Nosotros: NOS-04
Nosotros
¿Qué significa ser padres de un adolescente?
La palabra adolescente nos remite a "adolecer", que significa "padecer, sufrir, soportar, aguantar, penar". Y si miramos desde la literatura, en novelas y relatos también se ha descrito a la adolescencia como una "edad difícil", "tormentosa", "crítica".


La adolescencia parece tener un mal cartel. Pero, ¿acaso no hay otras etapas de la vida que son tan difíciles, tormentosas y críticas como ésta? ¿Qué es lo que sufre un adolescente? La crisis del adolescente está en que ya no es niño, pero todavía no es adulto. Se halla en una tierra de nadie, y ahí reside su dolor.

Como padres, nos resulta más fácil educar a un niño que a un adolescente. A un niño le decimos "vení" y viene, "subí" y sube, "bajá" y baja; más o menos obedece inmediatamente. Pero ser padres de un adolescente es más incómodo y arduo. Si al adolescente le decimos "vení", puede respondernos "esperá"; si le ordenamos "subí", es casi seguro que nos diga que esperemos; si le mandamos que "baje", podemos encontrarnos con la sorpresa de oírle decir "no me da la gana". Muchos padres no recordamos cómo éramos nosotros mismos cuando atravesamos la adolescencia, y esto es una laguna que no nos ayuda a comprender algunas conductas de nuestros hijos adolescentes.

La adolescencia es una época de tránsito, en la que hay que trabajar juntamente con el hijo para ver qué es lo que permanece de cuanto se aprendió, se conquistó y se tuvo en la infancia, y qué es lo que hay que cambiar porque ya no sirve para seguir creciendo.

En el adolescente, el miedo principal se centra en la búsqueda de su identidad, en dar sentido a su vida mediante la respuesta a las preguntas clave que sintetizan lo que ha de hacer a partir de ahora: ¿quién soy?, ¿hacia dónde voy? Otro miedo que también aparece es el temor al ridículo. El adolescente se siente y percibe como un "ser limitado", pero ello no le quita el deseo de superarse y crecer.

Otra característica de la adolescencia es que es el final del largo camino de las identificaciones: "El querer ser como..." que ha hecho el hijo con las figuras del padre y de la madre.

Pero, fundamentalmente, la etapa adolescente es una encrucijada, un cruce de caminos, un momento de toma de decisiones de cara a las nuevas etapas evolutivas, el inicio del camino hacia la consolidación de la identidad personal. Por eso mismo tiene la doble vertiente de ser una "síntesis" de todo lo anterior, una "revisión" de cuanto hay que mantener y lo que conviene cambiar, así como una "plataforma" desde donde lanzarse hacia el futuro para no quedarse infantilizado en el pasado; y para seguir creciendo con miras hacia la etapa posterior: la juventud, donde habrá que afirmar la autonomía y luchar por una mayor independencia y libertad.

Ante esta realidad, podríamos preguntarnos ¿cómo ayudar a nuestro hijo en esa encrucijada?, ¿qué podemos hacer como padres?:

