'El lado C de Capusotto: Lo que nadie sabe de él y sus personajes'
Una máscara para nuestros demonios
El viernes pasado, en el Centro Cultural Provincial Francisco “Paco” Urondo, se presentó “El lado C de Capusotto: Lo que nadie sabe de él y sus personajes”, un formato en el que el actor y humorista conversó en vivo con la periodista cultural Nancy Giampaolo, trascendiendo la premisa de la entrevista con público.
Gentileza Gus Arrellaga Diego construye el personaje de Capusotto, que le permite narrar, glosar su propia anécdota, reírse de sí mismo y del público sin límites.
El viernes pasado, en el Centro Cultural Provincial Francisco “Paco” Urondo, se presentó “El lado C de Capusotto: Lo que nadie sabe de él y sus personajes”, un formato en el que el actor y humorista conversó en vivo con la periodista cultural Nancy Giampaolo, trascendiendo la premisa de la entrevista con público. La actividad se dio en el marco de una minigira por Santa Fe de la mano de Encuentro Itinerante, organizada por el Ministerio de Cultura de Santa Fe; el fin de semana anterior había pasado por Rafaela y Venado Tuerto, y luego de su paso por la capital provincial fue el turno de la rosarina Plataforma Lavardén.
Performer total
La entrevistadora actuó como disparadora de elementos biográficos y artísticos del artista y, con la gimnasia de los encuentros anteriores, supo abordar algunos aspectos puntuales que no quería que falten. También se recurrió a fragmentos de video como anclaje para la recapitulación de ciertos personajes emblemáticos, como Violencia Rivas, Micky Vainilla y el Padre Progresista (sorprendió la ausencia de Bombita Rodríguez, quizás porque el que suele hablar de la mitología peronista es el guionista y coequiper Pedro Saborido).
Pero la idea de Giampaolo no es activar simplemente la respuesta informativa, porque sabe que la gracia está en muchos casos en el “cómo” de la narración de la anécdota, que puede ser más o menos interesante, más o menos precisa, o transmutarse en otra. Lo central es que Diego Capusotto es un performer integral, autoconsciente de su presencia escénica: desde el momento en que pisa las tablas (desde antes en este caso, cuando se asomaba mientras hablaba el presentador del encuentro) no pierde la disposición extracotidiana de su bios escénico, algo que podríamos llamar vulgarmente “histrionismo”, pero que no es aquel del tío gracioso de la familia, sino uno que el actor maneja con tal precisión que le permite parecer una simple deriva conversacional.
Diego construye el personaje de Capusotto, que le permite narrar, glosar su propia anécdota, reírse de sí mismo y del público sin límites. Así puede interpelar a un espectador parándose con su clásica “caminata espástica”, y decir luego: “Mirá como caminaba el tipo, ¿por qué alguien iría a escucharlo?”. Una deriva práctica de lo que expresó en la charla de su trabajo con Saborido, donde rescató que las mejores cosas han salido cuando se han permitido jugar como niños (sabiendo que ya no tienen tal inocencia) sin constreñir el humor. Quizás por eso las incorrecciones políticas del humor de la dupla no ofenden: porque son parte de una travesura lúdica, con ese espíritu infantil que puede ser cruel sin maldad (no hay tratado sobre la crueldad de los niños como “Todo el verano en un día”, de Ray Bradbury). También contribuye a ese vínculos con los espectadores una relación de décadas: “Junto a la máscara de los estereotipos sociales, el teatro ha creado en determinadas culturas su propio código de máscara, sólo válido para el ámbito teatral”, acotaría Jerzy Grotowski. Y Capusotto ha aportado, a lo largo de su carrera, su propio repertorio de gestos, que salió de la pantalla para expandirse por el cuerpo social (¿Cuántos han repetido en su vida cotidiana la gestualidad y las inflexiones del galán de “no la pongo nunca” o del cliente de la “Pizzería los Hijos de Puta”?).
Gentileza Gus Arrellaga Nancy Giampaolo actuó como disparadora de elementos biográficos y artísticos y, con la gimnasia de los encuentros anteriores, supo abordar algunos aspectos que no quería que falten.
Nancy Giampaolo actuó como disparadora de elementos biográficos y artísticos y, con la gimnasia de los encuentros anteriores, supo abordar algunos aspectos que no quería que falten.Foto: Gentileza Gus Arrellaga
Sátira redentora
Por supuesto no esquivó sus comienzos televisivos junto a Alfredo Casero, de quien se encuentra en las antípodas ideológicas, satirizando sobre su vínculo sin llevar la disputa a lo público: quizás una muestra de por qué uno conserva el humor y el otro no. Entre anécdotas del under (del under en serio, como la animación de una fiesta de verduleros) pasaron también sus diferentes proyectos, el “éxito” sostenido en los cuatro puntos de rating en diferentes contextos televisivos (y cómo muchos programas salieron de alineaciones de astros, de cosas que se caían o desembarcaban en canales distintos en el momento justo), de su relación con la fama, los fans y las lecturas que se hace de sus personajes (más intelectuales o terrenales).
De igual manera, abordó su definición del humor político, entendido por fuera de las coyunturas (en la tradición de los capocómicos de antaño) sino en la recuperación desde la ficción de un zeitgeist que el olfato de los creadores puede percibir y plasmar en una forma menos violenta que sus manifestaciones extraficcionales (bajo riesgo de naturalizar algunos discursos); flotó sobre la sala la percepción de la “inocencia” de algunos personajes como Micky Vainilla, vista a la luz de algunas expresiones políticas de actualidad: en el aniversario del atentado a las Torres Gemelas, vale recuperar las reflexiones de Karlheinz Stockhausen sobre la posibilidad de hacer un espectáculo después de semejante espectacularidad del mundo real.
Para lidiar con eso está el humor, en su dimensión satírica: como dice Hayden White en “Metahistoria, La imaginación histórica en la Europa del Siglo XIX”, “el tema arquetípico de la sátira es (...) en realidad, un drama de desgarramiento, un drama dominado por el temor de que finalmente el hombre sea el prisionero del mundo antes que su amo”. La sátira “contempla esas esperanzas, posibilidades y verdades en forma irónica, en la atmósfera generada por la aprehensión de la inadecuación última de la conciencia para vivir feliz en el mundo o comprenderlo adecuadamente”.
Quizás por ahí transite la propuesta de Diego Capusotto: ponerle la máscara pintada a los demonios que conviven con (y dentro de) nosotros.