Por Graciela Ribles
Por Graciela Ribles
Camino por las calles de El Cairo rumbo al café de los espejos en el mercado de Khan El Khalili. Ingreso por la puerta este. El lugar parece extraído del mejor cuento de las mil y una noches. Un arco de bloques de piedra enmohecida franquea la entrada, a ambos lados puestos callejeros donde se comercializa toda clase de objetos, lámparas, teteras, alfombras y telas con diseño oriental que cuelgan de las paredes.
Cientos de turistas se amontonan para encontrar el mejor recuerdo ignorando que fueron fabricados en China. Llego a El Fishawi, Akram levanta la mano, está sentado en uno de los laterales con su shisha (pipa de agua), sobre la mesa un té de menta.
-Akram, ¿por qué este lugar tan concurrido? - le digo estrechándole la mano.
-Robert, no hay mejor lugar que este en todo El Cairo.
Akram es un tipo obeso, trae puesta una abaya de color claro y sobre la cabeza el hiyab. En ambas manos anillos de plata coronados con diamantes, sobre el pecho una gruesa cadena con la mano de Fátima para protección. Poseer joyas es evidencia de su estatus, pero como buen musulmán no usa oro, solo lo compra para su esposa.
-Akram me hiciste venir desde Liverpool sin darme ninguna explicación. ¿Cuál es la urgencia?- dice Robert.
Akram se acerca y con una seña me invita a subir al auto. La opulencia del hombre se traslada al oscuro Roll Royce que espera estacionado en doble fila. Subimos, un vidrio a prueba de sonidos nos separa del conductor.
-Necesito que vuelvas a ingresar a la pirámide de Giza- dice sin rodeos.
Por un instante no logro procesar lo que me dijo. Al hacerlo intento bajarme del vehículo, pero no puedo, la mano de Akram me lo impide.
-Son varios millones de dólares, los que ofrecen en esta ocasión
-Mi vida no tiene precio y hace dos años casi la pierdo en ese lugar, no tengo intención de volver- le digo.
-Robert, en esta oportunidad contamos con los mejores hombres y la más alta tecnología. Necesitamos tus conocimientos sobre los pasadizos y las galerías funerarias- dice apoyando su mano sobre mi hombro.
-Akram vos mejor que nadie, sabes que mi incursión en las pirámides arrojó datos irrefutables, pero las pruebas que recolectamos se perdieron en el incidente- le digo.
Cuando bajo del auto aprieto los puños, tengo la cara enrojecida, una vez más me dejé convencer. Son las dieciocho horas del 2 de enero de 2021, Akram y sus hombres llegan con el equipo.
Cuando el atardecer abraza este lugar, las sombras lo vuelven más misterioso (pienso). Akram se encarga de los guardias.
-No hay nada que un buen soborno no compre- dice.
Para la mayoría de las personas las pirámides son una soberbia obra arquitectónica, otros tantos piensan que poseen propiedades paranormales. Mis estudios demuestran que la pirámide de Keops es un gran catalizador de energía cósmica.
Extiendo los planos y decido que es conveniente ingresar por el lado norte. Akram queda afuera con los guardias. Descendemos por un estrecho pasillo. Nuestro objetivo es llegar a la cámara subterránea.
Luego de recorrer trescientos metros los bloques de granito forman una pared. Es ahí donde el pasillo se divide en dos pasadizos, uno ascendente que desemboca en la gran galería en donde se encuentra la cámara funeraria del rey y la cámara de la reina. Nuestro objetivo es entrar por el pasadizo descendente que llega hasta la cámara subterránea.
Al llegar, observamos que la cámara subterránea posee paredes y techos planos.
El suelo es irregular así que caminamos con cuidado,encendemos las linternas y las apoyamos junto con el instrumental en uno de los dos sarcófagos de piedra que hay en la sala.
Mis compañeros en esta investigación son: Marcus Powel, doctor en astrofísica egresado de Yale; Paul Dufour, doctor en matemáticas egresado de la escuela de ingeniería y ciencias aplicadas de Harvard; Philips Thompson, doctor en arqueología y antropología egresado de la universidad de Oxford. Y por último, yo, Robert Curtis, arqueólogo, astrofísico, doctor en lenguas antiguas, egresado de la universidad de Cambridge. Fuimos convocados después de una minuciosa selección, por fuerzas británicas y estadounidenses.
