Pantalla y Escenarios: PAN-01

Pantalla y Escenarios

La enfermedad es parte de la vida

Enfermedades como la bulimia o la anorexia han servido -además de segar en muchos ocasiones vidas humanas- para reanimar un tema a menudo tan pasajero como el compromiso del arte con la sociedad. El mundo del arte y de la escena en la Argentina lleva pocos años (y sin invertir demasiados esfuerzos en ello) intentando incorporarse a esta carrera de denuncia y solidaridad con quienes padecen esas enfermedades, que vienen desarrollando desde hace más de una década los artistas de otras latitudes.

Por eso resulta bienvenida la propuesta de Andamio Contiguo Teatro y Grupo Exit, que estrenaron Domingo furioso, de Norma Cabrera y Silvia Debona, en la Sala Marechal del Teatro Municipal. Como bien anticiparon antes del estreno, un punto de partida sencillo irá creciendo hasta alcanzar límites insospechados para sus protagonistas: dos hermanas y una prima, que esperan ansiosas el momento de completar la comitiva que se hará presente en una fiesta de la pensión.

La historia está anclada en el cuerpo como metáfora individual y social y ayuda a comprender que esas enfermedades son una amenaza permanente para esta abatida sociedad de fin de siglo. Queda claro que el tradicional sistema de valores con que nos educaron está en crisis y, así las cosas, nos tornamos egocéntricos como solución. El "sálvese quien pueda" se impone como fórmula que nos proteja del sistema imperante. Al viejo anhelo de trascender el puro instinto se le niegan cauces, y caminamos con frecuencia huérfanos de sentido y estímulo, atrapados por la urgencia del tiempo necesario para aprender lo que debería sernos consecuente.

Por encima de un aparente artificio anecdótico, lo que da sinceridad y sentido al texto de Debona y Cabrera es el rigor de su conflicto último: el encuentro de los personajes con un futuro que, al hacerse presente, desencadena en una inteligente vuelta de tuerca que aquí no es el caso revelar. Las autoras agregan también el humor: duro, fuerte, como una sonora cachetada. De tal modo, la crítica aunada a la risa son las partes fundamentales de un todo. Porque en el humor es donde se sustantiva o sustancia, mejor que en ningún otro molde, ese sustrato de la vida hecha de banalidades.

Desde la dirección general del espectáculo, Silvia Debona obtiene estupendos resultados, sin la menor afectación y sin perder de vista el vigor y el rigor expresivos. La exacta escenografía también le pertenece y plasma el tema central de la obra a partir de paredes vacías, símbolo elocuente de la dureza de aquellas enfermedades; es adecuada la banda sonora de Norma Cabrera; y apropiado, vistoso y rico en materialidad el vestuario de Cecilia Mazzetti, autora de las bien jugadas coreografías. Agregan teatralidad el elaborado maquillaje de Alfredo Fiant y las pelucas de Rubén Lescano y Marcelo Boigovich.

El elenco está formado por Norma Cabrera, Victoria Gollán y Marisa Oroño. Las tres actrices trabajan con excelentes resultados cada uno de sus personajes, a partir de pequeños detalles que los van distinguiendo, desde una constante composición física hasta lo emocional, con solidez y seguridad. En La montaña mágica, Thomas Mann no escribió sólo una novela sobre la tuberculosis -aunque sus personajes la padecieran- sino que hizo la reflexión de que la enfermedad es parte de la vida, no está fuera de ella. Aquí, bulimia y anorexia están tan vivas como cualquiera de nosotros, y eso es lo difícil de aceptar. Domingo furioso nos dice, entre risas y dolor, que no son una excusa para crear una industria más. Eso sí, están entre nosotros....

Roberto Schneider