"Es justo que los pueblos esperen todo bueno de sus dignos representantes; pero también es conveniente que aprendan por sí mismos lo que es debido a sus intereses y derechos." Mariano Moreno
Mientras las vacunas llegan, tenemos que ser conscientes de que nuestra única opción es el cuidado individual pensando comunitaria y colectivamente, sumirse al bien común; defendiéndonos y queriendo el suelo que nos cobija bajo el mismo sol, el Sol de Mayo.
"Es justo que los pueblos esperen todo bueno de sus dignos representantes; pero también es conveniente que aprendan por sí mismos lo que es debido a sus intereses y derechos." Mariano Moreno
Y así venimos, así andamos, así seguimos; lo que importa es que estamos; los que aún estamos, ciertamente… Pues el mes de mayo se nos escurre como el agua, y en ese escurrimiento fatal, junio aparece en el horizonte. Despertado por el sol de mayo que se atreve a colarse por las hendijas de la ventana con un sutil calorcito otoñal. Sol de mayo, de labios carnosos y de mirada pacífica, rebosante de brillos de oro que juguetea (con toda la onda) en el viento, disfrazándose de bandera patria y, entre sedas, es abrazado de celeste cielo y de blanca esperanza. Sol de la patria que se siente lejana, de banderas confinadas a mástiles solitarios, exenta de filas de niños de silencioso respeto; esclava de la salud o de la falta de ella por culpa y cargo del nefasto Covid19. Ese sol que hizo nacer la bandera en los maravillosos versos de "Aurora". El mismísimo sol que hace solo un puñadito de años despertaba los sentimientos patrióticos, de pertenencia, de paseo obligado con escarapela en pecho inflado. Ese sol que ilumina y que calienta -que abriga- ese sol que es el poncho de los pobres; ese sol que no solo calienta la piel, también calienta los sentimientos, a veces de enojo, de bronca; otras de orgullo, de ilusión, de sumamente extendida esperanza.
Mayo, entre algunas tantas otras cosas, nos deja el frío; era hora dicen muchos, los otros, simplemente lo odian en silencio bajo el tapabocas, la bufanda y la capucha. Pero lo más relevante, nos deja un mes lleno de tristísimos records pandémicos. Entre masivos contagios y demasiadas muertes (una muerte es mucho, quinientas por día son un montón de tristezas multiplicadas), la Corte Suprema hacía un corte de manga al vencido decreto nacional sobre la presencialidad en las escuelas de la ciudad de Buenos Aires, en el contexto, y en esa lucha política judicializada que desnudaba las intenciones y el sentido implícito de demostrar quién tenía la manga más larga, las muertes subían exponencialmente.
Que feriado no, que feriado sí; el 25 de mayo nos encontró nuevamente confinados, con renovadas medidas de emergencia sanitaria con una alta restricción a la movilidad. Y como es costumbre en cada feriado largo, extra o no, vimos a los bonaerenses atascados en infinitas filas de autos enfilando para la costa a costa de la salud de muchos. Las quejas a las restricciones; las mini movilizaciones; los desvaríos de una dirigente opositora que se opone a todo; las vacunas que llegan en pequeñas dosis para algunos o dosificadas en grandes embarques para otros, nuestra argentinidad está más al palo que nunca. Palo y a la bolsa.
