en la escena tenga la responsabilidad de entretener y conmover mientras cuenta una historia que nos haga viajar a veces por caminos insospechados. El unipersonal es un género difícil de abordar. Tibalt lo sabe y logra que Bouchet transmita los diversos estadios de su personaje. El texto es lo suficientemente elocuente y a la hora de mostrar el itinerario doloroso y vital de esa mujer con apetito de varón cumple con la premisa. Permanentemente el autor juega con las aristas dolorosas de su personaje y también con el análisis ideológico.
Lo primero que debe señalarse en Leilén Bouchet es su ausencia de estereotipo. Nada de lo que dice resulta chocante y su faz partidaria es eso: suya. Si el espectador o la espectadora piensan lo contrario estaríamos viendo otra obra de teatro. Hay que encontrar un término para lo que ella hace y es entrega. La actriz juega sobre la escena y logra conmover a quien la observa. Alguien con buenos recursos resuelve situaciones angustiantes para mantener el interés del relato, por cierto atrapante.
Los recursos de los que se vale la actriz son escasos, pero así es la vida de Tina. Un vestido apropiado, un extravagante par de zapatos y una botella de champagne. Está mucho tiempo subida al balcón del piso 11 y allí mueve su figura. Ese elemento escenográfico es el mismo utilizado en el primer “Móvil – Segundo” interpretado por Lucas Ruscitti y tiene aquí otra significación. Colabora en los logros del espectáculo el entrenamiento corporal de Claudia Negra Correa, la asistencia de dirección de Federico Toobe y Vanesa Visnovsky y las fotografías de Leonardo Gregoret.
Toda la historia de Tina y su lacerante itinerario es la construcción de otras historias de seres olvidados las que, como en este caso, tirarán de las cuerdas para hacerlos volar. Y para permitirnos a nosotros, los espectadores, ser testigos del agobio. Para poder, juntos, crecer.