Con su disco debut, “Revelando lo verdadero”, el trío Moxa apuesta a una búsqueda sincera y disruptiva en lo musical. Grabado mayoritariamente en pandemia, contiene ocho canciones que venían puliendo en sus conciertos en vivo. La cantante y tecladista Paola Maiorana le contó a El Litoral sobre esta propuesta de fusión y espiritualidad.
Gentileza producción Maiorana al frente, escoltada por Julián Gancberg (piano y teclado) y Martín Freiberg (batería electroacústica).
“Revelando lo verdadero” es el primer álbum de estudio de Moxa que cuenta con ocho canciones inéditas que comenzaron a grabar entre noviembre de 2019 y marzo de 2020, y terminaron cerrando en pleno aislamiento. El trío propone en el disco una búsqueda sincera y disruptiva, intentando no apegarse a lo ya establecido musical y conceptualmente. Así, Moxa plantea un universo sensible pero divertido y empatiza desde lo lúdico.
Para conocer más sobre esta particular propuesta, El Litoral conversó con Paola Maiorana (voz, keytar y sintetizador), una de las patas del trípode que completan Julián Gancberg (piano y teclado) y Martín Freiberg (batería electroacústica).
Canciones fogueadas
-¿Cómo fue el proceso de gestación fue el proceso de gestación, la composición y la grabación, de “Revelando lo verdadero”? Fue antes de la pandemia.
-En 2019 veníamos con la idea ya de grabar un disco, porque veníamos tocando un montón en vivo y queríamos coronar el año con esa grabación, de esas canciones que veníamos tocando. A finales de 2019 grabamos las baterías, y en el medio nos agarró la pandemia y la cuarentena. Así que fue un proceso de terminar el disco en ese momento de cuarentena: tuvimos la posibilidad de tener una sala propia y de poder terminar de grabar el resto de los instrumentos, las voces y demás. Pero medio que se gestó al empezar el grupo a tocar en vivo; y poder plasmar estas canciones en un disco.
-Ya las canciones estaban todas fogueadas en el vivo.
-Exacto: ya habíamos empezado arreglar las canciones; más o menos a finales de noviembre ya teníamos todas las maquetas, incluso ya habíamos seteado y grabado las baterías en el estudio de Mariano Otero Estudios (Insigno). La otra mitad del proceso si nos agarró en el 2020, entre el verano y la cuarentena.
-¿Cuánto de porcentaje de las grabaciones de las teclas y las voces les quedó en el período de aislamiento?
-Casi todo te diría: porque lo único que teníamos eran las baterías, los teclados habíamos empezado a grabarlos. Terminamos de setearlos y armarlos en ese período, y las voces fueron todas grabadas en cuarentena, con los mics que teníamos ahí disponibles en la sala. Por suerte tenemos esa gran fortuna y ese gran beneficio de contar con una sala que está bien equipada; y como es un grupo que es batería y principalmente el instrumento principal son los teclados y los sintes, contábamos con todo eso para poder grabarlos: no necesitamos ir a un estudio muy grande como para hacerlo, para que quede de una calidad piola. Así las voces y los coros todo ahí: full cuarentena; lo cual fue intenso, pero fue un proceso que nos hizo crecer un montón.
Gentileza producción La portada, parte de una estética retrofuturista que también se expresa en los videos del grupo.
La portada, parte de una estética retrofuturista que también se expresa en los videos del grupo.Foto: Gentileza producción
Organicidad
-¿Qué posibilidades y qué recortes artísticos les da este formato particular de dos teclados, batería y voz?
-El formato siempre fue en trío, siempre fue un desafío; sobre todo porque no tenemos ni guitarras ni bajos: todas esas funciones de esos instrumentos los cumplen los sintes. Y cuando armamos el trío y el grupo dijimos: “Bueno, ¿vamos a llamar a alguien más, algún guitarrista, algún bajista, a alguien?. No, mantengámoslo así en formato trío y veamos qué sucede”.
