“Ojalá que Dios nos ayude, que nos dé una manito”. Mientras el Jefe de Gabinete apela a la asistencia divina y la diputada Cecilia Moreau amenaza cerrar sucursales de supermercados, la inflación amenaza con consolidarse nuevamente en torno al 3% en el mes. La proyección del 52% al cierre del año es una evidencia inequívoca respecto del 29% que propuso el presupuesto de Alberto Fernández.
Por mucho que Eduardo Valdés sume acusaciones al poder mediático y empresario, son los $ 110.000 millones que se imprimieron desde que el Gobierno perdió las primarias (desde que “desapereció” la pandemia) lo que hace el aporte decisivo a la “multicausalidad” inflacionaria que, más temprano que tarde, le roba valor para siempre a la “platita en los bolsillos”.
La foto feliz es distinta a la película dramática. El gobierno celebró que la economía recuperó 17,9% interanual en el segundo trimestre de este año.
Pero el producto interno bruto (PIB) descendió 1,4% en términos desestacionalizados respecto del primer trimestre; desde el cuarto trimestre de 2020 lleva tres períodos en retroceso. Pobreza y desempleo no pueden mejorar con esa tendencia, por muchas heladeras y bicicletas que se repartan.
Al gobierno del Frente de Todos le incomoda que se sienta en los bolsillos de la gente que vota, algo similar al diagnóstico que hacen los mercados. Los operadores ven reservas netas por U$ S 7100 millones; no alcanzan los recursos para pagar las cuentas hasta marzo y la incertidumbre política que Crsitina Kirchner y Alberto Fernández proyectan sobre Guzmán, suman incertidumbre sobre el acuerdo eventual con el FMI. Y eso que el ministro no es precisamente un ajustador ortodoxo.
En el mundo se fortalece el dólar y subirían las tasas; bajan los commodities. El país no tendrá en 2022 los u$ s 4.300 millones de DEGs ($ 422 mil impresos por el BCRA) ni la soja aportará los U$ S 8.000 millones. El presupuesto que el Frente de todos presentó en el Congreso prevé U$ S 14.885 millones de organismos internacionales -el cálculo es de EcoGo- que estarían condicionados si el kirchnerismo insiste con atrasar tarifas, quebrantar empresas (la presión fiscal subiría 1% del PBI el próximo año) e incrementar el gasto sin recursos genuinos.
El Contado con Liqui llegó en las últimas horas hasta $ 195; el blu $ 197. La realidad cambia minuto a minuto; la brecha es el termómetro de la inconsistencia en política y del descalabro macroeconómico, que no es ajeno a la mesa de los argentinos.
¿A cuánto llegaría el kilo de papas si la inflación se desata por falta de un entendimiento con el Fondo Monetario Internacional? Los jóvenes se van por izquierda o hacia los libertarios; los mayores tienen memoria emotiva de la híper. Acaso la sensibilidad de los votantes esté más allá de los efectos inmediatos a los que se consagra la estrategia oficial. A eso, mientras se encomiendan a Dios.