Pero es una Peisadilla que intenta ser patriótica y sobreviviré en el intento de escribirla. Cómo no recordar aquellos veinticinco de mayo de nuestra niñez, cuando la fecha se vislumbraba en una lustrosa y colorida tapa de "Billiken" o "Anteojito"... inmenso y colonial se erguía el cabildo rodeado de levitas y chisteras, de mozas y vendedoras de lo que parecían ser empanadas; y en primer plano, mezclados en esa pequeña multitud, se veía a dos muchachones repartiendo escarapelas entre paraguas y miradas fijas al cabildo. El pueblo quería saber de qué se trataba y nuestras revistas infantiles así lo graficaban. Aunque en 1810 no nos llamábamos Argentina, ese momento en la historia fue el puntapié inicial, fue esa semana de aquél año en que nuestros patriotas -apenas un puñado- fueron forjando la idea de libertad. La libertad fue el motor y el ideal de aquellos subversivos (porque actuaban en las sombras, nutridos por libros prohibidos e iluminados por ideas independentistas) que se reunían en la Jabonería de Vieytes. Con las manos y la conciencia limpia, tomaron por sorpresa a las autoridades de aquella colonial Buenos Aires y solicitaron la apertura del cabildo. El pueblo quería saber, pero el pueblo en sí, sus habitantes comunes, poca bola le daban a los escarceos políticos de la época.
Algo así sucede doscientos y pico de años después, es como que a la gran mayoría todo le importa poco… El número 25 en la quiniela es conocido como "La Gallina" ¿Será por eso que parimos con dolor cada decisión de gobierno? ¿Qué cada cosa que nos proponemos nos cuesta un cigoto? En fin, no quisiera anidar esa idea. Debemos sentir y pelear con el corazón y con huevos por nuestra patria.
En estos días de juventud perdida en las redes, de ya más de una año de educación virtual o burbujas educativas, entre tic-tocs y likes, es necesario comenzar a enseñar a nuestros adolescentes a ser rebeldes, redefinirlos para que sean críticos (para usar una palabra actual: reconfigurarlos); que duden; que sean como aquellos jóvenes idealistas que soñaron la patria inmensa en aquel mes de Mayo del 1810; que su comportamiento ante la tiranía y las injusticias los alienten a semejarse a aquellos ciudadanos franceses insumisos que llevaron la imaginación al poder en aquél el recordado Mayo Francés; que imiten la creatividad de esos melenudos de Liverpool que importaron la música rock bailada con la pelvis y que exportaron y rediseñaron para que se bailara con los pies y los sentidos; que cuya curiosidad determinaron el sentir y el vivir de una década que devino en el verano del amor, en la explosión de los colores, del cabello libre, de nuevas ideas de libertad y apertura, dejando atrás la gomina y la oscuridad de un mundo que se debatía entre grandes guerras.
El mundo está enfermo y en nuestra Argentina la gente se muere sola y en silencio... llena de tubos en la terapia intensiva de abarrotados hospitales que están llegando a su límite. El Covid 19 se lleva gente imprescindible, héroes anónimos y e ilustres desconocidos. La lucha es entre todos, pues la enfermedad no discrimina, a veces pega leve, otras con la fatalidad ineludible de la muerte. Mientras las vacunas llegan, tenemos que ser conscientes de que nuestra única opción es el cuidado individual pensando comunitaria y colectivamente, sumirse al bien común; defendiéndonos y queriendo el suelo que nos cobija bajo el mismo sol, el Sol de Mayo.
Debo reconocer que cada vez que escucho el Himno mis ojos desbordan de emoción en forma de lágrimas. El mismo sentimiento tuve cuando escuché la interpretación de la rosarina Evelina Sanzo el martes 25 pasado; polémicas aparte con respecto a la modificación de la letra; nada fue más efectivo para potenciar esa inmensa sensación como la de escuchar en este contexto, ese hermoso juramento de éxtasis patriótico ¡O juremos con gloria vivir! Hoy más que nunca.
En estos días de juventud perdida en las redes, de más de un año de educación virtual o burbujas educativas, entre tik-toks y likes, es necesario comenzar a enseñar a nuestros adolescentes a ser rebeldes, redefinirlos (reconfigurarlos) para que sean críticos.
Mientras las vacunas llegan, tenemos que ser conscientes de que nuestra única opción es el cuidado individual pensando comunitaria y colectivamente, sumirse al bien común; defendiéndonos y queriendo el suelo que nos cobija bajo el mismo sol, el Sol de Mayo.