La adolescencia parece tener un mal cartel. Pero, ¿acaso no hay otras etapas de la vida que son tan difíciles, tormentosas y críticas como ésta? ¿Qué es lo que sufre un adolescente? La crisis del adolescente está en que ya no es niño, pero todavía no es adulto. Se halla en una tierra de nadie, y ahí reside su dolor.
Como padres, nos resulta más fácil educar a un niño que a un adolescente. A un niño le decimos "vení" y viene, "subí" y sube, "bajá" y baja; más o menos obedece inmediatamente. Pero ser padres de un adolescente es más incómodo y arduo. Si al adolescente le decimos "vení", puede respondernos "esperá"; si le ordenamos "subí", es casi seguro que nos diga que esperemos; si le mandamos que "baje", podemos encontrarnos con la sorpresa de oírle decir "no me da la gana". Muchos padres no recordamos cómo éramos nosotros mismos cuando atravesamos la adolescencia, y esto es una laguna que no nos ayuda a comprender algunas conductas de nuestros hijos adolescentes.
La adolescencia es una época de tránsito, en la que hay que trabajar juntamente con el hijo para ver qué es lo que permanece de cuanto se aprendió, se conquistó y se tuvo en la infancia, y qué es lo que hay que cambiar porque ya no sirve para seguir creciendo.
En el adolescente, el miedo principal se centra en la búsqueda de su identidad, en dar sentido a su vida mediante la respuesta a las preguntas clave que sintetizan lo que ha de hacer a partir de ahora: ¿quién soy?, ¿hacia dónde voy? Otro miedo que también aparece es el temor al ridículo. El adolescente se siente y percibe como un "ser limitado", pero ello no le quita el deseo de superarse y crecer.
Otra característica de la adolescencia es que es el final del largo camino de las identificaciones: "El querer ser como..." que ha hecho el hijo con las figuras del padre y de la madre.
Pero, fundamentalmente, la etapa adolescente es una encrucijada, un cruce de caminos, un momento de toma de decisiones de cara a las nuevas etapas evolutivas, el inicio del camino hacia la consolidación de la identidad personal. Por eso mismo tiene la doble vertiente de ser una "síntesis" de todo lo anterior, una "revisión" de cuanto hay que mantener y lo que conviene cambiar, así como una "plataforma" desde donde lanzarse hacia el futuro para no quedarse infantilizado en el pasado; y para seguir creciendo con miras hacia la etapa posterior: la juventud, donde habrá que afirmar la autonomía y luchar por una mayor independencia y libertad.
Ante esta realidad, podríamos preguntarnos ¿cómo ayudar a nuestro hijo en esa encrucijada?, ¿qué podemos hacer como padres?:
Los adolescentes se caracterizan, a nivel general, por los cambios de lo individual a lo grupal. La ropa adecuada o de moda se vuelve particularmente importante; sus intereses empiezan a ser más realistas (comienza a surgir un interés hacia los grupos religiosos, étnicos, por los problemas sociales) y comienza a desarrollarse un sentido verdadero de uno mismo.
Las mujeres generalmente se muestran más interesadas en los varones, que ellos en ellas, lo cual es resultado de una maduración más temprana. Entre sus necesidades especiales necesitan la conformidad y aceptación por parte del grupo de compañeros. Necesitan conocer y comprender adecuadamente las relaciones y actitudes sexuales y de la guía de un adulto que sea amable, discreto, y que no amenace los sentimientos de libertad del adolescente. También necesitan afirmar su seguridad -búsqueda tanto de dependencia como de independencia, y oportunidades para tomar decisiones y ganar algún dinero.
Es importante darles un tiempo para realizar una actividad constructiva y en lo posible por una causa digna.
María Buttera