Luis Becú, reconocido médico pediatra e investigador, en distintas etapas de su vida. Fue, ante todo, un ejemplo de integridad y de profesionalismo solidario. Falleció en 1997.
Domingo 15.9.2024
14:59
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Debe haber ocurrido durante la mañana de un jueves, porque las Jornadas Regionales de Pediatría comenzaban a las 8 de los jueves. Sí, sucedió al final de la década de 1980, durante un jueves de invierno. En Santa Fe, apurando el paso por la calle San Martín, varios pediatras caminaban hacia el Teatro Municipal, dónde se inauguraban las "no sé cuántas" Jornadas de Pediatría del Litoral. Por entonces los médicos asistían a ese tipo de encuentros científico-sociales vestidos con sus mejores pilchas; las mujeres como para una fiesta y los varones de traje oscuro, camisa blanca, corbata sobria y zapatos lustrados.
El joven Raúl Bianco era uno más entre los uniformados pediatras prestos a realizar el trámite de acreditación. En pocos minutos, en la sala mayor del teatro, el doctor Luis Becú, jefe de Anatomía Patológica del Hospital de Niños de Buenos Aires, figura legendaria de la medicina argentina, daba su conferencia. En la década de 1950, los magistrales estudios realizados por Becú en niños muertos por malformaciones del corazón, aportaron datos elementales para realizar las cirugías correctoras en bebés nacidos con cardiopatías que causaban la muerte temprana o una vida limitada.
Becú había trabajado en Estados Unidos, allí fue parte del equipo que realizó en un niño la primera cirugía cardíaca con una técnica que deriva la circulación hacia una máquina que, luego de oxigenar la sangre, la vuelve al organismo; mientras el corazón y los pulmones están paralizados. Becú se especializó en la Universidad de Bonn de Alemania y el Instituto Karolinska de Suecia.
En el por entonces principal hospital pediátrico del país, el patólogo estudió a muchos pacientes con enfermedades metabólicas, carcinomas, infecciones por virus y bacterias. Además, Becú publicaba sus novedosos trabajos en las revistas internacionales más prestigiosas, sin dejar de mencionar que fue el primer asesor pediátrico de la Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer y el ideólogo de una estrategia para desarrollar la oncología pediátrica en nuestro país.
Cuando Raúl Bianco pisaba la vereda del teatro, se detuvo en la esquina de San Martín y Juan de Garay para echar un vistazo a un señor canoso que salía de la confitería "Los Dos Chinos". El traje del veterano no era muy diferente del que usaban todos, pero en el cuello de la camisa, lucía un moño de colores vivos y en lugar de zapatos oscuros, calzaba blancas zapatillas de básquet. Al doctorcito Bianco, el personaje le recordó al actor norteamericano Jerry Lewis, en el filme "The Nutty Professor" ("El Profesor Chiflado", como anunciaban la película por la propaladora de su pueblo).
Apenas Bianco retiró el maletín de plástico -que contenía credencial, programa científico, anotador, birome y propagandas de remedios-, buscó en la sala una butaca próxima al estrado para seguir de cerca la conferencia. Después de que el presidente de las jornadas leyera el extraordinario currículum del profesor Luis Becú, Bianco casi que no se sorprendió cuando tras la presentación, quién subió al escenario fue "Jerry Lewis", con su moñito colorido y las zapatillas de básquet.
De la charla, a Raúl le llamó especialmente la atención que al hablar sobre niños con hipertensión renal crónica, el maestro recomendó ser muy cuidadosos a la hora de indicar medicamentos para forzar el descenso de la presión arterial. "Hay que valorar siempre que nuestra indicación no termine generando más daño. ¡Se debe evitar caer en el efecto cirenoide!" dijo Becú con énfasis. A la última frase, Becú la acompañó con la proyección de una diapositiva en dónde se veía un dibujo de Jesucristo, extenuado, cargando sobre uno de sus hombros la pesada cruz. En la imagen siguiente, a la escena se le sumó un individuo que, intentando aliviar al Nazareno, se agachó para levantar la punta del madero.
El patólogo explicó que según los evangelios, cuando camino hacia el Gólgota Jesús llevaba el enorme leño, abriéndose paso entre muchos curiosos, Simón, un muchacho originario de la colonia de Cirene (en la actual Libia), fue el único que se apiadó y corrió a ayudarlo. Sobre ese momento -quinta estación del vía crucis-, a falta de registros fotográficos, lo que se puede interpretar, a través de algunas pinturas religiosas, es que Simón (El Cirineo), en su intención por aliviar la carga, cometió el error de levantar desde atrás el palo mayor de la cruz. Como consecuencia de su acción todo el peso terminó cayendo sobre la maltrecha espalda del Redentor.
Luego de dicha descripción, el profesor resumió: "Con nuestras indicaciones, los médicos podemos equivocarnos como El Cirineo; intentando ayudar, terminamos empeorando las cosas". La de Simón es la disyuntiva ante el enfermo. El médico debe ayudar siempre pero, además, tener la sabiduría para decidir cuándo se debe esperar la evolución natural de la enfermedad y cuándo hay que indicar un tratamiento, que llegue a tiempo y con poca probabilidad de causar daño.
Apenado por sus experiencias en la oncología pediátrica, Becú alertaba sobre el referido efecto "cirenoide": "El panorama del cáncer era tan sombrío que se aceptaron, casi sin tiempo para reflexiones éticas, los experimentos empíricos de la quimioterapia. Se ignoraban las consecuencias adversas inmediatas, de drogas que se investigaban en un ser humano en crecimiento. Asumimos la responsabilidad sin pensar en sus resultados alejados".
Hasta fines del siglo pasado, realmente era un tabú hablar sobre cáncer en la infancia. Por entonces, el doctor Becú, investigador del Conicet, no dudó en escribir en los diarios, hablar por las radios y almorzar en televisión con Mirtha Legrand, para trasmitir el mensaje que nadie quería escuchar: "Los niños enferman de cáncer y es frecuente".
En la mañana de un jueves del invierno de 1997, a los 70 años, el profesor Becú murió en Buenos Aires. El médico Alberto Rodríguez Coronel recordó entonces "la formidable inteligencia y la originalidad de los ensayos" del destacado científico, agregando que "los proyectos de Becú eran tantos y tan variados que no podían desarrollarse en la vida de una sola persona". (*)
"Escuela de Invierno 2024: Inteligencia Artificial en salud y otras disciplinas". Así se titula la conferencia que el viejo doctor Raúl Bianco seguirá desde la cocina de su casa; vestido con un gastado buzo de gimnasia y chancletas en los pies. Mientras espera la conexión por zoom, Bianco imaginará seguramente cómo la Inteligencia Artificial (IA) -esos programas que imitan el razonamiento lógico- podrá aportar mayores certezas a los jóvenes médicos. Además, Bianco se preguntará: ¿Con la IA a un clic de la pantalla, ya no serán necesarias las charlas con veteranos que trasmiten experiencias? ¿Si a pesar de todos los esfuerzos, el niño muere, podrá la IA ayudar a soportar la angustia de aquel médico que corrió para ayudarlo?
(*) Como muestra cabal de las condiciones humanas y profesionales de Luis Becú, así como de su claridad conceptual e incorruptible desempeño, sugerimos ver en YouTube la entrevista titulada "Pedido de renuncia al doctor Luis Becú en el Hospital de Niños", realizada en Buenos Aires, el 3 de agosto de 1990. Dura tan solo 1 minuto y 47 segundos, que valen la pena observar con detenimiento. "La enfermedad no espera", es una de las frases que sintetizan su posición.
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