  • Facilitarle los medios para que pueda conocerse; no imponerle un camino para el que no está dotado; hacerle ver su propia realidad sin idealizarse ni idealizar lo que desea hacer; ayudarlo a des-cubrir qué hacer en la vida.
  • Fomentar la seguridad en sí mismo: la seguridad en uno mismo se va desarrollando gradualmente a lo largo de la vida. En la primera infancia la seguridad se va formando con las reacciones que el niño recibe de las personas importantes para él. Si se siente aceptado y amado por sus padres y recibe de ellos mensajes de valoración, se sentirá seguro de sí mismo. Más tarde empieza también a recibir valoraciones de otras personas que no son sus padres: los compañeros del colegio, maestros, familiares, etc. Así, las personas vamos estableciendo una imagen de nosotros mismos a partir de las valoraciones que hemos ido recibiendo de los demás. La seguridad en nosotros mismos la adquirimos cuando somos valorados positivamente por otras personas, cuando tenemos relaciones o vínculos con las demás personas, cuando tenemos oportunidades de controlar nuestra propia vida y cuando tenemos modelos de referencia que orienten sobre cómo ser. La seguridad en uno mismo influye en cómo nos valoramos, cómo nos sentimos con nosotros mismos, cómo nos relacionamos con los demás y en cómo nos comportamos. También en nuestra capacidad de aprender, trabajar y crear.
  • Enseñar autocontrol: el autocontrol es la capacidad para dirigir adecuadamente las emociones: tristeza, ansiedad, rabia, frustración, etc. ¿Cómo enseñar esto? mostrándoles con nuestra conducta: serenidad ante las situaciones problemáticas o los conflictos, no perder el control. También podemos facilitar el reconocimiento de emociones y sentimientos, preguntando por ejemplo: "¿Estás preocupado por algo? ¿Qué creés que es?", y permitir la expresión de esos sentimientos y emociones "llorá si tenés ganas". Por último, les ayudaremos a reflexionar y a buscar alternativas proponiendo, por ejemplo, "vamos a ver por qué estás enojado y qué podemos hacer".
  • Desarrollar actitudes adecuadas: educar y transmitir los valores personales y familiares, potenciar las creencias racionales, enseñar a reflexionar y pensar, estimular las actitudes positivas hacia el mundo y la vida, enseñar hábitos y comportamientos saludables, ofrecer alternativas y estilos de vida sanos, educar con firmeza y autoridad, no-autoritarismo, fomentar la responsabilidad e independencia, reconocer los logros, favorecer el diálogo, escuchar y hablar con los hijos.Otro aspecto importante a tener en cuenta es que durante la adolescencia del hijo, la familia tiene que afrontar cambios en la estructura familiar, ya que el adolescente vive más hacia afuera que hacia adentro de la familia.En este sentido, podríamos señalar algunos rasgos de cuanto acontece en este ciclo vital de la familia:
  • Flexibilización y re-definición de los límites: es necesario, ya que los límites establecidos durante las etapas infantiles necesitan un reajuste ante las nuevas necesidades personales, sociales o familiares. Si los límites durante la infancia son muy reducidos, en la adolescencia y juventud han de ampliarse. De lo contrario, el hijo se encontrará incómodo y podrían aparecer conductas de rebeldía que complicarían la relación y la convivencia.
  • Crisis de valores: es frecuente encontrarse con que los hijos discutan, pongan en duda, critiquen y hasta rechacen aquellos valores que han recibido de los padres hasta un determinado momento de su vida; lo cual no es negativo, sino producto normal del crecimiento intelectual y el espíritu crítico que va creciendo con la edad.
  • Revisión de reglas: esta revisión tiene que ver con nuevos acuerdos sobre los modos de funcionar de la familia y que, por los cambios operados en la misma, ya no resultan convenientes para asegurar la evolución de cada persona. Entran ahí, por ejemplo, reglas respecto de horarios de convivencia familiar: comida, cena, fines de semana; horarios de ocio: tiempo libre de cada cual, salidas nocturnas, libertad en días de vacaciones, etc. Una rigidez excesiva en estos aspectos podría complicar la vida familiar.
  • Nuevo reparto de roles: es una variable de la que dependerá el funcionamiento de la familia. Lo importante es elaborar, entre todos, nuevos modos de funcionar, en los que todos se vean comprometidos.
  • Juegos y luchas por el poder: con el crecimiento de los miembros en edad, aparecen los reclamos de mayor influencia y presión. Esto origina poderes que luchan entre sí, lo cual no es una señal de mal funcionamiento familiar, siempre que esto no desencadene tensiones o un deterioro de los vínculos.Sintetizando: ser padres de adolescentes hoy es todo un desafío; pero un desafío que nos ayuda a nosotros también, a desarrollarnos y crecer como personas.
  • Cambia, todo cambia (Fuente: familiadigital.com)


    Los adolescentes se caracterizan, a nivel general, por los cambios de lo individual a lo grupal. La ropa adecuada o de moda se vuelve particularmente importante; sus intereses empiezan a ser más realistas (comienza a surgir un interés hacia los grupos religiosos, étnicos, por los problemas sociales) y comienza a desarrollarse un sentido verdadero de uno mismo.

    Las mujeres generalmente se muestran más interesadas en los varones, que ellos en ellas, lo cual es resultado de una maduración más temprana. Entre sus necesidades especiales necesitan la conformidad y aceptación por parte del grupo de compañeros. Necesitan conocer y comprender adecuadamente las relaciones y actitudes sexuales y de la guía de un adulto que sea amable, discreto, y que no amenace los sentimientos de libertad del adolescente. También necesitan afirmar su seguridad -búsqueda tanto de dependencia como de independencia, y oportunidades para tomar decisiones y ganar algún dinero.

    Es importante darles un tiempo para realizar una actividad constructiva y en lo posible por una causa digna.

    María Buttera