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Nueva Orleans: con acento francés y algo más...
Esta ciudad del sur de los Estados Unidos se levanta a orillas del río Mississippi, muy cerca de su desembocadura en el golfo de México. Nueva Orleans es una pujante urbe de más de un millón y medio de almas, cuya principal actividad es la portuaria, seguida por la turística.


Al igual que Miami, San Antonio, y que alguna que otra ciudad no tan conocida en los Estados Unidos, Nueva Orleans siente orgullo de reflejar el estilo de vida latino, en su ademán y en sus tradiciones.

A la ciudad se la describe muchas veces como francesa. La huella de Francia es fuerte. Pero fue la mezcla de lo francés y lo español lo que dio el sabor peculiar a la ciudad. España dejó bien hondo su rastro. El pueblo permaneció católico; hoy la gran mayoría profesa esa fe y la iglesia tiene gran influencia en la comunidad. Se unieron en matrimonio españoles y franceses, surgiendo un nuevo estilo: el criollo de Louisiana, fino, cortés, tolerante y dueño de una venturosa filosofía de vida.

Nueva Orleans fue fundada en 1718 por Jean Baptiste Le Moyne, y a partir de 1723 pasó a ser la capital del territorio francés de la Louisiana.

Y es así como a la ciudad que nació francesa, cuarenta años después la tomaron los españoles; seguidamente la reconquistaron los franceses, y finalmente en 1803, con la compra de todo el territorio de Louisiana a Francia en 15 millones de dólares, se convirtió en ciudad americana.

Nueva Orleans constituye una singularidad en los Estados Unidos, por tratarse de una ciudad donde conviven perfectamente las culturas francesas, española e inglesa, desde hace más de dos siglos y medio, extrayendo de cada una de ellas lo que merecía ser conservado.

Quizás en ninguna parte como en Nueva Orleans, la mezcla de las culturas latina y sajona haya dado un producto tan especial, que de inmediato atrapa al viajero. La ciudad no olvida su herencia europea y tampoco abandona el sabor del Viejo Sur.

La arquitectura de un barrio singular


Los edificios más conocidos de la ciudad -la catedral de San Luis, con el Cabildo y portales contiguos- podían encontrar sus gemelos en muchos países hispanoamericanos.

El Barrio Francés o "Vieux Carré" es el Montmartre del Mississippi.

Transitar por este legendario barrio es encontrar a cada paso presencias concretas de un tiempo detenido, es como descubrir un mundo casi mágico que nos hace retroceder en el tiempo y que de manera inquebrantable, ha resistido por dos siglos y medio ser asimilado por la principal corriente cultural de Estados Unidos.

Aquellos que visiten la sección antigua de Nueva Orleans, y caminan por el "Vieux Carré", podrán admirar en la arquitectura de sus casas y construcciones de dos y tres plantas, los típicos balcones de filigranas de hierro forjado, que representan fielmente el romance y la historia del Barrio Francés. Además, las sólidas arcadas, las delicadas ventanas y los bellos enrejados y fachadas de la época colonial, conservan hasta hoy sus tradiciones.

Igualmente son característicos los encantadores y bien forestados patios de casas y restaurantes, tal como se ven, por ejemplo, a lo largo de las calles Royal, Chartres, Bienville, Dauphine y otras.

Caminando por la calle Bourbon, se observa en sus cordones los palenques de hierro rematados por cabezas de caballos de ajedrez. Si se recorre la pintoresca calle Royal, se encontrarán tiendas llenas de antigüedades y numerosas galerías de arte. Por su lado más desenfrenado, si se camina una cuadra al norte, se llega hasta la famosa calle Bourbon, donde la vida nocturna, el jazz y el espectáculo burlesco del Barrio Francés, se prolonga hasta la madrugada.

Fugaces experiencias


Caminar y caminar es el secreto y el encanto de este barrio. El Vieux Carré es un mundo de experiencias fugaces: un patio entrevisto por una verja de hierro forjado; un olor a jazmín que viene de un jardín oculto; la voz de un cantante callejero que se oye y se pierde al doblar una esquina.

Es el complejo juego de luz y sombra de los edificios, sobre calles angostas, y la extraña opalescencia de la luz del sol en el aire tropical de una tarde de verano en espera de la lluvia.

La herencia africana está también presente en forma destacada en la historia de Nueva Orleans, particularmente en su música y en su cocina famosa. Los músicos negros le dieron al mundo el jazz, forma de arte generalmente reconocida como americana que le dio fama y prestigio mundial a este barrio y a toda la ciudad. Todavía se toca jazz donde Louis Armstrong lo tocó.

La principal contribución a la cultura de la región del mundo de habla inglesa ha sido quizás literaria. Mark Twain, Tennessee Williams, William Faulkner y Walter Percy son algunos de los muchos escritores célebres que han hecho uso y han contribuido a la rica tradición de esta ciudad.

Un hotel con historia


El Barrio Francés comienza en el vestíbulo del hotel "Monteleone", el más grande y tradicional de este barrio. Espléndidamente ubicado sobre la calle Royal, queda a poca distancia de las históricas y pintorescas atracciones de la zona: la calle Bourbon, la calle Canal, la Plaza Jackson, la catedral de San Luis, el Cabildo, el Mercado Francés, el Puerto y de los mejores restaurantes especializados en cocina francesa e internacional.

El "Monteleone", un original de Nueva Orleans desde 1886, es uno de los pocos hoteles que todavía quedan, que pertenecen a una familia y está administrado por ella. Cuatro generaciones dedicadas al deber y a la familia le han merecido al hotel una reputación de integridad, comodidad, elegancia y distinción.

Detrás de su fachada antigua, de mármol italiano, el "Monteleone" es un hotel moderno de primera clase. William Monteleone, nieto del fundador, y sus hijos, siguen trazando dentro de la tradición familiar un rumbo de renovación progresiva. No sólo para poder competir, sino por orgullo familiar y por responsabilidad para con las generaciones de huéspedes cuyas familias han hecho de su estancia en este hotel una tradición.

El "Monteleone" es el hotel de servicio completo más grande del Barrio Francés.

Otras propuestas


  • Navegar en el "Natchez", uno de los barcos impulsados por ruedas, que es réplica exacta de los que surcaban el Mississippi en tiempos de Mark Twain.

  • Pasear a bordo de uno de los tranvías por la avenida St. Charles, en la zona más residencial, enmarcada por señoriales mansiones, donde en cada rincón está presente la tradición sureña.
  • Pasear por la Plaza Jackson, donde se encuentran el Cabildo y la Catedral de San Luis, la más antigua de los EE.UU.
  • Escuchar buen jazz, en algunos de los tantos lugares de la calle Bourbon.
  • Visitar algunas de las señoriales mansiones del siglo XIX que se encuentran en los alrededores de la ciudad.
  • Recorrer la comercial calle "Canal", donde anualmente se realizan los famosos carnavales del "Mardi Gras".
  • Visitar el enorme estadio "Superdome", que cobija a 90.000 espectadores sentados en cómodas butacas. Tiene sus corredores y áreas de circulación del público totalmente alfombradas.
  • Visitar las magníficas instalaciones de las universidades de Tulane y Loyola, construidas en estilo Tudor.
  • Conocer la pinacoteca del Museo de Arte que se levanta frente al "parque de la ciudad".
  • Mario A. Laguzza