Persona & Sociedad: PER-03 Una docente ejemplar y un poema de Pedroni
Por Rosa Mayo de Marcuzzi


"Y Dios sobresaltado nos oprime/ el pulso, grave, mudo y como padre a su pequeña,/ apenas, pero apenas, entreabre los sangrientos algodones/ y entre sus dedos toma a la esperanza..." (César Vallejo).

El miércoles 26 de noviembre de este año falleció la Sra. Nelly Esther Morandi de Müller, destacada mujer esperancina. Muchos nos conmovimos, especialmente quienes fuimos sus alumnos, ya que fue durante muchos años profesora y rectora de la escuela normal Domingo Faustino Sarmiento. A esa misma intitución había concurrido desde niña, destacándose siempre por su inteligencia, equilibrio y refinamiento cultural.

Nos introdujo en el mundo de la filosofía, de la pedagogía, de la psicología. Se había recibido de profesora de Filosofía en Paraná y sus clases eran agradables, entretenidas, de real encuentro educativo. Su vida fue muy rica; supo brindarse a la comunidad y a su hogar, formado con el Sr. Federico Müller. Hoy, la lloran sus cinco hijos y numerosos nietos.

Poseía una mirada especial, como cargada de lágrimas; una voz dulce; una luminosidad que invadia sin estridencias. Trabajamos con ella la Comisión Pedroniana. Chuchi -ése su sobrenombre- admiraba a José Pedroni. Especialmente, le gustaban sus poemas "El antierro de mi abuelo", de "Poemas y palabras", y "La trilladora", de "Monsieur Jaquín".

Sus hijos, agradecidos por nuestras notas publicadas en periódicos locales, nos obsequiaron unas medallas para el Museo de la Colonización, y ya más en lo personal, un poema que en el año 1948 José Pedroni escribiera para ella.

Cuando lo leímos, vimos que no se trataba de un poema más: era "Monsieur Jaquín", incluido dentro del libro del mismo nombre que fuera publicado en 1956, en homenaje al Centenario de Esperanza.

Este hecho nos plantea interrogantes: ¿cuántos años trabajó José Pedroni para elaborar su libro? Porque a Chuchi el poema se lo obsequió en 1948. No olvidemos, además, que luego de cantar la gesta colonizadora Pedroni nos dice: "indio, dime que soy tu perdonado/ por el trigo inocente que nacía". El espíritu del poeta en permanente autocrítica.

Creemos que Chuchi mereció este poema y mereció el cariño de su ciudad. Verificamos que el poeta sólo cambió una letra minúscula por una mayúscula. Pero lo que entendemos es más importante, constatamos que se lo dedicó a una joven de diecinueve años, amiga de su hija Ana María, que era a su vez hija de quien utilizara la trilladora como herramienta de trabajo en los campos de oro.