Ambos países colaboran de manera clasificada en la investigación de presencia extraterrestre en nuestro planeta. En varias oportunidades visitamos el búnker del área 51 y estudiamos los especímenes capturados.
-Controlemos el instrumental- les digo.
Un medidor de radioactividad para detectar partículas y radiaciones ionizantes. Un magnetómetro que detecta campos eléctricos magnéticos y de radiofrecuencia. El visor de patrones magnéticos que estudiará las oscilaciones que se produzcan dentro del campo electromagnético en una dimensión distinta a la nuestra.
Nos colocamos los visores infrarrojos con ellos detectaremos cualquier movimiento que se genere por todo el espectro desde rayos infrarrojos hasta rayos ultravioletas.
Por experiencia sé que los alienígenas pueden moverse libremente por los campos electromagnéticos. Con mis compañeros hemos concluido que la orientación astronómica de la pirámide resulta enigmática al igual que su intrincada arquitectura interior, situación que puede complicar nuestras proyecciones.
Sabemos que los equipos de investigación de la Universidad de Nagoya en Japón utilizan la muografía, que es la radiografía de muones, estas son unas partículas ínfimas procedentes del espacio exterior que llegan a la superficie terrestre a través de los rayos cósmicos y que pueden penetrar materiales sólidos como las rocas o los bloques de piedra caliza. Las placas sensibles a los muones, pueden revelar espacios vacíos.
Esto ha revelado la presencia de una cavidad desconocida en la esquina noreste de la Gran Pirámide, a unos 105 metros de altura del nivel del suelo; y han podido constatar la presencia de un vacío desconocido detrás de los chevrones que hay sobre el acceso al pasadizo descendente.
Dufour y Powel dan la primera señal, el visor de patrones magnéticos capta una irregularidad radioeléctrica con enlaces asimétricos y pérdida de trayectoria asumiendo un patrón de radio esférico. Philips Thompson levanta el pulgar, el magnetómetro registra actividad. Todo el instrumental indica presencia extraterrestre.
-Ajustemos bien el visor infrarrojo y permanezcamos juntos entre los dos sarcófagos de piedra- les digo.
Los bloques de piedra caliza comienzan a salir de su estructura. Con un peso aproximado de 2,5 toneladas cada uno, levitan venciendo la ley de gravedad.
Se reubican en forma de chevron, luego una ansiosa calma. Thompson intenta llegar al magnetómetro, entonces un haz de luz, desciende del techo impidiéndole salir.
-Philips no podemos movernos, este espacio es lo único que nos mantiene a salvo- le digo.
-Robert, parece que acabó- dice Paul
-No, miren ese muro. Los bloques se alinean formando una estructura de chevrones, eso indica que están protegiendo una cavidad.
Apenas termino la frase, en la pared lateral se abre un portal que proyecta la vía láctea.
-Es un pasaje al espacio exterior- les digo al ver la nave nodriza suspendida en el espacio.
Cuatro figuras delgadas, de cabeza grande y alargada, con ojos negros y de baja estatura, ingresan a la cámara subterránea por el portal que hace de puente entre ambas dimensiones.
-Son los grises pequeños, como los que vimos en el área 51, supuestamente vienen de la constelación de Orión- me dice Marcus al oído.
Los alienígenas se acercan, su presencia nos ha paralizado de manera literal y estamos carentes de movimiento. Sus brazos se extienden formando un círculo, entonces una poderosa eyección nos saca de la cámara junto con el instrumental.
Los bloques vuelven a su forma original, esfumándose con ellos cualquier rastro de nuestra presencia.
No voy a relatar ni a hablar de mis terribles experiencias posteriores. Basta decir que logré regresar con mis compañeros. Sobre la mesa el teléfono no para de sonar, es Akram, tomo el celular y lo apago. Me juré a mí mismo no llevar a cabo misiones encomendadas por la locura ajena.