Fue un desafío y estuvo muy bueno, porque nos hace crecer como músicos: nos pone al límite de todas nuestras posibilidades. Sobre todo Juli, que es el tecladista y pianista, y yo que estoy ahí también cantando y tocando teclado, yendo y viniendo. Así que es muy divertido, pero al mismo tiempo se dio de una manera muy espontánea eso: lo decidimos así, y en el vivo y en la dinámica del grupo empezó a funcionar. Así que estamos muy orgullosos de eso.
-Julián hace lo que sería la parte de los vientos: en algunos temas se nota que son “sustituciones”.
-Eso es lo que, como decía antes, tiene la posibilidad de los sintes: vos podés en un sinte hacer la función de un bajo, de una viola, de vientos, de cuerdas; entonces te da una posibilidad muy amplia, y la búsqueda es como casi infinita, porque tenés colores y texturas y posibilidades que quedan lindas. Eso también es lo que le da un poco la sonoridad y lo que caracteriza a Moxa, me parece.
-El límite es la cantidad de humanos disponibles.
-Tal cual, ese es el límite, de cómo lo hacemos en vivo. Pero la verdad es que nos arreglamos bastante bien (risas).
-¿Cómo salieron las invitaciones a Pedro Bulgakov, que en “Buda” toca esa tabla hindú que da esa sonoridad tan particular, y a Ezequiel Cantero para “Te mando un abrazo”?
-En el caso de Eze es un gran amigo, con el que ya veníamos tocando hace un tiempo con él; Juli también hace un tiempo ya venía tocando con él. Siempre viene de invitado a los shows, fue casi orgánico que estuviera en el tema en que participó; así que por ese lado fue como algo muy espontáneo.
Lo del Pedro un poco también, porque nos conocemos como de habernos cruzado y de tocar. La impronta de “Buda”, que es el tema donde participó Pedro, tenía ese yeite y ese color de la tabla: queríamos un instrumento característico y nos acordamos que el tocaba las tablas y le dijimos. Entonces fue también algo así de amigos de la música, de decir: “Che, ¿te grabás?”. Se copó y le mandamos un kilo de helado de regalo. Surgieron del círculo de amistad y compañerismo de la música las invitaciones.
Mensajes
-“Somos la fuerza que emana de un mundo que se cae a pedazos”, “Descartando lo transitorio”, dicen en “Un monje en el 1200”; “Si yo fuera un Buda en el desierto, sé mi voluntad para crear una gota de agua”, agregan en “Buda”. Hay un mensaje de salida de las trampas del sistema y de más espiritualidad en las letras.
-Sí. Practico budismo hace un tiempo, y esa práctica fue como un punto de quiebre en mi vida, en el sentido de una antes y un después. Y eso se ve un poco reflejado en las letras y en los mensajes que queremos transmitir: no dejarse vencer por las circunstancias, que no siempre son muy favorables, más en estos tiempos de pandemia, de postcuarentena. La vida cotidiana tampoco es muy fácil en este mundo, en la ciudad sobre todo; así que es como un punch de energía y vitalidad para quien quiera escucharlo: a cada uno le llegará de maneras distintas.
-Por otro lado hay una tema como “La inflación”, con una letra muy directa, y una sonoridad más cercana a lo progresivo, a lo jazzístico. ¿Fue buscada esa tensión?
-No sé si uno dice cuando arma los temas “bueno, vamos a ir por acá”. Se van dando unos sucesos, como si uno fuera un canal donde la data baja y empiezan a pasar cosas. “La inflación” en verdad es como un juego de palabras, que en la letra se usa como justamente esto que comentaba antes: cuanto más grande sea ese obstáculo, esa inflación (que a nosotros como sociedad nos toca muy de cerca, es algo muy característico) más me dan ganas de salir a luchar, no bajar los brazos.
Sobre lo que decías de la parte más jazzística: Juli y Marto son dos músicos que tienen mucho estudio y mucho laburo sobre ese género; entonces es como que se da casi espontáneo, porque somos muy fans de esa sonoridad. Y ellos más que nada han estudiado el género muy concretamente.
Fusión visual
-Hay una continuidad estética entre los dos primeros videos (“Monje” y “Buda”), rodados en un galpón (uno de día y otro de noche). “La inflación” tiene ya otra estética. ¿Cómo fue pensar y rodar cada uno, incluso metiendo bailarinas, teniendo en cuenta además el contexto?
