Incomprensible soberbia
Incomprensible soberbia
UN LECTOR
"La soberbia es una de las debilidades del poder. Podés ser muy inteligente, muy capaz, muy erudito, capacitado, pero si no tenés humildad y sos soberbia, no servís para nada. Esto es lo que está sucediendo en muchos lugares de la administración pública provincial. Es extraño, porque en gestiones anteriores del mismo signo político, era raro encontrar un funcionario político soberbio e incorrecto para dar órdenes. Actualmente en muchos lugares puede observarse a funcionarios o funcionarias desequilibradas, soberbias, maleducadas porque no saludan, e inclusive miran con desprecio al personal. Hay un caso en un Ministerio que se impidió a un personal de cocina concurrir a la oficina privada del ministro, por haber saludado tratando de vos a un funcionario de alta jerarquía... Esto es inaudito. E inclusive se intuye que es violencia laboral. Pero bueno. La soberbia puede entenderse con cierto tipo de grupos económicos y políticos, pero no se entiende en un gobierno peronista".
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Críticas improductivas
UN ARGENTINO HASTIADO
"Los programas políticos de la televisión, a mi entender, ya están caducos, son vetustos, inservibles, insoportables, irracionales y hasta deshonestos. No se les cae una idea de cómo proyectar una Argentina distinta. Siempre hablan de lo mismo, criticando lo mismo, denostando siempre a los de uno u otro partido. Solo es un lamento interminable de críticas improductivas, que solo generan odio, odio y más odio. Y te dejan la cabeza a punto caramelo para explotar. Por eso, particularmente, hace ya tiempo que no veo más programas políticos en la televisión y me he sorprendido al saber que no soy el único. Cada vez hay más personas que me dicen que han decidido no escuchar más esos programas. Todos coincidimos en que jamás hablan de las cosas buenas que sí pasan en el país, nuestro desarrollo tecnológico por ejemplo. Nuestras investigaciones, que hay y muchas. Pero no. Ciertamente creen que haciendo programas políticos van a influir en la gente, y eso ya pasó de moda. La gente está despertando, gracias a Dios".
Llegan cartas
Día del Jubilado
LUCIANA PÉREZ
En honor a nuestros queridos jubilados, entre ellos mis abuelos, les dedico este poema de Héctor Gagliardi, en su día.
Le dijeron: «Se jubila»,
después lo felicitaron;
y más tarde organizaron
en la infaltable cantina,
el adiós de una comida
con pergamino floreado,
que a peso por invitado
firmaron con tinta china.
Fueron llegando empleados,
ordenanzas y peones
que colmaban de atenciones
al flamante jubilado...
Todos muy bien afeitados,
luciendo esos trajes nuevos
que se llevan al empleo
cuando ya están más usados...
Hizo su entrada triunfal,
como siempre, el de la foto;
saca a unos pone a otros,
autoritario y teatral,
para lograr al final
después de cinco fracasos
sacudir de un fogonazo
el techo del restaurant.
Después, a lucir las flores,
que estaban sobre las mesas
y al repetir mayonesa,
lo mismo que los ravioles,
se aflojaron cinturones
y entre solapas con talco
el pollo pasó de alto;
por postre: café y licores.
Le pidieron que hablara
al que estaba designado,
discurso que fue cortado
por el ruido a cucharas,
que los mozos levantaban,
alegando indiferentes,
que venían de suplentes
y a las once terminaban.
El orador, como siempre,
derrochaba generoso
esos "seréis" y "vosotros"
que se escuchan tantas veces,
donde se ahogan las eses
por el peso del menú,
y terminan con "salú"...
«¡Qué la disfrute con suerte!»
Más tarde, al tomar de más,
sacando el jugo al cubierto,
el sucesor de su puesto
fue figura central...
Una miguita de pan
y después... un pan entero...
y al rato, sección "Interno"
se peleaba con "Central"...
Y entre vítores y aplausos
el jubilado aturdido,
salió con el pergamino
apretado bajo el brazo.
La calle tenía raso
y la luna era de harina
y la Recova escribía
las "emes" sobre el asfalto.
Sin saber lo que sentía
abandonado a sí mismo,
rodaba por los abismos
que hacía tiempo presentía...
El Domingo... pasaría
ese día no contaba
pero el Lunes debutaba
como actor de la Rutina.
Sería ese jubilado
que hasta en su casa molesta,
tendría que hacer la siesta
aguantar a los de al lado,
ir a misa y al mercado
ayudar a su mujer,
pintar, podar y barrer...
y no fumar demasiado.
Conformarse con dolor
en ser otro "Don" del barrio,
y pasarse con el diario
leyendo en el corredor.
Y ser, para el vendedor
de colchas o de tomates,
el anónimo marchante
del nueve cincuenta y dos.
Pasó de activo a pasivo
en el mayor de la vida
al jubilarse se archivan
los desengaños sufridos....
Cruel desquite del Destino,
que al darle su independencia
se cobra en indiferencia
un descanso merecido.
Y apretado al pergamino
allá sigue el jubilado,
como un "ex" que ha diplomado
la ironía del Destino.
Un alerta de suspiros
trae el aire centinela
y parece una diamela
la luna mirando al río.