-Cuando empezamos a tener listo el disco dijimos: “Esto hay que acompañarlo visualmente con algo potente”. Ahí surgió gracias a Clara Siancha, que es nuestra manager, la posibilidad de poder contactar con los directores de este video y empezar a idear un poco lo que queríamos transmitir visualmente. El rodaje fue un día de mucho laburo, obviamente siguiendo todos los protocolos. En febrero se grabaron los dos primeros videos en un día, así que fue bastante intenso; pero con unos resultados re lindos; y me parece que quedó marcada un poco la impronta de lo que es el grupo.
Lo de los bailarines está bueno, porque el grupo tiene esos recursos jazzísticos, o de fusión, o de mucha data musical; y de repente aparecen bailarines medio Britney Spears. Y a mí me encanta ese mix de mundos: no hacerle asco a nada, siempre usarlo en su justa medida. Que es un poco también lo que a uno o a mí en particular me influenció también: negar ciertas influencias es como no ser genuino con uno mismo. Entonces se hace un mix de todo que a mí me vuelve loca, me entusiasma mucho.
Momentos clave
-“Lo imposible” había sido adelantado mucho antes, en formato live session. ¿Fue de las primeras canciones que salieron para el disco?
-En esa sesión en vivo grabamos “Lo imposible”, se grabó “Buda” también, “Hablar sin hablar”... son todas canciones que están en el disco. Pero sí: “Lo imposible” creo que fue el primer tema que vimos como grupo, y puede ser que esté ahí un poquito más armado. Es como que ahí nos permitimos jugar un poco más, pero en verdad todos los temas surgieron más o menos en la misma época; alguno más, alguno menos. A medida que los fuimos tocando y los fuimos grabando se empezaron a pulir: la etapa de la producción de las maquetas de los temas, de la posterior grabación. Fue todo un proceso.
-En ese tema se preguntan: “¿Qué pensás hacer cuando lo imposible se pueda lograr?”. ¿Cuál es la experiencia de ustedes en hacer posible lo imposible?
-Bueno, esto: hacer la música, darla a conocer, y que la gente lo pueda escuchar y ver qué hay como una llegada: para mí eso hace unos años era imposible. Cuando se refiere a eso en la letra es como esto de que si uno se lo propone... A veces uno se queja, o está: “Uy, ¿cuándo va a pasar esto? Uy, debería estar haciendo esto. Uh, me gustaría estar haciendo aquello”; y cuando llega ese momento, ¿qué vas a hacer? Porque ahora ya no hay por qué quejarse. Un poco es eso, y me parece que el hecho de sacar un disco, de poder mostrarlo, de que la gente lo escuche, como decía antes, es lo que uno a veces piensa que es imposible. Y de repente las cosas se concretan, y ahí hay que estar (risas): una vez que se concreten, firme ahí.
-Y ahí hay que empezar a pensar en las nuevas metas.
-También, tal cual.
Cabeza en movimiento
-El 18 de septiembre fue presentación en el Club Cultural Morán, donde mostraron estas canciones junto con material nuevo. ¿Cómo fue esto de tener un disco en la heladera, esperando el momento, y al mismo tiempo seguir trabajando en lo nuevo?
-Somos muy inquietos. Las canciones del disco tienen tanto proceso, varios años ya. Las disfrutamos, pero uno quiere ya seguir haciendo cosas. Ya hay canciones para hacer todo un disco, que lo tenemos planeado para el año que viene.
Fue ese mix de las canciones que ya tienen un proceso, que uno ya interiormente ya las pudo pasar, versus las nuevas, que están en ese proceso de armado, de producción. Es un lindo mix de emociones.
-En este tiempo de guardada, que el disco no salía y que no se podía tocar, lo gastaron en poner la cabeza en esto.
-Sí. A mí personalmente lo que me pasa con la composición es que yo hago canciones siempre: me siento mal hago canciones; me siento bien, hago canciones. Salen, y negar o cerrar esa puerta siento que no sería lo apropiado, porque es algo que ya es intuitivo. Ahí empiezan a generarse nuevas canciones y está buenísimo.